En esta entrevista, la también editora de magasIN y Enclave ODS habla del libro, las emociones que le produce y sobre todo habla sobre la mujer y las mujeres que le han inspirado para la construcción de sus personajes. También de los hombres, también de H.
Debería saber lo inconveniente que es empezar hablando de amor con un reproche. Afortunadamente, Cruz es generosa y no parece incómoda cuando le echo en cara que he pasado varias noches durmiendo poco por el tiempo dedicado a la lectura de su libro.
Esta segunda novela de Cruz Sánchez de Lara no te deja fría más allá del escalofrío que producen muchas de sus páginas, muchas de sus líneas, sus pensamientos, su evolución argumental, esas imágenes que merecerían ser rodadas por Amenábar.
Se trata de un libro muy impactante, en la medida que aborda un tema que me ha interesado desde hace años, un asunto que nos interesa a ambas, entrevistada y entrevistadora: la violencia psicológica y los desórdenes que engendra una personalidad narcisista, en el sujeto narciso perverso, en sus víctimas, en su entorno.
“Es un libro complicado, muy complicado –reconoce–. Yo creo que va a ser complicado de leer por las emociones que provoca, y ha sido muy complicado de escribir. Yo había tenido una primera novela muy fácil, de esas tan fáciles que se escriben tan rápido que no debe ni contarse. Y he conocido el esfuerzo, el sudor y hasta la crisis de querer dejar Maldito Hamor, de querer dejarlo a medias. Porque me estaba costando muchísimo esfuerzo. Es una novela dura, dura”.
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Es una novela muy visual, muy bien escrita y con frases magníficas. He subrayado muchas que me han hecho pensar. Sobre ellas me gustaría construir nuestra conversación y conocer tus pensamientos... Por ejemplo: "Había vivido casi desde su nacimiento, con una intensidad desmedida de ese tipo que da a las alegrías tono de jolgorio y a las tristezas un halo trágico, casi tétrico". ¿Eso tiene algo que ver contigo?
Creo que eso es un personaje. No tiene mucho que ver conmigo, aunque en el fondo sí tiene que ver. Yo soy intensa, muy intensa. Y disfruto de los momentos buenos, pero cuando hay que sufrir también sufro de forma profunda. Las alegrías tienen unas enseñanzas de esas que llenan el corazón, pero las tristezas, los disgustos y los peores momentos son tan sabios que tenemos que vivirlos, bajar a lo más profundo de nosotros y aprender.
"Su fantasma lo oscurecía todo. No había vista más allá de él. Lo ocupaba todo de una forma irracional, obsesiva. No le permitía soñar con crear".
Es una forma de dibujar la obsesión. Cuando queremos que algo sea todo en nuestra vida, los seres humanos podemos llegar a hacer que todo sea en positivo. Cuando es en negativo, la ausencia y la pérdida pueden inundarlo todo de forma que, como decía Rabindranath Tagore, “si lloras por no ver el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas” y puede que un día no veas las estrellas.
"Quería consagrar mi vida a nuestra felicidad".
Esa es una frase muy de nuestras madres. Y todavía hay personas que buscan conseguir que el epicentro de su vida sea su historia de amor, especialmente mujeres. Eso rara vez funciona. Ese es el origen de Maldito Hamor: generar una dependencia tanto de una persona como de una historia.
"Un sentimiento crítico permanente que la colocaba en el centro de una rueda de radios punzantes. Nunca le parecía que hacía nada bien y se frustraba permanentemente por no encontrar la perfección. Clea siempre había sido diferente".
Ahora no sé si escribiría que Clea siempre había sido diferente, porque eso nos une a muchas mujeres. Con eso van a identificarse muchas mujeres y muchas chicas. Seguro que todas sentimos algo de culpa, queremos que todo sea perfecto y nos dejamos la piel. Y en vez de vivir la parte positiva de lo que conseguimos, buscamos los defectos.
Creo que es algo que nos une de una forma casi solidaria, en la que nos entendemos y con empatía, porque todas hemos sentido eso en mayor o menor medida. Alguna vez, en lugar de regodearnos y de colgarnos las medallas de las cosas buenas que pasan en la vida, pensamos en lo que no ha salido bien y eso nos produce mucha frustración.
“Ese tío no era normal y esa relación era tóxica. Ese tío la tenía abducida”. Entramos muy en materia del libro.
Esa frase es de una conversación entre amigas, que son las que desgarran el alma. Las amigas son las que te dicen la verdad, y te puedes enfadar, puede no gustarte. Pero siempre hay una que te dice a la cara lo que te está pasando. A lo mejor en ese momento no le haces caso o incluso te enfadas. Pero un día miras hacia atrás y piensas “cuánta razón tenía”. Y las de Clea eran buenas amigas.
