"¡Masr Mahrousa! Lo creo de veras". Para Nadia Wassef (El Cairo, 1974), Egipto está bendecido. Y eso que abandonó su país natal en 2014, un año después de que Abdel Fattah el-Sisi se hiciese con el poder. Dejó atrás toda una vida y un sueño, que más bien era un amor: Diwan, la primera librería moderna e independiente que abrió en 2002 junto a su hermana Hind y su amiga Nihal.
Ahora, desde Londres, su ciudad de residencia desde entonces, asegura no reconocer a la mujer que fue hace todos esos años: "La recuerdo, pero no la reconozco". Y eso que para escribir La librera de El Cairo (Península, 2022), su último libro que se publica hoy 15 de junio en España, tuvo que revisitar su pasado. Uno que tiene mucho que ver con la historia de Egipto que ella misma presenció: tenía 7 años cuando los Hermanos Musulmanes asesinaron al presidente Anwar Sadat y Hosni Mubarak llegó al poder, y 37 cuando la Primavera Árabe derrocó al dictador.
De esta última, las revueltas que comenzaron en la plaza Tahrir de El Cairo, Wassef dice que le costó mucho entender lo que estaba ocurriendo allá en 2011. "Por aquel entonces sólo quería que pasase el tiempo para poder procesar la situación y entenderla". Pero, sobre todo, dice, le preocupaba –e incluso le generaba "ansiedad"– la librería,"especialmente el futuro de Diwan y el bienestar (económico) del equipo".
"Ha sido difícil mirar al pasado, darme cuenta de que no puedo cambiar ninguno de mis errores y que tengo que aceptarlos, pero también que tengo que aceptarme a mí misma. Me prometí que no embellecería las cosas y las escribiría según las había sentido y visto", explica a MagasIN. Y así lo ha hecho. En su libro, Diwan, su librería, cobra vida propia y se vuelve un personaje más.
Con ella, Wassef pasó alegrías y penurias. Pero de la escritura de su libro concluye: "Diwan y yo volvemos a ser amigas", una amistad que dura ya dos décadas y que ha cambiado la manera de entender las librerías en El Cairo. Allá en 2002, Wassef, su hermana Hind y su amiga Nihal decidieron emprender, y eso que el trabajo del librero estaba casi denostado.
"Durante todas nuestras vidas, mi hermana Hind y yo hemos sido fervientes lectoras y amantes de la literatura. Además, a Nihal siempre le ha apasionado el poder de la cultura y la comunidad. Fue precisamente nuestra pasión la que hizo que acabásemos siendo amigas", explica. Sin embargo, reconoce, "Diwan fue fruto de una serie de perfectas coincidencias: todas habíamos llegado a los libros y a la cultura por nuestra propia cuenta, pero luego una serie de coincidencias hicieron que pudiésemos abrir Diwan".
Pregunta: ¿Cuáles fueron esas coincidencias?
Respuesta: Por ejemplo, a principio de los 2000, El Cairo estaba en pleno renacimiento cultural y nosotras tres nos encontrábamos en una encrucijada en nuestras vidas. Todas queríamos un cambio profesional, y justo cuando empezamos a visualizar nuestro proyecto nos encontramos con la localización perfecta para la librería. Me da la sensación de que el universo conspiró para que pudiésemos hacer realidad nuestra visión. Eso sí, no fue un camino de rosas.
P.: ¿Fue más complicado abrir una librería independiente en un país donde no había ninguna o hacerlo siendo mujer?
R.: Nunca he sentido que nuestro género fuese un obstáculo. Lo que sí fue un desafío fue la ausencia de un ecosistema que apoyase a los emprendedores y otras maneras de entender la venta de libros. A principios de los 2000 era muy complicado encontrar a gente que quisiese comprometerse como libreros. Pero acabamos reclutando a hombres y mujeres jóvenes con una actitud muy positiva e intentamos formarlos para que conociesen la industria.
P.: ¿Qué tiene que tener el librero o la librera perfectos?
R.: Si lo piensas, el perfil del librero es alguien que necesariamente ama los libros, pero también tiene que ser capaz de organizarse, poner atención máxima al detalle, y sobre todo, ser capaz de hablar con los clientes y dar respuesta a sus necesidades. La lista podría continuar hasta el infinito. Este es un trabajo muy exigente y no todo el mundo vale.
P.: Ese ecosistema al que hacía referencia, ¿ha cambiado?
