Juana I de Castilla no es 'La Loca': la historia de una reina atrapada entre la manipulación y la incomprensión
La vida de la hija de los Reyes Católicos fue una mezcla de luchas de poder e infortunio. Pero estaba cuerda y tenía un espíritu indomable, según la historiografía moderna.
Nacida en Toledo el 6 de noviembre de 1479 y conocida históricamente como Juana la Loca, Juana I de Castilla era hija de los Reyes Católicos. Recibió una educación de alta calidad, aprendiendo no solo a leer y escribir, sino que a los 15 años ya leía y hablaba correctamente en francés y latín, gracias a su maestra Beatriz Galindo, conocida como 'La Latina'. Además, destacó por sus habilidades musicales.
En línea con la política de alianzas matrimoniales de Isabel y Fernando, cuyo objetivo era cercar al enemigo reino de Francia, se acordó su matrimonio con el único hijo varón del emperador alemán Maximiliano, Felipe 'El Hermoso', quien ya era soberano de Flandes y Borgoña como heredero de su madre, fallecida cuando él era solo un niño.
La vida y el reinado de Juana han sido frecuentemente reducidos a una narrativa de locura y tragedia. Sin embargo, ella fue mucho más que eso: una mujer que, en medio de las limitaciones de su tiempo, demostró una fortaleza y una resistencia notables.
Reina sin esperarlo
Era la tercera hija de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón y no estaba destinada a reinar. Su papel era, inicialmente, el de una princesa que contribuiría a las alianzas matrimoniales estratégicas para el imperio de sus progenitores.
Sin embargo, las circunstancias cambiaron drásticamente cuando su hermano Juan y su hermana mayor, Isabel, así como el primogénito de esta, murieron de forma inesperada, dejándola como heredera al trono.
Un amor tóxico
Juana se casó con Felipe 'El Hermoso', archiduque de Austria, en 1496. Aunque su matrimonio es conocido por su intensa pasión, también fue una fuente de conflicto continuo.
Comenzaron su relación intensamente enamorados -quedó embarazada seis veces-, hasta que en, cierto punto, Felipe quiso volver a su vida de mujeriego. Aquí comenzaron sus repetidas infidelidades.
Juana, dominada por los celos, provocó grandes discusiones en su matrimonio. Cuentan incluso que, en una ocasión, llegó a atacar a una criada porque pensaba que se había acostado con su marido.
Tras la prematura muerte de Felipe 'El Hermoso', la archiduquesa y princesa española no dejó que nadie se acercase al cuerpo de su amado, y custodió durante dos meses la llave del sarcófago, que abría en ocasiones para besar el cadáver.
Bajo el patriarcado
Desde su enlace, Felipe y su padre, el emperador Maximiliano I, vieron en Juana de Castilla una herramienta para sus ambiciones políticas, mientras que ella luchaba por mantener su propia autoridad y la de sus hijos.
Tras la muerte de Isabel la Católica en 1504, Juana se convirtió en reina de Castilla, pero su camino no fue fácil. Su padre, Fernando, y su esposo compitieron por el control del reino, mientras la nueva soberana trataba de llevar a cabo los deberes que conlleva la corona.
Encerrada
El destino de Juana se tornó aún más oscuro tras la muerte de Felipe 'El Hermoso' en 1506. Su padre la confinó en el Monasterio de Santa Clara de Tordesillas, donde pasó la mayor parte de sus últimos 46 años.
Aunque se la recuerda principalmente por su encierro, su resistencia durante este período es digna de mención. Juana nunca renunció a su título de reina y continuó desafiando a aquellos que intentaban controlar su vida y su legado.
Una reina ¿loca?
La imagen de Juana como una reina loca ha sido perpetuada a lo largo de los siglos, pero es crucial considerar el contexto de su supuesta "locura". Vivió en una época en la que las mujeres eran vistas como inferiores y su poder era constantemente cuestionado.
Los historiadores modernos sugieren que su comportamiento fue una respuesta a la manipulación y el abuso emocional que sufrió por parte de los hombres en su vida. Además, es posible que haya sufrido una depresión profunda, exacerbada por las pérdidas personales y las presiones políticas.
La escritora María Lara, por ejemplo, ahonda en esa visión oficial en su libro Juana I, La reina cuerda (Almuzara, 2023) donde cambiaba su apodo. Considera que "fue tratada como una marioneta, pero no estaba loca. No hay ninguna prueba de eso que yo no haya desmentido con argumentos. Ha sido un reto apasionante contradecir la historia oficial".
Por otra parte, las historiadoras María y Laura Lara Martínez en su libro Mentiras de la historia de España (Espasa 2022) también niegan esa locura y explican uno de los episodios más controvertidos de la vida de Juana, la reticencia a enterrar a su esposo y su larguísimo periplo fúnebre. "De este modo evitaba que la casaran de nuevo", porque existía en Castilla la tradición de que una reina viuda no podía contraer matrimonio de nuevo si su marido estaba insepulto.
La herencia de Juana
La vida de la reina de Castilla ha inspirado numerosas obras de arte, literatura y cine. Estas representaciones han contribuido a una comprensión más matizada de su vida, destacando su humanidad y su lucha personal. Ejemplos notables incluyen la película Juana la Loca (2001), dirigida por Vicente Aranda, y su presencia secundaria pero no poco importante en la serie de TVE Isabel (2012), que cuenta la vida de su madre.
En esencia
Juana la Loca fue una mujer atrapada en una encrucijada de poder, política y patriarcado. A pesar de ser confinada y desacreditada, su legado perdura como un símbolo de resistencia y dignidad. Más que una soberana demente: se reveló como una mujer fuerte que desafió las normas de su tiempo con un espíritu indomable.
Su historia hace que reflexionamos con la mirada de ahora sobre las luchas y las injusticias que enfrentaron y siguen enfrentando las mujeres, y nos hace valorar su resistencia y capacidad de superación.