Canaria de nacimiento y corazón, madrileña de adopción, actriz de cine, teatro, doblaje y televisión, Ana Wagener es una de las protagonistas de Intimidad, la serie de Netflix de habla no inglesa que arrasa en todo el mundo, con un total de 45 millones de horas visualizadas en 10 días, una propuesta inteligente e íntima que nos invita a reflexionar sobre la gravedad y las consecuencias de los ciberdelitos que atentan contra nuestra intimidad, con una mirada feminista y valiente.
Es cercana, generosa, enérgica y vulnerable, es decidida y transparente en el trato y la expresión, una actriz apasionada, autoexigente, autodidacta y vocacional que durante más de cuatro décadas se ha hecho a sí misma despacito y con tesón, profundizando con mimo en sus personajes.
Ha traspasado pantallas en multitud de series, como La señora o La otra mirada, y acaba de grabar en la serie Tú también lo harías de David Victori, además de la segunda temporada de Bienvenidos a Edén para Netflix y en Las noches de Tefía, que firma Miguel del Arco para ATRESPlayer, con la que está entusiasmada.
Charlamos en su casa madrileña, luminosa y acogedora. En la librería descansan numerosos premios, como el Goya que atesora desde el año 2011 por su interpretación en La voz dormida de Benito Zambrano.
PREGUNTA – Cuando llegan a tus manos los guiones de Intimidad, ¿qué es lo que más te impacta o sorprende de la propuesta?
RESPUESTA – Me llama la atención toparme con una historia protagonizada por mujeres y además tocando un tema que, en la actualidad, está afectándonos de lleno: cómo un simple clic puede cambiar o cargarse tu vida por completo, lo expuestos que estamos en las redes sociales y la falta de moral o la inconsciencia ante la gravedad de compartir cualquier porquería que te llega.
Los culpables no son únicamente los que envían archivos íntimos sino todos aquellos que los reenvían. En Intimidad se exponen los casos de dos mujeres de diferente edad, entorno, carácter y estrato social, que sufren un delito grave de vulneración de su intimidad porque se difunden videos en los que mantienen relaciones sexuales; me interesó mucho la temática y la mirada feminista. Realmente me impactó, es una serie muy necesaria.
Las creadoras de la serie, Laura Sarmiento y Verónica Fernández, han conseguido colocar en primera línea una historia de mujeres. Éxitos como este, ¿refuerzan la educación o el despertar del espectador hacia una mayor visibilidad de la mujer?
Ambas, Laura y Verónica, son dos mujeres luchadoras, yo las llamo de 'pico pala', con una larga trayectoria y mucha cultura feminista, sí, han centrado la serie en seis personajes de mujeres muy potentes pero además —y quiero recalcar esto porque me parece muy importante— algunas de ellas son mujeres maduras, lo cual no es habitual. Las mujeres mayores de 50 años tenemos grandes historias que contar porque llevamos mochilas muy cargadas.
Tener una edad avanzada nos borra del mapa y nos excluye…
Así es, nos invisibilizan porque no estamos en el mercado del deseo o del sexo, cuando sobrepasas los 40 o 50 años, no vendes. Si vas a buscar trabajo con 40 años te consideran un viejo, cuando yo creo que se trata de lo contrario, de poner en valor el bagaje, el currículum, el tener una agenda de contactos, de viajes, y un conocimiento profundo del ser humano.
Por eso me parece tan importante, no sólo que se nos visibilice sino que se dé valor a lo que significa envejecer o hacerse grande, como dicen los argentinos, con dignidad. Seguimos teniendo deseo sexual y deseo intelectual. Tengo la sensación de que la acogida de la serie, que para mí ha sido sorpresivamente maravillosa, ha sido porque muchas mujeres, y hombres, feministas se han sentido identificadas.
¿Qué has descubierto y aprendido de Alicia, la inspectora a la que interpretas?
Al sumergirme en el mundo de Alicia, inspectora en la sección central de delitos en tecnología de la información, entendí la complejidad de su trabajo: si no hay denuncia es muy complicado, no sólo investigar sino acusar a los responsables del delito. Hay muchísimos casos de mujeres que viven o se suicidan con vergüenza, con miedo, con culpa.