Están presentes en muy pocos párrafos, pero están muy presentes.
Ya se encarga Henry de que no lo estén. Cuando alguien se topa de cara con el hamor, se le aísla de su ambiente.
"Yo a veces también creía que no era normal. Pero mi resquemor se esfumaba cuando escuchaba lo que estaba deseando oír. Sus palabras, seguras y firmes, hacían que me sintiera tan, tan, tan inmadura, que hasta llegaba a cuestionar mi cordura".
Cuando alguien te hace cuestionarte si eres lo que tú crees que eres es un motivo más que suficiente para salir corriendo. Cuando cuestionarse viene de una relación de poder debería estar prohibido. O sea, deberíamos tener algún mecanismo corporal que hiciera que nos saltara algo, para evitar lo que viene después.
“No se reconocía, estaba consiguiendo su propósito de aislarse y empezar a morir en vida como las esposas de los faraones egipcios que se enterraban con ellos”.
Lamentablemente, en nuestra sociedad hay muchas muertas en vida. Lo que yo he pretendido con Maldito hamor es explicar que eso, que se ve como portada de periódico o como apertura de telediario, es una situación que le puede pasar a cualquiera.
Y he procurado que se entienda por qué cualquiera puede estar ahí, cualquiera. Y cuanto más bueno, más perfeccionista, con más deseos de agradar a los demás, cuanto más te importe la felicidad de los demás, más papeletas tienes.
¿Podemos decir que Maldito hamor es una novela en la que se define el maltrato psicológico y que explica por qué va engulléndote poco a poco?
¡Claro! Si tú quedas tres veces con un chico y en la cuarta te suelta un bofetón, sales corriendo. Cuando llegamos a tratar el tema del deseo de la muerte propia o de la muerte ajena es porque hay un trabajo previo detrás, un trabajo de destrucción, de aniquilación de la autoestima. Hablamos de cómo una relación, que en principio puede parecer idílica, puede convertirte en una víctima y a él en un asesino.
¿Por qué nos engañamos tanto?
Hace aproximadamente quince años hice una terapia para descartar el autoengaño, para aprender a no hacerlo, porque me di cuenta de que tenía un problema. Por ejemplo, decidía no ir a un sitio y cuando me preguntaban por qué, después de dar otras razones, acababa reconociendo que era porque tenía miedo a algo. Sentarte delante del espejo y llamar a lo que sientes por su nombre es un verdadero aprendizaje que te hace vivir mucho mejor y más serena.
Pero es muy complicado. Si te autoengañas, vives de una manera más fácil. Decirte la verdad a ti misma es muy difícil. Yo llamo a las cosas por su nombre y quizá a la gente le espante. Por ejemplo, frente al lanzamiento del libro, digo que siento miedo. Y me contestan, “hombre, miedo, no, ¿por qué?” –¡Horror, hace cinco minutos se lo he dicho yo!–.
Pues sí, miedo a no poder seguir con esta pasión de escribir porque a la gente no le guste. Tengo miedo y no pasa nada. Ya sé que es subjetivo y que probablemente no se corresponda con la realidad porque todo pinta muy bien, pero a las cosas hay que llamarlas por su nombre. Hay que ser honesto con uno mismo. Hacerse trampas al solitario no es inteligente.
¿Cómo has sentido escribir que alguien tiene deseo, necesidad y capacidad de matar?
Como un drama. En el capítulo 13 dije “¡Hasta aquí he llegado! Esto es angustioso”. No quiero que nadie viva la angustia de esta historia. Y mi editora y mi jefe, director, marido, que lo estaba leyendo, me dijeron que era buenísimo, que tenía que seguir. Y seguí escribiendo, protestando todo el tiempo porque me daba miedo.
Además, lo estaba pasando mal. Yo he sido abogada, y gran parte de lo que sé lo he aprendido de escuchar a los demás, y he aprendido cómo el instinto de supervivencia nos puede llevar a desear la muerte de otro. Ha sido muy difícil de explicar. Pero no es más que lo que he oído muchas veces. Morir o matar.
Clea son muchas mujeres, ¿verdad?
Muchas: tiene algo de todas. Al principio hasta te cae mal porque piensas que lo tiene todo –porque yo dibujo personajes que lo tienen todo– y luego te das cuenta de que su vida es muy complicada.
En Clea está la mujer fuerte, la frágil, la animada, la que lo hacía todo, la que se atrevía, la valiente, la canalla, la modosa. Yo creo que en ella están todas las mujeres, porque están todas las susceptibles de encontrarse con alguien y decirse “Tú no eres así, conmigo vas a ser distinto”.
