Setenta años antes de que Jack Kerouac dibujara el viaje como algo estrictamente masculino y 17 años después de que Phileas Fogg aceptara el reto de dar la vuelta al mundo en ochenta días, la joven periodista Nellie Bly salió a buscar sus historias por el "camino".
Fue pionera en el periodismo gonzo, acompañando su carrera laboral con una mente imaginativa, una sensibilidad irónica y una capacidad extremadamente pulida para proyectarse como personaje en sus propios artículos.
¿Cómo pudo esta veinteañera nacida en una pequeña ciudad del oeste de Pensilvania desenvolverse en un mundo vetado a las mujeres? Bly ofreció a sus lectores noticias basadas en unos pilares tan firmes como la bandera que ondeaba su intelectualidad. La percepción de sus historias estuvo marcada por una mirada estrictamente personal y, en la narración de sus artículos, se atrevió a asegurar: "Siempre seré yo misma".
Un alma inquieta
La personalidad de Nellie Bly puso del revés los estereotipos más denigrantes de las mujeres de finales de siglo y le valió calificativos como imprudente o intrépida. Sin embargo, si hay una cualidad que la caracterizó durante toda su vida fue su valentía.
La demostró cuando le propuso al editor del diario New York Word que la internara en frenopático de Blackwell's Island para investigar las lamentables condiciones por la que se había hecho famoso y poder documentar las atrocidades que se llevaban a cabo con las mujeres que allí malvivían. Y siguió con su trayectoria laboral viajando a México para describir las diferencias clasistas que se originaban entre la vida de los obreros y la gente de la alta sociedad, los pueblos indígenas o la vida en las zonas rurales.
Sin embargo, su proyecto más ambicioso se gestó una noche de tedioso insomnio, cuando decidió batir el récord ficticio del acaudalado caballero inglés Phileas Fogg. "Quiero dar la vuelta al mundo en menos de ochenta días. ¿Puedo intentarlo?", preguntó.
"Quiero batir el plazo"
"A veces resulta difícil saber con exactitud de donde ha partido una idea. Las ideas son el principal recurso de los periodistas y, por lo general, el bien más escaso en el mercado, pero a veces aparecen", reflexiona. Una Nellie tímida se adentró en el despacho de su editor con los deberes hechos. Antes de acudir a su cita había brujuleado por la oficina de barcos de vapor para buscar horarios y comprobar trayectos. Si en ese momento hubiera encontrado el elixir de la vida, no se hubiera sentido tan feliz que cuando fraguó la esperanza de esta aventura.
Sin embargo, el editor desconfió y aseguró que si una mujer viajaba sola necesitaría a alguien que la protegiera. Incluso que, en caso de que lo hiciera, sería incapaz de completar el trayecto porque necesitaría tanto equipaje que se retrasaría en los trasbordos. "No sirve de nada darle más vueltas. Esto no puede hacerlo nadie más que un hombre", dijo.
La réplica de Bly retrató su espíritu: "Ponga a su hombre en marcha. Yo saldré ese mismo día para otro periódico y llegaré antes que él".
Ligera de equipaje
El aspecto de Nellie Bly dio la vuelta al mundo antes que ella. Ataviada con una capa, una chaqueta de cuello alto, falda azul y un abrigo hasta los pies a cuadros blancos y negros causó tendencia entre la moda femenina que estuvo copiando el uniforme durante una década.
Para completar el estilo, eligió una gorra que le confería un aspecto masculino parecido al detective Sherlock Holmes y comprimió sus enseres en un bolso, imitando a Mary Poppins. No se cambió de vestido ni de zapatos en todo el recorrido, aunque sí que hizo los cálculos para poder lavarlo durante las escalas.
Ella misma admitió que hacer aquella maleta había sido el mayor reto de su vida. Aun así, descubrió su contenido a la vuelta, cuando detalló para el diario cuáles fueron sus pertenecías y cómo se arrepentía de hacer cargado con un frasco de crema facial demasiado grande que le estuvo incomodando todo el camino.
De Nueva Jersey a París
Pese a ser joven y bonita, Bly no era presuntuosa y, lo mejor de todo, siempre tuvo sus propósitos claros: quería ser escritora, "pero no de estas escritoras que se quedaban pegadas en el escritorio. Yo quiero viajar". Cuando estuvo lista, zarpó con un propósito más firme que su disposición.
