Ha fallecido Luysa Revuelta, mi querida amiga Luysa. Era asturiana y escribía su nombre con una letra distinta al resto de las que se llamaban como ella. Como la Reina, como una reina.
Si ella hubiera tenido que escribir esto sobre mí, lo habría hecho en forma de elegía. Era poeta y amante de las cosas bellas. Ojos turquesas, corazón gigante y melena rubia. Tono de voz dulce, dulcísimo. No sabía gritar. Mi amiga, una hermana en menos de una década.
Esta mañana quise escribir un artículo y el director me pidió algo objetivo y que no fuera ñoño. Empecé y lo dejé. Volví a intentarlo y fracasé de nuevo. No se puede escribir sobre Luysa y quererla, sin ser cursi al hacerlo. Ni lo uno ni lo otro. Ella no lo perdonaría.
[Luysa R. Maroto: "El placer de disfrutar de una mesa bonita no tiene por qué ser colectivo]
Le encantaba todo lo que brillaba. Todo excesivo: sus outfits, sus regalos, sus casas, sus afectos, sus fiestas, su bondad, la magia de sus consejos, sus mesas, sus planes... Hasta su generosidad estaba teñida con purpurina. Hasta su fuerza en la adversidad, hasta su año de sufrimiento con su cuerpo cosido en cada intento. Todo lo revestía de dignidad y serenidad.
No puedo ser objetiva ni dejar de pintar de colores este homenaje a una gran mujer. Pido disculpas a quien esto le parezca un exceso, pero a mis 50 años no he aprendido a perder a la gente que quiero. Imagino que a quienes me lean les pasará lo mismo. No sé renunciar a los abrazos de personas como Luysa.
He oído muchos argumentos de consuelo en el tanatorio, pero ninguno me sirve. Hoy el mundo se queda más triste, menos bonito. Y yo estoy más sola. Como todos los que la queremos.
Amaba por encima de todas las cosas. Amaba a todos los suyos, pero estaba loca de amor por su marido. Toda la vida juntos y Félix y ella seguían y siguen enamorados. "Cari" decía ella sonriente y caprichosa, haciendo un chiste de todo y parando a desconocidos para poder inmortalizar cualquier momento. Él se cansaba de tantas fotos y ella reía y reía.
Tenemos recuerdos en cientos de lugares juntas: "One minute", dijo en Cracovia porque encontró un encuadre fantástico y hacía que estuvieran contentos hasta quienes tenían que pararse en mitad de la calle. Hoy he mirado mi WhatsApp con ella y había guardadas 1.545 imágenes. Las de Venecia son geniales. Sonreíamos hoy recordando las anécdotas de aquel viaje que nunca olvidaremos.
Ella quiso dejar constancia de todo en su móvil para que no pudiéramos olvidarnos de ninguno de los momentos en los que fue feliz.
La amante sabia de las mariposas
Le encantaban los tonos pastel y las plumas, los bolsos con pedrería y las gafas de sol de megastar. Y las gaitas de su Asturias natal y sus amigos de la infancia y los huevos con bogavante. Y la música. Bailar y divertirse. Y trasnochar. Se perdía por el sabor del ajo y le hacía gracia verme tomarme una copita de algo (a mí, que no bebo). Era algo así como dejarme claro que si me pedía algo, yo debía hacerlo como ella hacía otras cosas por mí.
Luysa: gamberra y disfrutona, sincera y buena. Buena hasta decir basta. Jamás la oí criticar a nadie.
Era la amante sabia de las mariposas. Muy sabia. Me contaba siempre sus comienzos con Félix. Probablemente tengan una de las fortunas más grandes de España, pero es fruto del esfuerzo, del trabajo constante y del tándem perfecto en el que han pedaleado toda la vida.
Eran jóvenes y no parecía que el futuro les fuera a regalar nada. Daba igual. Ella soñaba, soñaba con sus ojos -repito, sus ojos turquesas- abiertos a todo con la curiosidad por beberse lo bueno. Cuando se conocieron, no tenían ni para salir a diario.
Era invierno, compraron unas castañas para calentar sus manos metidas en el bolsillo del abrigo de Félix. Pararon frente a un edificio y ella miró a las ventanas.
-Félix, algún día tendremos una casa así juntos…
-Ni en nuestros mejores sueños…
Entre eso y el imperio de los Revuelta solo ha transcurrido algo más de medio siglo de amor. Formaban una sociedad en la que los papeles estaban bien repartidos.