Eso también habría que enseñar que no ocurre.
Mira, yo recuerdo una señora mayor que me dijo un día: “La gente no cambia. Y si cambia es a peor”. Cada persona puede modificar sus actitudes, pero no su esencia. A las chicas jóvenes hay que decirles que no jueguen a ser Dios.
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“Intenta enamorarte de alguien de un modo sano por una vez”.
Es que hay que enamorarse de una manera sana. Y ahora es todavía más difícil. Me preocupa mucho la gente joven, muchísimo, y su modelo de relaciones, la inmediatez: si algo no les funciona, enseguida buscan otra cosa, porque lo tienen todo tan al alcance de la mano, que me parece que, de eso que es algo buenísimo para ellos, que tienen el acceso a la información, a otros mundos, también van a venir muchos problemas en las relaciones humanas.
Y deberíamos vigilar que todas nuestras relaciones, no solo las de amor, también las de amistad y las de familia, fueran sanas, porque es nuestro núcleo duro. Y si el núcleo duro está podrido, nuestra vida no puede ser una buena vida.
Porque acaban destruyendo el verdadero núcleo duro que es uno mismo.
Yo siempre he dicho que de esto no se sale sola, hay que buscar ayuda, porque por muy fuerte que una o uno se crea –esto les pasa también a algunos hombres–, cuando se tiene una relación destructiva, se acaba dañado y no se puede seguir viviendo como si no te ocurriera nada. Tienes que recuperar lo que has perdido de ti, sanar las heridas y volver a vivir. Las relaciones de poder en el amor deberían estar prohibidas.
Y son muy comunes.
La sumisión en una relación de pareja es muy habitual. Y muy peligrosa, tanto para una persona como para la sociedad en su conjunto. Que una sociedad se construya con relaciones de poder dentro de las parejas es brutal. Tiene unos efectos horribles sobre la educación de los más jóvenes, sobre la vida de las personas, la salud mental, la forma de relacionarnos.
En las relaciones humanas pierdes poder sobre ti mismo porque ya no te preocupas sólo por ser feliz tú, sino para que lo sea el otro. Si enfrente tienes a alguien que te corresponde, que busca lo mismo, es una suma y una multiplicación y una elevación a la enésima potencia. Si alguien te pone el pie encima del cuello para que no puedas seguir, te lleva a eso, o a desear matar o a desear morir…
Si alguien te lo pone y tú te dejas...
No es tan simple. Lo de culpabilizar a quien cae en una situación así es un poco feo y primitivo, porque ya sabemos que cuando alguien ejerce poder sobre ti, en tu relación, suele ser un narcisista perverso. Es la definición que a mí más me gusta, que no es mía, sino de Miguel Lorente.
Y un narcisista perverso no ataca de frente: te conoce, conoce a su presa y va haciendo mella y eso te destruye. No es que te dejes. Probablemente al principio planteas resistencia, pero seguramente sea tan maravilloso que te haga adicta a esa relación.
“Los corazones a veces también tienen cerebro y otras incluso lo pierden”.
Cuando el corazón pierde cerebro, estás perdida, destrozada. Siempre digo que el corazón está en un sitio perfecto, entre el estómago y la cabeza, porque al final es lo que nos neutraliza los impulsos más viscerales y los pensamientos más racionales. Si te dejas arrastrar por la pasión, la generosidad, la culpa, la pena… Ese día, si Henry te mira a los ojos, estás perdida.
¿Qué alarmas tienen que dispararse para entender que estás ante un Henry?
Siempre hay un pequeño detalle. De mi vida anterior, como abogada, recuerdo a una mujer a la que su marido pegaba tres o cuatro veces por semana y jamás se le pasó por la cabeza denunciar. Un día él llegó a casa y le dijo que estaba harto de ver a la foca de su madre. Puso verde a su suegra y la mujer se fue a la comisaría y denunció.
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No le contó a la policía que le pegaba, le contó que había llamado gorda a su madre y claro, la policía la volvió a mandar a su casa. Tenía tan normalizada la violencia, que lo que a ella le había dolido era lo no punible: que ofendiera a su madre. Cuando uno descubre su propia alarma, su propia alerta, hay que buscar ayuda de alguien que te enseñe a construir el relato de tu vida y a superarlo.
“Nadie va a creer que una mujer tan fuerte e independiente lo pasa mal. Es de las cuestiones más difíciles, sobre todo cuando una llega a convertirse en parte de esa especie a la que los demás consideran inmortal y piensan que no le llueve encima”.
