El síndrome de la impostora es una realidad asfixiante que muchas mujeres sufren en su día a día. Surge en el ámbito profesional, pero también en el académico, y sus efectos llegan incluso a salpicar sobre la vida personal de aquellas personas que le adjudican sus triunfos a la suerte y se aferran a pensar que nunca son lo suficientemente buenas.
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Son el resultado de un cóctel fatal que combina una baja autoestima con una sociedad empeñada en acomplejar a las mujeres que logran ser exitosas en ámbitos en los que predominan los hombres. Tanto es así que, según el Instituto del Síndrome del Impostor, hasta un 75% de las mujeres con altos puestos ejecutivos confiesan haber sentido este síndrome.
La fundadora de dicho instituto, doctora y gurú mundial en materia de ‘impostoras’, Valerie Young, carga a sus espaldas con una cantidad inmensa de conferencias, libros e investigaciones sobre las causas, síntomas, tipos y soluciones para combatir esta fanática lacra. Al tratarse de un problema que ataca directamente a los miedos e inseguridades personales, no afecta a todas de igual manera.
En uno de sus estudios, Young tomó una muestra de cientos de miles de personas de una amplia gama de ocupaciones y en diferentes fases de sus carreras, y surgieron las cinco tipologías del síndrome, cada una con un enfoque único:
La perfeccionista
Para Young, es el tipo más común entre las mujeres. La perfeccionista se enfoca "en 'cómo' se hace algo", esto incluye "cómo se lleva a cabo el trabajo y cómo resulta". Por lo que "un fallo menor en una actuación generalmente perfecta es igual a un fracaso general y, por lo tanto, a vergüenza".
Esta versión del síndrome incluye a la culpa de ocupar un puesto no merecido, la culpa de no haber realizado un trabajo con el 100% de su empeño, esfuerzo o capacidades, esto se debe a que, para una perfeccionista, ese valor completo nunca es suficiente.
La experta
La experta "es al conocimiento lo que la perfeccionista es a la calidad", sentencia Young. Aquí, "la principal preocupación es sobre 'qué' y 'cuánto' sabe o puede hacer". La mujer que sufre esta tipología espera siempre saberlo todo, por lo que "incluso una pequeña falta de conocimiento denota fracaso y vergüenza".
Esta auto-obligación de saber toda la información posible sobre todos los ámbitos existentes hace que, cuando una 'experta' se presenta para optar a un nuevo puesto de trabajo, sienta que carece del bagaje suficiente y se centre en la información que podría faltarle en lugar de en toda aquella que ya tiene.
La independiente
Una 'impostora independiente', dice Young, "se preocupa principalmente por 'quién' completa la tarea". Piensa que para aparecer en la lista de logros con su nombre rodeado de luces, "tienes que ser ella y solo ella".
No es una cuestión de soberbia o egocentrismo, más bien, es al contrario. Debido a que cree que está en su responsabilidad hacer y resolver todo por su cuenta, "necesitar ayuda es una señal de fracaso que provoca vergüenza".
La superdotada
Según Young, esta tipología "mide la competencia en términos de facilidad y velocidad". Para una superdotada, el hecho de "tener que esforzarse para dominar un tema o habilidad o no poder lograr su obra maestra en el primer intento es igual a un fracaso que provoca vergüenza".
Una vez más, se denota un exceso de autoexigencia y una falta de tenacidad que pueden degenerar en un declive moral temprano para las mujeres con esta versión del síndrome.
La superwoman
Finalmente, la supermujer "mide la competencia en función de 'cuántos' roles puede dominar y sobresalir al mismo tiempo". Fallar en cualquier rol —como madre, esposa, ama de casa, amiga, voluntaria—, evoca vergüenza porque siente que "debería poder manejarlo todo, perfecta y fácilmente".
Estas personas no pueden evitar sentir que, si no brillan en cada uno de sus ámbitos personales, no son competentes como mujeres. Lo cual les llena de estrés y una frustración garantizada.
¿Te identificas con alguno de estos tipos? ¿Con varios de ellos, tal vez? Sea como sea, recuerda que no estás sola. Sentirse así, por desgracia, es bastante normal hoy en día. Y, lo más importante, ¡no olvides que tiene remedio!
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