El viaje comenzó en el muelle de la Hamburg American Line, en Hoboken, New Jersey. El transatlántico Augusta Victoria era el más rápido del momento y la condujo hasta Londres con ciertos inconvenientes, pues la joven nunca se había subido en un barco y acusó los estragos de la travesía con cierta incomodidad que la molestó las primeras semanas.
Parada para cenar en casa de Julio Verne
Los titulares se hacían eco de su viaje e informaban de los movimientos de Nellie confiando en los telegramas que ella enviaba con sus avances. En París, el periodista que la recibió le informó que el escritor Julio Verne estaba muy interesado en cenar con ella en su casa de Amiens. Aunque desplazarse hasta la localidad suponía cambiar levemente el itinerario, no desaprovechó la oportunidad de conocerlo.
En las distancias cortas, Verne se mostró amable e interesado, y reconoció que él no habría escrito su famosa novela si no le hubiera inspirado una noticia recogida en el diario Le Siécle. "Me gustó la idea y, mientras reflexioné sobre ella, caí en que los cálculos no habían tenido en cuenta la diferencia de los husos horarios y pensé que ese hecho podría darme un gran final a una novela, así que me puse a escribirla. Si usted lo logra en 79 días, la aplaudiré con las dos manos", le dijo.
Lo que el escritor obvió mencionar es que nunca se hubiese imaginado que una mujer pondría en práctica las hipótesis que él había planteado en la ficción.
"Yo solo corro contra el tiempo"
La periodista viajó en tren a Bríndisi, donde tomó un vapor a Port Said con el que atravesó el canal de Suez. La red de escalas del Imperio británico la llevó de Adén a Colombo, la actual Sri Lanka. Sin embargo, cuando se vio retenida cinco días en Ceilán, una isla tropical tan bella que en textos tanto musulmanes como cristianos se ha sugerido que podría haber sido el Jardín del Edén original, mostró poco interés en los pasajes naturales, los palacios o los templos.
El tiempo la apremiaba y en sus textos se proyecta la ambición del reto. Por eso llama la atención la falta de empatía o comprensión hacia los lugareños y sus costumbres. De Singapur saltó a Hong Kong, Yokohama y, a través del Pacífico, llegó a San Francisco.
Recompensa amarga
Nellie Bly alcanzó la meta en 72 días, 6 horas y 11 minutos. El trayecto final en tren a través de Estados Unidos fue triunfal: la gente la vitoreaba en las estaciones y la reconocía por la calle. Todo el mundo se había hecho eco de su hazaña. La crónica que publicó sobre el viaje reflejó las ganas de superación que la acompañaron durante la travesía y cómo lidió con la conducta de ciertos hombres que se acercaron a ella con actitud paternalista.
[Madame Grès, un patrimonio clave de la moda en los drapeados y plisados]
De nuevo frente a su editor y habiendo alcanzado todas las expectativas, la parte realista del momento que estaba viviendo la atrapó como una de esas olas que tantas tardes se había sentado a contemplar desde los trasatlánticos. El mismo diario que la había encumbrado ahora le cerraba las puertas a nuevos reportajes y le negaba un aumento de sueldo previamente pactado. Su condición femenina le impidió ascender en la redacción.
Si quieres, puedes
Nellie Bly rompió los estereotipos sexistas y animó a las mujeres a valorarse inculcando la motivación de que todo es posible. Se deslizó por la superficie del mundo y disfrutó tremendamente de su trabajo. Sus escritos, sus vivencias, sus reportajes, sus entrevistas y su vida arrastran un mensaje que lleva más de cien años calando en los lectores y lectoras del mundo.
"Siempre he tenido la cómoda sensación de que nada es imposible si se dedica una cierta cantidad de energía en la dirección adecuada. Cuando quiero que las cosas se hagan y me topo con una respuesta como: 'Es demasiado tarde. No creo que pueda hacerse', yo me limito a decir: '¡¡Tonterías! Si quiere hacerlo, puede hacerlo. La pregunta es: ¿quiere hacerlo?", reflexiona.