Muchas de nosotras somos ese tipo de personas. Lo que pasa es que todos tenemos un escudo para manifestarnos, para estar ante el mundo y cuanto más expuesto estés, más duro y grande es el escudo. Y parece que no sufrimos, pero todos sufrimos. Yo lloro mucho y creo que tú también lloras, y lloramos todas y lo pasamos mal.
Y no tiene por qué interpretarse como que no sufrimos porque seamos fuertes. Sufrimos todas. Cada una lloramos a nuestros tiempos, a nuestra forma, aunque procuremos aparentar fortaleza. Yo soy llorona y además me emociono. Me emociona la gente que me quiere, la gente que se esfuerza por hacer algo y me emociona el arte y la vida.
“Pobre Henry, no sabía gestionar sus emociones, estaba necesitado de cariño y de comprensión. Ambos habían tenido suerte, ella se encargaría de entenderlo y de ayudarle a superar situaciones así. Pronto cambiaría de actitud. Ahora eran un equipo, quería ser perfecta para él, tenía miedo a defraudarle”.
Miedo a defraudar: eso lo hemos tenido todos… Yo sigo teniéndolo. A mí misma y a la gente a la que quiero. A la gente que me importa, que respeto. Yo compito conmigo misma por hacerme mejor cada vez. Soy muy estricta conmigo misma, muchísimo, pero procuro ser honesta, buena y hacer lo que puedo para no defraudar nunca a aquellas personas a las que os quiero, porque yo sé que me entendéis, que entenderíais que me equivocara, pero no que os traicionara o que no diera lo mejor de mí.
“Cada vez el dolor le impresionaba menos porque ya era costumbre”.
Creo que fue en la Universidad de Harvard donde hicieron un experimento con unas ratitas. Les ponían un circuito para llegar a la comida y, en medio del circuito, una descarga eléctrica. Las ratas iban todos los días y cuando tenían hambre sabían que tenían que pasar por la descarga. Llegaba un momento en que no la notaban porque lo que necesitaban era comer. Acabamos acostumbrándonos al dolor e interiorizándolo como normal.
Buscando el deseo, el cariño, la protección.
El sexo con alguien que procura tener una relación de poder contigo es adictivo, fuerte. Esto es algo sobre lo que he hablado muchísimo con personas que han tenido relaciones tóxicas. De hecho, muchas luego tardan en encontrar relaciones sexuales satisfactorias porque es tan fuerte, tan brutal y se genera una adicción tan grande, que después es muy difícil volver a encontrar una normalidad, una relación de sexo como comunión, de cariño, porque te acostumbras a algo donde el poder manda…
Y el poder, cuando se mezcla con los fluidos y con la piel, es brutal, es casi mágico, pero en sentido negativo. Cuando te metes en una relación así, el sexo es un punto importante, pero es la necesidad que tenemos de que nos quieran. Y como alguien juegue al “Te quiero, no te quiero”, te pones un reto para conseguir que te quiera. Y eso a muchas personas las lleva a la destrucción o a la muerte. Todos necesitamos que nos quieran. Es el resumen de la vida.
Otro tema, temita, temazo: “Llegué a pensar que sus reacciones dependían de mi comportamiento”.
La culpa es uno de los grandes temas de este mundo. Si en una coctelera agitas la culpa y la pena juntas, destrozas a cualquiera. Como te sientas culpable y sientas pena por alguien, prepárate porque has conocido la destrucción de tu personalidad.
“Silencio. The end. The beginning. Silence. Final. Principio. La muerte. La vida. La libertad, la ansiada libertad”. Fin.
Lo terminé. Bien. La libertad… Hay que vivir libres e independientes. La clave para ser felices y para amar felices es ser independiente y tener la llave de la puerta: poder irte y saber que te quedas porque es donde mejor estás. Y yo creo que si todas consiguiéramos estar donde queremos estar, todos, en general, seríamos mucho más felices. Porque hay mucha gente que vive vidas que no le corresponden porque se autoengaña.
[Adiós a Luysa, el hada de las mariposas]
Yo deseo que si, leyendo Maldito hamor, alguien intuye que algo en su vida no funciona, empiece a pensar “Next”… y que no se mata a nadie. Lo que no podemos hacer las buenas personas es convertirnos en delincuentes porque alguien quiere hacer nuestra peor versión. Mi amiga Luysa, que ha muerto hace unos días, construyó una relación de amor e igualdad que le duró casi 60 años. Yo creo que ahí estuvo la clave de su felicidad. En una de las últimas conversaciones me dijo: “El futuro no existe, existe el presente. Carpe diem. Vive la vida y rodéate bien”.