El trabajo que hacen estos profesionales especializados exige tener muchísima delicadeza, preservar y darle máxima importancia a la privacidad de las personas que llegan a tu mesa. Por eso he trabajado el personaje de Alicia como psicóloga más que como inspectora, desde la escucha, para no bloquear a la persona que tienes enfrente, sin violencia, con sensibilidad y discreción, porque las víctimas de este tipo de delitos cuentan cosas muy íntimas.
¿Cómo librarnos o escapar del miedo, de la vergüenza que sentimos aquí y ahora las mujeres ante estas situaciones de peligro y acoso?
El miedo existe porque existe el peligro. Todavía hay mucho peligro en esta sociedad por el mero hecho de ser mujer. Las leyes tienen que reforzarse muchísimo y hay que invertir más porque hay muertes diarias. Incluso hay gente a la que le cuesta trabajo, a día de hoy, admitir que la violencia de género existe.
¿Crees que el audiovisual puede servir, no sólo como mero entretenimiento sino para denunciar injusticias, remover conciencias y provocar reflexiones?
Sí, creo que la llegada de las plataformas ha ayudado mucho a difundir estos temas. También se ha descentralizado la producción y ahora se ven reflejadas otras ciudades, no exclusivamente Madrid o Barcelona; es magnífico cómo queda retratado Bilbao, en Intimidad.
Hay mucha producción de entretenimiento pero cada vez más trufada con series en las que tienes que escuchar, estar atento, que te llevan a reflexionar sobre relaciones de pareja, de trabajo u otros conflictos diversos, y al terminar de verlas sientes que algo en ti se ha modificado, eso es una maravilla. El audiovisual y el teatro son herramientas sociales. Para mí el ideal como actriz es participar en proyectos que remuevan conciencias.
¿Por qué crees que te ofrecen habitualmente personajes de mujeres fuertes, con carácter? ¿Cómo las preparas para convertirlas en mujeres reales?
Dentro de lo que yo llamo los 'paisajes humanos', mi fisionomía es la de una mujer fuerte y me considero una mujer con personalidad. Para mí, encarnar un personaje es siempre una aventura nueva, me produce mucha emoción pero también vértigo. Casi todos los personajes tienen una especie de etiqueta, la buena, la mala…yo esa etiqueta la borro, no me interesa, no creo en las etiquetas que nos ponen.
Siempre busco la debilidad del personaje, su talón de Aquiles, y si no está en el guion yo me lo invento. Entonces aparece su humanidad, que es finalmente lo que a mí me interesa; creo que nadie es bueno o malo, mentiroso o auténtico, todo está bajo sospecha y el que diga lo contrario, miente, todos tenemos secretos, defectos, miserias.
¿Cuáles son las herramientas y los valores que te han ayudado a mantener la continuidad en tu trabajo?
Lo importante es mantenerte, pero con dignidad. Siempre que digo sí a un proyecto es para darlo todo. Yo me considero muy afortunada, he ido poco a poco y me he hecho un sitio. Para mí, la empatía es el valor fundamental. Empatía con todo el equipo, desde la persona que te recoge por la mañana a la que te maquilla o la que te da de comer en el rodaje, y además trasladar esa empatía a los personajes que haces.
Siempre hay que ponerse en el lugar del otro, y para eso hace falta apertura y honestidad, porque todo el mundo tiene inseguridades y miedos, hay que entender reacciones: escuchar. La empatía, el respeto y el saber estar en tu sitio, es algo que siempre tenemos que recordar y enseñar a los que empiezan. Pero, además, los actores tenemos que estar siempre afinados, es nuestro deber tengamos o no trabajo, y ese es también el motor que me mueve.
Creo en el trabajo, y no hablo de perfección, yo adoro la imperfección, sino de volcarse en el trabajo. Detrás del resultado, detrás que lo que ve el público, de los premios o los modelitos, detrás de todo eso hay mucho esfuerzo y sacrificio, por eso creo que ésta es una profesión de alto riesgo físico y emocional. El aprendizaje ha de ser continuo, hay que morirse aprendiendo.
En tu vida personal, ¿a qué te aferras o qué cosas te sostienen e impulsan para seguir adelante?
Me aferro a la gente que quiero, el sentirte querido y el querer es el motor. Además, yo todo lo extraigo de mis emociones, me alimento de la familia que me queda y de mi familia de amigos, de las relaciones humanas. No compartir con la gente las cosas que te pasan, buenas y malas, sería como hacer de la vida un soliloquio, un monólogo. Así que mi motor es el amor y por supuesto el estudio y la preparación, que son exigencias sin las que yo no entiendo mi vida.