Era octubre de 2022, Emma y yo habíamos pasado toda la noche anterior en un auto cuyo chófer condujo desde Varsovia hasta la ciudad de Lviv, en Ucrania. Al pasar el primer filtro migratorio un soldado nos miró azorado ¿qué hacen dos mujeres, una con pasaporte estadounidense y otra de España en medio de la noche camino a la guerra?
[Muere la escritora Victoria Amelina por las heridas sufridas en el bombardeo ruso en Kramatorsk]
Un día después me reencontré con la escritora Victoria Amelina, a quien había conocido hace una década gracias a amigas escritoras feministas y activistas que trabajan contra la trata de mujeres en Europa del Este.
Esta vez, ya en plena invasión rusa, fue gracias al Hay Festival asociado con el Book Forum de Lviv, coordinado por la joven ucraniana Sofia Cheliak, que pudimos reunirnos de nuevo y reencontrarnos con periodistas y escritoras como Jon Lee Anderson, Peter Pomeranzev, Sonia Koval, Emma Graham-Harrison y Anna Batyscheva entre otras.
La idea de este encuentro cultural en medio de la guerra era discutir nuestra labor para entender y explicar la invasión orquestada desde Moscú, cómo documentamos los crímenes de guerra, cómo narramos la realidad contra el aparato de fabricar mentiras de Putin. Estar allí, en el lugar de los hechos, escuchar, mirar, sentir, aprender de quienes han abandonado la poesía para vestir de soldados y defender a su país de la barbarie. Estar allí y caminar con ellas y ellos.
Por la tarde, Victoria y yo salimos del sótano de la biblioteca para respirar y hablar a solas. Caminábamos juntas por el jardín universitario de Lviv. El tono de voz de esta escritora ucraniana nacida en 1986 es suave y cada palabra se monta en esa melancolía que la habita desde niña.
La cabellera rubia y larga, las manos nerviosas casi frágiles, la mirada dulce habitada por la tristeza que se instala para siempre en quienes documentan los crímenes más cruentos y el dolor colectivo que ha sembrado la guerra. Al principio solo respiramos sin hablar, hacía falta el silencio después de tantas horas en la biblioteca- búnker discutiendo todas las aristas de este genocidio perpetrado por Rusia.
Las palabras de consuelo no tienen cabida en ese contexto, respirar y mirarse en silencio es, a veces, la muestra más honesta del cariño que navega sobre las heridas abiertas.
Victoria Amelina publicó su primera novela The November Syndrom en 2014, enlistada entre los diez mejores libros de su país y desde entonces no dejó de trabajar en sus proyectos literarios, como activista de ferias de libros y haciendo eco de las voces de mujeres escritoras. Hablamos de su libro infantil, la vi sonreír con ilusión.
“Cuando termine esta maldita guerra escribiré otro libro para niños, uno para niñas, sobre la valentía”, me dijo mientras caminábamos bajo el sol invernal de un país en guerra. Habló entonces de la novela que está escribiendo. Me preguntó sobre el mundo allá afuera, dijo que le hubiese gustado hablar español para entender cómo se habla de Ucrania en España y América Latina. Le dije que España ha recibido a más de 120.000 personas refugiadas, eminentemente mujeres, niñas y niños.
“Qué bien, respondió, el otro día soñé que sacaba a mi hijo de aquí, que lo mandaba con su abuelo para que nadie pudiera hacerle daño”, de pronto algo ensombrece su mirada y dice “hace poco mi hijo me preguntaba cuándo comeríamos helado, ahora me pregunta si nos van a matar”.
Nos detuvimos un momento y le tomé un par de fotografías bajo la luz violácea del atardecer. "Es como un hada nórdica", pensé sin decir nada. Hay algo místico en ella; es de esas mujeres de apariencia diáfana que una vez que conversan despliegan una fuerza incompatible con la dulzura de su voz. Esa es la magia que sostiene el espíritu insondable nuestra querida escritora ucraniana.
Por fin sonríe cuando hablamos de su libro Un hogar para Dom (Dom´s Dream Kingdom, 2017), el libro ganador del Joseph Conrad Literary Prize. Eligió a un perro como protagonista de la historia de desencuentros y descubrimientos de una familia ruso-ucraniana que intenta adaptarse a la caída de la Unión Soviética. En ese hogar en que Dom parece ser el único al que no le importa dónde han nacido las personas, descubrimos a un coronel soviético jubilado, a la esposa que ama el mar y vive con esperanza. Una niña ciega que se deja guiar por el perrito.
“Quería contar las dificultades a las que se enfrenta nuestro país luego de tantos años de haber vivido bajo el yugo de la Unión Soviética, fuimos parte de ella y a la vez tenemos identidad ucraniana” dice Victoria mientras se detiene. Ahora ambas tenemos un vaso de café amargo en la mano y lo saboreamos lentamente, sigue “Putin ha logrado implantar una falsa narrativa de esta invasión y no es sólo difícil para ustedes explicar la verdad en otros países, para nosotras también lo es.
Muchas familias tenemos orígenes soviéticos, que no es lo mismo que rusos. Hay un tema de identidad muy complejo”. En 2016, cuando Victoria escribía este libro no imaginaba el papel que ella jugaría en la invasión del 2022.
