Este lunes, 5 de febrero, en multitud de territorios de España se celebrará la Fiesta de Santa Águeda. Conocida por ser patrona de las enfermeras y en general, es protectora de las mujeres, las celebraciones en su honor varían según la región. En zonas de Castilla y León, por ejemplo, las mujeres toman el poder de los pueblos por un día, bailan y realizan eventos solo para ellas.
La celebración de estas fiestas se remonta, al menos, a finales del siglo XIX, aunque realmente el origen de la devoción a la Santa es muy anterior. Águeda de Catania fue una mujer que vivió en el siglo III d. C. y su vida está contada en múltiples hagiografías. Según recoge la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, nació en Palermo, en el seno de una familia noble. En esos años, siendo emperador Decio y presidente de Sicilia Quinciano, se promulgaron medidas para perseguir a los cristianos, por lo que Águeda fue capturada y llevada ante Quinciano.
La joven se negó a renunciar a su fe cristiana, por lo que fue abofeteada y encerrada. Al día siguiente, fue llevada de nuevo ante el Quinciano. Ella se mantuvo en sus ideales, por lo que Quinciano mandó cortarle un pecho y encarcelarla sin darle atención médica, ni tampoco comida o agua. Según cuenta la leyenda, estando encerrada, la joven recibió la visita de San Pedro, que portaba unos ungüentos con intención de sanarla. Ella se negó porque prefería la mortificación y el dolor.
Durante un tiempo continuaron las torturas contra ella. Por ejemplo, Quinciano mandó esparcir por el suelo brasas y pedazos de teja para restregar por ellos el cuerpo de la Santa. Entonces hubo un gran terremoto que produjo muchas muertes, entre ellas las de amigos de Quinciano. Una gran multitud lo achacó a un castigo divino por las torturas que Águeda estaba sufriendo y se congregó frente al palacio pidiendo su liberación. Sin embargo, Quinciano se negó y la devolvió a la cárcel, donde murió el 5 de febrero de 252.
Tras su muerte, Quinciano quiso apoderarse de las riquezas de la Águeda, pero fue mordido y coceado por un caballo, y se ahogó en un río sin que su cuerpo fuera encontrado jamás.
Debido al martirio que sufrió, Santa Águeda se convirtió en protectora de las mujeres y es de las más invocadas para proteger de los partos difíciles, problemas con la lactancia o enfermedades de mamas. Además, es la patrona de las enfermeras. Hay registros de que en esta festividad, las mujeres casadas y casaderas cocían panes y bollos en forma de seno y los repartían como talismán contra los males de pechos.
Celebración en Castilla y León
La Comunidad de Castilla y León es una de las que más conmemoran a Santa Águeda, concretamente en las provincias de Segovia, Zamora o Soria. Uno de los pueblos más famosos es el de Zamarramala (Segovia). Este cuenta con un Concejo de Aguederas y cada año se elige a una alcaldesa para la festividad, declarada de Interés Turístico Nacional.
Esta fiesta se celebra en honor a las zamarriegas que en el siglo XIII fueron imprescindibles para reconquistar el Alcázar del pueblo de manos de los sarracenos. Como agradecimiento, se les dio el 'privilegio' de mandar un día al año, un gesto muy importante para las mujeres, que durante siglos estuvieron relegadas al hogar.
Actualmente, las zamarriegas se visten con el traje típico que llaman "de avisar" y celebran multitud de actos, misas y bailan al son de la jota emulando a sus antepasadas. Por su parte, después de la procesión, es habitual que los hombres juren las banderas en honor a Santa Águeda.
La creencia vasca
En País Vasco y zonas de Navarra también es tipo celebrar las Fiestas de Santa Águeda, aunque tienen unas tradiciones muy distintas a las castellanoleonesas. Uno de los pueblos más típicos es Baracaldo, ya que tiene la Ermita de Santa Águeda. En este pueblo, situado en Vizcaya, las celebraciones comienzan la noche del 4 de febrero. Los vecinos salen a cantar vestidos de baserritarras y acompañados de makilas -palos- con los que van golpeando el suelo. Desde las primeras horas del día de Santa Águeda acuden a la Ermita, en una concurrida romería.
El origen de esta tradición entremezcla además la historia cristiana con la mitología pagana, puesto que se interpreta el choque de makilas es una “llamada a la tierra” para que termine de despertar tras el solsticio de invierno. A la romería y las misas se unen multitud de actividades y puestos de comida. Además, a las fiestas acuden las cuadrillas y, a diferencia de la tradición castellana, los hombres participan activamente.