El 8 de marzo es la fecha para hablar de igualdad y repasar todas aquellas barreras que aún separan a hombres y mujeres, aunque se haya avanzado mucho en este sentido.
Un día importante que nos lleva a poner la mirada en todas aquellas mujeres que desafiaron las reglas machistas de la monarquía hace siglos, y a analizar el legado que han dejado para las Casas Reales posteriores.
En este repaso encontramos vidas fascinantes como las de Isabel I de Inglaterra, la emperatriz china Cixí o Catalina la Grande. Todas ellas se enfrentaron a la sociedad de su tiempo para defender su posición en el trono y su huella en la historia.
Aunque parezca increíble, en pleno siglo XXI la ley sálica que prohíbe reinar a las mujeres y la preferencia del varón en la línea dinástica sigue vigente en algunos países.
Por ejemplo, en España aún se establece esa brecha de género en la Constitución. Leonor reinará porque no ha nacido ningún hermano varón, de haberlo tenido él habría sido el heredero, a no ser que se hubiera reformado la Carta Magna.
En Japón, ellas no tienen derecho a portar la corona. Otros países europeos como Dinamarca, Suecia, Noruega o Inglaterra han corregido sus ordenamientos para darles a las mujeres el sitio que les corresponde. De hecho, la próxima generación será de reinas, con un único rey, Christian de Dinamarca.
Cixí, de concubina a emperatriz
Viajando atrás en el tiempo, rememoramos tiempos duros para las mujeres en la monarquía. Uno de los personajes más desconocidos es la emperatriz Cixi de China. En 1852, el emperador Xianfeng quedó prendado de una joven de 16 años a la que convirtió en su concubina. No imaginaba las vueltas que daría el destino.
Tener un hijo varón la colocó en un lugar privilegiado, pues era la madre del heredero del emperador. Xianfeng falleció en 1931 y el poder pasó a un consejo de regentes dada la corta edad del sucesor, que solo tenía cinco años. Sin embargo, Cixí dio un golpe de Estado, logró derrocar el sistema impuesto y hacerse con la regencia, acompañada de Ci'an, la principal viuda.
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No pudo asistir a la coronación de su hijo por ser mujer, pero dirigió los hilos de la corte en la sombra. Colocada detrás del trono, oculta tras un biombo (no podía tratar directamente con hombres) logró modernizar China, fomentando el comercio con Occidente, introduciendo la electricidad y la minería de carbón y luchando por conquistar algunos derechos para las niñas. Además, intentó prohibir la milenaria práctica del vendado de pies.
Era ambiciosa y tras la muerte temprana de su hijo, maniobró para poner a su sobrino en el trono. Nuevamente, Cixí dio un golpe de estado, lo encarceló de por vida y retomó el poder.
Isabel I de Inglaterra, sin marido
Hija de Enrique VIII y Ana Bolena llegó al trono con 25 años y hizo algo con lo que seguro nadie contaba y que fue fiel reflejo de cuán clara era su misión.
Se negó a casarse pues, según cuenta Cristina Morato autora de Reinas de leyenda, quería "evitar que su esposo le arrebatara el poder. No quiso tener hijos. Deseaba gobernar sola, y buscó la compañía de sus amantes para paliar su terrible soledad, sin permitirles tener un papel político, ni interferir en asuntos de Estado". Pese a sus deslices amorosos era conocida como la Reina Virgen.
De poco sirvieron los ruegos de la Cámara de los Comunes para que contrajera matrimonio, ella se negó en redondo alegando que su compromiso era total con Inglaterra y que todos los ingleses eran sus hijos. Ante la insistencia, disolvió la institución durante cuatro años.
Isabel I estuvo en el trono 44 años y llevó al país a un periodo de esplendor económico y cultural. Por eso se le llama isabelino y se considera que fue una edad de oro. Inteligente, ambiciosa y despiadada, restauró el protestantismo en Inglaterra y mandó decapitar a María Estuardo, la reina católica de Escocia.
Catalina la Grande apartó al zar del poder
Otra historia llamativa que tiene lugar en el siglo XVIII. Una princesa alemana llamada Sofía de Anhalt-Zerbst llegaba a la corte rusa para casarse con el heredero.
Se convirtió a la religión ortodoxa y recibió el nombre de Catalina. Cuando Pedro III fue nombrado nuevo zar, su mujer no tardó en darse cuenta de que el mandatario carecía de carisma y personalidad para ostentar el mando. Solo unos meses después de su coronación, ella dio un golpe de Estado y le arrebató el poder en 1762.
Gobernó Rusia con mano firme durante 35 años, durante los cuales trató de modernizar la sociedad y logró consolidar avances tecnológicos, asentar la cultura, favorecer la economía y expandir su territorio.
Bajo su mando, se ganó espacio en el Báltico y se logró acceso al Mar Negro, convirtiendo Rusia en una gran potencia del este de Europa. No es de extrañar que haya pasado a la historia como Catalina la Grande. Su vida fue contada en una miniserie protagonizada por la actriz Helen Mirren en 2019.
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Isabel la Católica y su lucha por el trono
No estaba destina a ser reina, pero luchó como pocas por convertirse en la gran señora de Castilla, con determinación y firmeza. Las muertes del rey Enrique IV y de su propio hermano Alfonso hizo que ella misma se autoproclamara reina por encima de Juana, la hija del monarca, que debería de haber sido la sucesora.
Se la conocía como 'La Beltraneja' y los rumores aseguraban que era en realidad hija de Beltrán de la Cueva, mano derecha del soberano; recordemos que a Enrique IV se le llamaba 'el impotente'.
Isabel batalló por mantener sus derechos dinásticos y salió victoriosa. Durante las tres décadas de su reinado gobernó con autoridad, de la mano pero nunca aceptando imposiciones de su esposo, Fernando de Aragón; algo sorprendente para la época.
Con Isabel la Católica se finalizó la reconquista, se inició el camino hacia la unidad territorial y surgió la monarquía autoritaria con una nueva organización interna. También se implantó la Santa Inquisición y se expulsó a los judíos.
La expansión territorial fue uno de sus grandes logros, impulsando el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492.
Catalina de Aragón, una reina repudiada
La suya es una de las historias más tristes de la monarquía, pero desgraciadamente no la única. A lo largo de los siglos las mujeres han sufrido lo indecible en el trono como consortes.
La hija mejor de los Reyes Católicos contrajo matrimonio primero con Arturo Tudor, heredero al trono británico, y a la muerte de este, sin haber llegado a portar la corona, se la desposó con el nuevo rey, Enrique VIII, despiadado como pocos.
No logró darle un heredero varón aunque pasó por seis embarazos, así que el monarca se deshizo de ella para casarse con Ana Bolena.
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Culta y muy formada, Catalina ponía especial énfasis en las obras de caridad, lo que le generó muchas simpatías.
Fue expulsada de la corte tras el divorcio y vivió hasta el fin de sus días recluida en el castillo de Kimbolton, cerca de Cambridge.
Ella siempre se consideró la reina legítima, pese a haber sido degradada a princesa viuda de Gales. La mantuvieron casi en la miseria, pero nunca aceptó firmar la inhabilitación, ni aceptó la nulidad de su matrimonio. Mantuvo su regia dignidad en el dolor y la pobreza hasta su muerte.