Después de seis años de lucha, Carla Vilar ha cumplido su sueño de ser madre. Una decisión que tomó en enero de 2017 cuando, confiada en que el embarazo llegaría pronto, se encontró con una triste realidad. “Yo creía que sería madre al primer intento, tal y como nos habían vendido siempre, sin embargo, tras varios intentos, me diagnosticaron de hipotiroidismo, lo cual supuso la primera de las muchas trabas para conseguir el embarazo”, cuenta Carla a Magas.
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Los médicos le recetaron medicación y le dijeron que cuando se regulase se quedaría embarazada. Pero no fue así. Dos años más tarde y, tras muchos test de embarazo negativos, apostó por realizarse la primera fecundación in vitro (FIV) en la clínica Quirón de Barcelona, la ciudad en la que vive. “En la primera estimulación ovárica saqué un montón de óvulos. Así que hicimos varias transferencias embrionarias que no funcionaron y, al tercer fallo de implantación, comenzaron a hacerme pruebas”, expresa.
Es entonces cuando le hicieron una estereoscopia y descubrieron que padecía de endometritis —una inflamación del endometrio provocada por una bacteria—. “Me dieron medicación, se curó y decidimos hacer una cuarta transferencia que tampoco funcionó”, relata Carla, quien, a sus 36 años, se planteó seriamente abandonar su sueño.
“A partir del tercer o cuarto negativo ya me empecé a hacer a la idea de que no iba a ser nada sencillo ser madre. Las primeras veces puede fallar, pero cuando lo intentas tantas veces y no puedes es que existe una causa más allá”, explica.
Sin embargo, a pesar de la frustración, decidió someterse a más pruebas para hallar el motivo real de su infertilidad. “Me cambié de clínica. Ahí me ofrecieron hacer un DGP, que consiste en analizar genéticamente los embriones para ver si había alguno dañado, pero me salieron bien”, dice.
Después, le hicieron dos transferencias más en esta nueva clínica y también resultaron negativas. Entonces, comenzaron a sospechar que pudiera deberse a una cuestión inmunológica, así que le hicieron pruebas relacionadas con este ámbito. Es ahí cuando descubrió que el motivo provenía de una incompatibilidad genética con su pareja. “Mi cuerpo rechazaba su genética, de ahí el fallo de implantación”, comenta.
El negocio de la infertilidad
Seis años tuvo que esperar hasta descubrir el verdadero motivo que le impedía ser madre. Las clínicas no le daban ninguna respuesta, solamente se dedicaban a colmarla de falsa ilusión al hacerle infructuosas fecundaciones in vitro, las cuales cuestan entre 3.500 y 5.500 euros cada una. Carla se ha sometido a nueve FIVS en total.
“De nada sirve someterse a una fecundación in vitro si no se han realizado las pruebas pertinentes para saber el motivo de la infertilidad. Las clínicas miran por el dinero. Son un negocio. Antes de hacer fecundaciones in vitro, deberían hacer todas las pruebas posibles para así descubrir el porqué. Pero no les conviene…”, denuncia Vilar, quien, además, critica que siempre las pruebas masculinas las dejan como último recurso cuando “son las más fáciles de realizar”.
Carla, como otras muchas mujeres que buscan quedarse embarazadas, desisten de intentar realizarse pruebas en la Seguridad Social y recurren a las clínicas privadas. “En la Seguridad Social había seis años de lista de espera cuando me apuntaron a mí. De hecho, me llamaron justo después de quedarme embarazada para decirme que ya me tocaba”, dice.
En todo el proceso hasta quedarse embarazada, Carla dice haber invertido en torno a 60.000 y 70.000 euros, entre pruebas, fecundaciones in vitro, medicación, visitas… Un dinero que ha pagado gracias a su sueldo como conductora de metro de Barcelona, así como a su canal de YouTube, el cual cuenta con 115 mil suscriptores y en el que habla sobre productos de cosmética, entre otras cosas; además del sueldo de su pareja. “He tenido que renunciar a muchas otras cosas en la vida con tal de cumplir el sueño de ser madre”, dice. “Todo lo que necesitas para ser madre, lo tienes que hacer pagando”, apunta.