Los dos remaron siempre a favor de los suyos y en contra de nadie. Con mucho cariño, fuerza, unas cabezas privilegiadas y la familia y los amigos como el eje central de la vida. Y crecieron hasta no poder desear nada más.
No envidiaban nada. Tan solo deseaban no perder lo que tenían. Solo querían compartir la vida con sus dos hijos y sus cuatro nietos.
Lulú, como la llaman los hijos de Kilian y Vanessa, adoraba a la siguiente generación de los Revuelta. Y ellos la veneran. En su casa de Madrid, grabamos el video de los primeros pasos de la tercera de sus nietas y no podía resistir la mirada fija y penetrante de la más pequeña. Jugaba con los mayores y presumía de ambos. Ella siempre alababa las virtudes de los suyos sin encontrarnos nunca un defecto.
Esa era Luysa, esa seguirá siendo. La decoradora de las vidas de todas sus amigas. El hada madrina que todo lo pintaba de mariposas.
Cuando me enteré de que tenía que ir a despedirme de ella, busqué por todo Madrid unas mariposas de cristal de colores, como las que a ella le gustaban para sus vestidos, sus sombreros o sus servilleteros.
Encontré unas sobre una peana bajo una campana de cristal y las coloqué en una mesa cerca de su féretro. No venía a cuento, pero quería que tuviera mariposas cerca.
Una caja de madera rodeada de decenas de coronas y una foto de mi bella amiga rubia con sus ojos turquesas y su sonrisa seductora. Eso sí, el marco con piedras brillantes de colores. Como ella.
Me encontré allí con Cristina Tárrega que me habló de mariposas y se las enseñé. Lorenzo Quinn me enseñó que en su IG había comenzado el día con la imagen de una mariposa. Hoy todas sabemos que la mariposa reina emprende el vuelo y no queremos.
Carpe diem
Luysa se quedará con nosotros. Con todos nosotros. Estamos todos licuados por la pérdida, pero les cuento lo último que me imploró la semana pasada en el hospital.
Dijo que cuando se recuperara íbamos a hacer una fiesta para celebrar la vida: “Carpe diem, Cruz. Disfruta de cada momento y sé feliz. Nunca sabes cuándo se acaba”.
Era previsora y nos encargó a todos que cuidáramos de los otros como ella lo hacía. Consiguió que todos fuéramos Revuelta.
Queríamos ir a la inauguración de una calle con el nombre de Félix en Logroño. Queríamos las dos, porque él nunca ha olvidado su ciudad. Ahora me ha dejado sola en el intento. Nos gustaba defender las causas justas y esta lo era, en correspondencia al hombre que nunca olvidó sus orígenes.
Quise ir el domingo a llevarle Maldito Hamor, mi nueva novela. Le hacía ilusión estar en los agradecimientos. No llegué a tiempo. También le hacía mucha ilusión ser una de las protagonistas de "Elba Kaplan", una historia que tengo sin publicar. En fin, se entusiasmaba con todo.
Maestra de la vida
Estaría enfadada si me hubiera visto llorar como la que ha perdido a una hermana. No quería dramas. Habría repartido pañuelos y habría contratado a una orquesta. Se habría puesto unos tacones para bailar, como a ella le gustaba. Coqueta, coordinada en su aspecto hasta el extremo y guapa. Siempre guapa. Hasta el final.
Sí, desde hoy estamos un poco más solos. Aun así, hemos tenido la suerte de vivir con una maestra de la vida.
Gracias, Luysa, por todo lo que has hecho por aquellos a los que nos ibas sumando a tu tribu, por tu familia. Gracias por esa existencia dedicada a embellecerlo todo y a hacerlo divertido. Gracias por tu amistad y gracias por quererme, amiga.
No te vas. Te quedas aquí. Te he visto en los ojos de todos tus amigos, en los de Félix, en los de Vanessa y Kilian, en los de Merche y Willy. Seguiremos celebrando la vida contigo.
La imaginaria Fundación Luysa Revuelta no tiene estatutos, pero tiene patronos. Todos los tuyos nos quedamos como custodios de tu legado. No nos queda más remedio que hacer el mundo más bonito. Como tú querías. Con manteles, platos, poemas y amor, sobre todo amor.