Empecé a hablar con nueve meses y no me animé a caminar hasta el año y medio. Según el pediatra era un poco vaga (¡tela cómo etiquetaba el hombre!), pero me auguraba un futuro como periodista radiofónica. Ni lo uno ni lo otro.
Es decir, ni crecí como mujer vaga ni el potencial que asomó la cabeza cuando aún iba en brazos era augurio de nada. Porque para ser una buena comunicadora tienes que tener mucho más que labia.
Cierto es que pasé por la radio, pero no porque se viera venir, sino porque con el paso de los años desarrollé (de manera consciente) habilidades y capacidades. Me dieron la oportunidad de compartirlas teniendo una sección propia en el programa Ya veremos de Juan Luis Cano (Gomaespuma) en M80. Y, cómo no, aproveché la oportunidad.
[¿Quién es Juan Luis Cano, el locutor que participa en ‘Pasapalabra’ como invitado?]
A lo que voy, que si más de una vez te has preguntado si ser buen/a comunicador/a es algo que se hace o con lo que se nace, la respuesta es que puedes venir con un potencial extra, pero que si no lo desarrollas se atasca o se pierde. Y, a menos que tengas alguna condición patológica, tu capacidad para convertirte en una “supercomunicadora" está en tus manos.
¿Y en qué se diferencia una buena comunicadora de una “supercomunicadora”? Puede que para ti, plantee solo una cuestión semántica, pero para mí el matiz es importante. Tanto, que me ha dado para escribir todo un libro con la intención de ayudarte a desarrollar siete superpoderes que, como dicen algunos de mis alumnos, te cambiarán la vida. Y si la idea de superpoder te suena ñoña, quédate conmigo y verás que tiene un calado importante.
Pero antes de entrar a contarte cuáles son y por qué te interesan, déjame que te haga algunas preguntas.
¿Cuántas veces al día sientes que alguien no entiende lo que tratas de explicar? ¿Crees que es un problema tuyo o de quien te escucha? ¿Te resulta fácil conectar con personas que no tienen nada que ver contigo? ¿Dejas de intervenir en una conversación porque sientes que no puedes aportar nada interesante?
¿Se te da bien convencer a alguien para cambiar de planes o hacer algo nuevo? Y ¿qué me dices de esas conversaciones que empiezan hablando todos de puntillas y terminan como el rosario de mi tocaya la Aurora?
Muchas veces creemos que la comunicación es territorio reservado para los profesionales que, de una forma u otra, viven de ella; léase periodistas, políticos, profesionales que dan conferencias y poco más. Pero la realidad es que la comunicación es un medio que todos utilizamos a diario para relacionarnos con los demás y con nosotros/as mismos/as.
Tengas la edad que tengas, sea a lo que sea que te dediques, la comunicación puede ser tu aliada o tu peor enemiga. Hables en casa, con amigos, en el trabajo, en redes, con conocidos o con desconocidos. Piensa si no en la última conversación que tuviste y que no salió como querías. Igual necesitabas dinero para un proyecto, motivar a tu hijo/a después de una ruptura o te tocó hablar con alguien en un cóctel y a los dos minutos la charla empezó a agonizar hasta que los dos os quedasteis sin nada nuevo que decir. Pinchazo en toda regla.
¿Cuáles son algunos de mis mantras que me han llevado a desarrollar los siete superpoderes?
“Si piensas peor, te comunicas peor”. Todos tenemos una mirada sesgada. Carl Jung decía: “Pensar es difícil, por eso la gente prefiere juzgar”. Y así es. Nos metemos en jardines de los que no sabemos salir por no haber desarrollado un punto de vista a tiempo. Y para hacerlo tienes que ser una persona curiosa. Naciste siéndolo, pero dejaste de hacer(te) buenas preguntas. Y las preguntas no se agotan, créeme. Sólo tenemos que “reaprender” a hacérnoslas.
“Lo que no aporta, no importa”. Tenemos una tendencia a enrollarnos y, claro, al hacerlo es inevitable soltar más rollos que perlas. Hay que aprender a simplificar para amplificar (otro mantra que siempre me acompaña).
“La escucha es tramposa”. Por eso a veces no es que no te expliques bien, es que no has reparado en cómo te escucha el de enfrente. Y nadie sale de casa con la mente desnuda. Tienen sus propios sesgos, creencias, prejuicios, motivaciones… En fin, cada uno es de su padre y de su madre y tienes que aprender a leer al otro mientras hablas para saber dirigir la conversación y adaptarte sin dejar de ser tú.
Por eso, para ser supercomunicador/a tienes que:
- Hablar desde la autenticidad.
- Saber formarte un punto de vista y defenderlo.
- Dejar de enrollarte.
- Contemplar las trampas de la escucha y sortearlas.
- Desarrollar tu capacidad para estar en el presente.
- Entrenar tu memoria (si no, cómo vas a hacer conexiones en tiempo real).
- Saber cómo gestionar esos nervios que te entran al dar tu opinión en voz alta (o al hablar en público).
Siete desafíos a los que les puedes dar la vuelta para que se conviertan en superpoderes infalibles.
Yo nací con potencial, pero me entrené. Mis tres vidas profesionales me han ayudado a aprender y desaprender (porque la vida nos llena de vicios y malos hábitos). He sido consultora, actriz y formadora/conferenciante.
En su día los cambios drásticos de profesión me generaron algún que otro quebradero de cabeza y, por supuesto, inseguridades. Pero 25 años después, todo cobra sentido. Lo que he aprendido en cada una de esas vidas me ha ayudado a ser supercomunicadora.
Y ahora comparto todos mis aprendizajes de forma amena, práctica, útil y, sobre todo, transformadora para que tú también puedas serlo. Y si te animas a escuchar el audiolibro, además, me tendrás a mí en persona, susurrándote consejos al oído.
Haz que la comunicación sea un trampolín y no un obstáculo. Nos vemos de nuevo entre las páginas de Supercomunicadores.