Caminamos de nuevo y reflexiona sobre varios temas a la vez: “Es que… Lydia ¿cómo explicamos que esta no es una guerra sino una invasión injustificable?"
Entiendo, le respondo, es muy complicado entre tanto ruido mediático y la confusión creada intencionalmente.
Ella insiste “¿qué hubiese pasado si los Estados Unidos de pronto enviaran a su ejército y a paramilitares civiles armados para invadir México? ¿Te imaginas?” Guarda silenció y dice “nosotras también pensábamos que era impensable que Putin de atreviese a esta escalada mortal. Lo que quiere en realidad es crear un reino de terror, recuperar lo que fue la U.R.S.S desde un estado mafioso. Mientras tanto ha enfrentado a miles de familias ruso-ucranianas”.
Victoria tiene razón, Putin planeó la reconquista de Ucrania desde hace mucho tiempo, desde antes de que millones de personas pudiesen señalar en el mapa a Ucrania como una democracia que, con todos los problemas connaturales de cualquier democracia, es un país libre y soberano.
Es por ello por lo que esta mujer que estudió Ciencias tecnológicas, que trabajó en IT y que se ha convertido en una ensayista y escritora reconocida en Europa por su lucidez literaria, eligió desde que comenzó la invasión rusa, participar de tiempo completo en el grupo de documentación de crímenes de guerra. P
arte de Pen Club Ucrania, Victoria trabaja a diario en Truth Hounds (Cazadores de la verdad), un equipo multidisciplinario dedicado a desmontar Fake News y a documentar científicamente los crímenes de guerra cometidos por el gobierno ruso desde el inicio de la invasión el 24 de febrero de 2022.
Caminamos hacia la biblioteca para escuchar el debate de los poetas ucranianos. Victoria se detiene un instante y toma mi brazo: “Lydia ¿por qué dijiste que vives con la culpa de la sobreviviente? ¿qué significa eso?” Respondo que cada vez que han asesinado a una amiga o amigo periodista o activista en México, algo en mí recuerda que sobreviví los atentados y la tortura por pura casualidad.
Tal vez hubiese sido mejor que se salvara Regina más joven que yo, o Miroslava que tenía un niño pequeño. Porque una siempre se pregunta de qué privilegio goza para seguir viva en estas guerras contra la dignidad humana. Porque enfrentar a un estado mafioso, a un tirano, a los tratantes de niñas vinculados al gobierno, a los líderes de la delincuencia organizada que colonizan territorios enteros, es una profesión que no te deja lugar a la rendición.
Victoria me mira con ternura y dice “es que una vez que has aprendido a mirar y a contar, ya no hay camino de regreso a la negación”. Así es querida, respondo. Ya no hay manera de vivir una vida de reposada negación. Estamos destinadas al hiperrealismo que nos habitará hasta la muerte, el desgarro es inevitable. Vivimos, como escribió Piedad Bonet, en el borde del abismo.
Más tarde cenamos con todo el grupo. Victoria y yo nos abrazamos, alguien nos tomó fotografías. Brindé con ella y con Sofía Cheliac, me obsequiaron una pulsera para la buena suerte, para que me proteja. Nos abrazamos. En enero de 2023 nos reencontramos nuevamente.
Victoria estaba ilusionada con nuevos proyectos, emocionada por la posibilidad de que Putin sea juzgado como Criminal de Guerra, me mostró fotografías de los últimos bombardeos, las listas de mujeres, niñas, niños y hombres masacrados por los paramilitares rusos. “Ahora sí–me dijo en el jardín tomando una cerveza–creo que viviré para ver ese juicio contra el genocida”. Brindamos por ello, ojerosas y sonrientes.
Este 27 de julio, Victoria acompañaba a un grupo de escritores y activistas colombianos para explicarles la situación de Ucrania, fueron a cenar a Ría Lounge, el único lugar en que se podía comer en la región de Kramatorska a esas horas, y que es el sitio de encuentros de periodistas. De pronto un misil ruso Iskander de alta precisión cayó en las instalaciones, el caos lo invadió todo, trece muertes, sesenta personas heridas, los reporteros se agacharon bajo una de las mesas, Victoria permaneció sentada, como si nada hubiese sucedido.
Unos segundos después sus acompañantes descubrieron que unas esquirlas de metal se habían clavado en su cabeza, ella no podía moverse. Fue llevada del hospital de Kramastok a Dnipro, siempre acompañada por su mejor amiga Sofía y por su esposo. Victoria, de 37 años, no soportó la segunda neurocirugía. Antes de que el sol saliera plenamente este 1 de julio, Victoria Amelina murió en el hospital en que tantas veces había documentado nombres de personas heridas. Desde el viernes los médicos nos dijeron que había perdido la conciencia, que ya no sentía dolor alguno.
El primer día de julio de 2023, murió Victoria Amelina, víctima de un ataque estratégico contra civiles; uno más de los crímenes de guerra perpetrados por Vladimir Putin. Su legado permanece. Por ella y por su familia habrá que seguir contando cada una de las historias que conforman ese universo humano de la dignidad, la redención y la voluntad de vivir en medio del genocidio ucraniano.
*este texto comencé a escribirlo como parte de una serie de conversaciones de escritoras en la guerra. Jamás imaginé que se convertiría en el texto que narra la muerte de una amiga más.