No poder ser madre, un tema tabú
Según informa la Sociedad Española de Fertilidad, un 15-20% de las parejas españolas (una de cada seis) tienen problemas para tener hijos. Sin embargo, la infertilidad sigue siendo un tema tabú. “De toda la vida, a las mujeres se nos ha enseñado que debemos de ser madres y formar una familia. Y si no sirves para eso, eres menos mujer…”, denuncia Vilar. “Hay como una competición, muchas madres te dicen que se quedaron a la primera, cuando eso es difícil que ocurra, pero es lo que nos han contado siempre”, añade.
Por ello, lanza un mensaje a otras mujeres para que puedan sobrellevar de la mejor forma todo este proceso de búsqueda de un bebé. “ A las mujeres siempre nos hacen la típica pregunta de ‘¿y tú, para cuándo?’, mientras que a los hombres no se la hacen. Las mujeres nos sentimos presionadas toda la vida con tener hijos, es como nuestra función en el mundo y te lo hacen creer, cuando evidentemente no es así. Por eso, es importante que nos apoyemos en nuestra pareja, y no hagamos caso de las opiniones hirientes de los demás”.
No obstante, la relación entre las dos partes de la pareja también puede terminar deteriorándose en el proceso de búsqueda de un bebé. Uno de los principales problemas surge a raíz de programar, durante los días de mayor fertilidad del ciclo, tener relaciones sexuales obligatoriamente. “Se quema mucho la relación porque tienes que tener sexo, a veces, cuando no te apetece. Y si no lo haces te sientes mal por haber desperdiciado una mínima oportunidad ya que siempre te queda esa esperanza de quedarte embarazada de manera natural”, cuenta.
Carla estuvo un año yendo a terapia, “lo único que me trataron en la Seguridad Social”, dice. Una terapia enfocada a hacerle ver las ventajas que podía tener no ser madre. “Yo intentaba escuchar a la psicóloga pero al final mi sentimiento y mis ganas de ser madre pudieron con todo”, comenta. “Al final dejé de ir porque yo me decía a mí misma que si seguía adelante y conseguía localizar el problema, lo iba a lograr. Yo tenía claro mi objetivo”, comenta.
Lo que también tiene muy claro es que, si volviera atrás, contaría a todo el mundo el calvario por el que estaba pasando. “Lo vivíamos sólo mi pareja y yo. Ni siquiera se lo quería contar a mis padres. Mi madre es muy sufridora y tampoco quería que ella sufriera, ya bastante sufría yo”, cuenta.
Hasta que un día, comiendo en casa de sus padres, decidió contarlo. “Mi padre hizo el típico comentario de ‘bueno, ¿vosotros qué? ¿Cuándo os vais a animar?, Carla, que tú ya tienes una edad…’. Entonces, Carla no pudo evitar revelarle que llevaba ya años intentándolo. “Mi madre se puso a llorar, y me apoyó en todo… Mi padre también, aunque de otra manera. Él me decía que si no tuviera hijos no pasaría nada”, relata.
La infertilidad, enfermedad reconocida por la OMS
En la actualidad, la infertilidad es una enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud, “aunque en la Seguridad Social pasen de nosotras”, denuncia Carla, quien anima a todas las mujeres que lo sufren a que lo cuenten a su entorno, “que no se avergüencen, que no hay nada por lo que avergonzarse”.
“Lo vivimos en silencio por el tabú que existe en la sociedad, sin embargo, la gente debería concienciarse de que se trata de una enfermedad. Y que, por la presión social, terminas por no contárselo a nadie, lo cual afecta mucho a la pareja, porque el problema se convierte en algo casi secreto y es difícil de resolver. Se pasa muy mal”, cuenta.
Por todo ello, a su hija Daniela, que acaba de cumplir cuatro meses, le contará, cuando sea más mayor, el proceso por el que ha pasado su madre hasta conseguir tenerla. “Tengo hasta un cuento infantil que le leeré”, comenta. Además, entiende que contarle a su hija esta historia de lucha le servirá en el futuro para afrontar los problemas que se encuentre en la vida. “Si algún día me dice que se rinde con algo, le recordaré que, si yo me hubiese rendido, ella no existiría”, dice.
De esta manera, Daniela aprenderá el valor de la perseverancia y la importancia de luchar por los sueños. Esta es la herencia de su madre. “Los sueños, si se luchan, a veces se cumplen. A mí, en una clínica, me dijeron que me olvidara de ser madre, que jamás lo conseguiría, y no hice caso… Y menos mal que no hice caso”, concluye.