R.: Creo que las cosas han cambiado. Sólo hace falta echar un vistazo a todos los pequeños comercios y start-ups que han ido surgiendo en los últimos 20 años en Egipto.
Un 'lugar seguro'
Según cuenta Wassef, Diwan se acabó convirtiendo en "un lugar en el que las mujeres se encontraban cómodas, donde pasarse horas buscando libros, quedando con amigas o simplemente respirando durante un instante en una ciudad tan llena de vida y bulliciosa como es El Cairo".
Pero sobre todo, y parafraseando al filósofo Jürgen Habermas, "Diwan era un tercer espacio tanto para hombres como para mujeres". Es decir, un lugar que demuestra la importancia de los espacios públicos en la creación de comunidad y de opinión pública. "Quiero pensar que Diwan tenía esa labor para mucha gente", asegura.
Eso es, precisamente, lo que a esta librera y escritora le encanta de las librerías: "Son espacios comerciales donde no tienes por qué llevar a cabo una transacción como tal; más bien son espacios que dan la bienvenida a la creación de una comunidad donde personas muy diferentes de edades, géneros, etnias y clases sociales distintas pueden acceder y conseguir una aceptación inmediata".
Por eso, sentencia, "las librerías son vitales para nuestra humanidad y para crear comunidad".
P.: Por lo que cuenta en La librera de El Cairo, da la sensación de que Diwan acabó convirtiéndose en una librería feminista que desafiaba al patriarcado imperante con pequeños gesto.
R.: Me interesa mucha que el libro te haya dado esa impresión. Creo que si Hind o Nihal hubiesen escrito la historia de Diwan, habría sido completamente diferente. Para mí, esta librería me hace pensar en el patriarcado, en el capitalismo… es decir, en todos los grandes sistemas que gobiernan nuestras vidas y que necesitan ser desafiados. La belleza de Diwan reside en que puede ser lo que cada una de nosotras quiera que sea. No podemos etiquetarla. Ahí está su poder.
Diwan –que en árabe viene a designar una colección de poemas en persa y árabe, un lugar de encuentro, una casa de invitados, un sofá o una publicación– nació en un momento peculiar. Allá en 2002, las librerías de El Cairo no existían cómo tal. En su libro, Wassef incluso explica que mucha gente actuaba como si fuesen bibliotecas.
"Abrir Diwan fue todo un desafío, pero esta vida me ha enseñado que las cosas más importantes son aquellas que nos han obligado a trabajar duro. Lo que nos saca de nuestra zona de confort es lo que nos cambia para siempre y nos aporta recuerdos y relaciones humanas con significado", cuenta esta librera y editora.
Una vida de culpa
"Soy una madre trabajadora culpable", escribe Wassef en ese libro, que es una oda a Diwan. Y habla sobre esa presión que la sociedad sigue ejerciendo sobre las mujeres, por la que no se puede ser un progenitor sin más, sino una supermamá. La que también ha sido considerada por Forbes una de las 200 mujeres más poderosas de Oriente Medio, reconoce que, a pesar de haber sentido "culpa" por trabajar fuera de casa, "el ejemplo que le di a mis hijas era más importante que esa culpabilidad con la que tenía que cargar". Y es que, sentencia, "les debemos a nuestros hijos, y a nosotras mismas, el desarrollar todo nuestro potencial".
Porque "somos producto de nuestros mundos y sociedades, y de sus discursos, pero también de nuestra crianza y nuestro entorno", dice. Además, "a las mujeres se nos anima a cargar con la culpa. Hoy en día se nos dice que podemos tenerlo todo: una carrera, niños, una familia y éxito. Y lo conseguimos. Pero también pagamos un alto precio por ello".
P.: El suyo, en parte, fue irse de El Cairo e instalarse con sus hijas en Londres.
R.: No hubo una sola razón detrás de esta decisión; más bien una plétora de sentimientos que me llevaron a irme. Después de haberme pasado 10 años al frente de Diwan, me empecé a dar cuenta de que, por primera vez en su vida, Diwan y yo teníamos dos visiones completamente diferentes de lo que depararía el futuro. Sentía que tenía que dejarla ir, dejar que entrase en una nueva fase sin mí a su lado. Sentía también que le había dado mucho de mí misma y que ahora mis hijas merecían toda mi atención. No me arrepiento. Todo ha pasado como tenía que pasar y estamos donde deberíamos estar.