Era íntima amiga de Henri Cartier Bresson y descubrió a algunos de los mayores talentos de la moda, la fotografía y el arte. Afirmaba que "la elegancia es buen gusto, con un toque de osadía". Trabajó en Vogue. Y no es Anna Wintour.
Fue distinguida con la Legión de Honor, en 1949, por el gobierno galo, en reconocimiento a su ayuda en la revitalización de la industria de la moda francesa, tras la II Guerra Mundial.
Y el gobierno italiano le concedió la Estrella de la Solidaridad, con la que reconocía a “todos aquellos que, sean italianos en el extranjero o extranjeros, hayan contribuido especialmente a la reconstrucción de Italia tras la Segunda Guerra Mundial”.
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Para conmemorar el Día Internacional de la Mujer de 2020, el correo irlandés emitió un sello con su retrato como parte de la serie Mujeres Irlandesas Pioneras pero ¿quién era Carmel Snow?
Había nacido como Carmel White en Dalkey (Irlanda) en 1887 del matrimonio formado por Peter y Annie White. Su padre, director de una empresa de fabricación de lana, iba a organizar la muestra de la aldea irlandesa en la Feria Mundial de Chicago de 1893 (antecedente de las actuales Exposiciones Universales) pero murió antes de poder hacerlo.
La madre, mujer de armas tomar (sobre todo teniendo en cuenta que estamos hablando de finales del siglo XIX), quiso seguir adelante con el proyecto y cuando este acabó, decidió quedarse en Chicago, donde abrió una tienda de artesanía irlandesa. Con el dinero ahorrado la joven viuda mandó dos billetes para dos de sus hijos.
La pequeña Carmel cogió un barco con solo ocho años y completó la travesía, en compañía de su hermano, hasta Estados Unidos. Después de un periplo que los llevó por distintos lugares, su madre se instala con su segundo marido en Nueva York, donde abre una tienda de moda a medida para la alta sociedad neoyorquina que acabará dando trabajo a más de 200 costureras.
Carmel ayuda a su madre en la tienda, aunque la costura no es lo suyo: lo que le gusta es viajar con su madre a París, dos veces al año, para ver los desfiles. Así desarrollará el ‘ojo de aguila’ que la hará famosa en Estados Unidos.
Durante la Primera Guerra Mundial, viaja a París y colabora con la Cruz Roja. A su vuelta a Nueva York con buenas conexiones en la capital de la moda, busca trabajo y en 1921 Condé Nast le ofreció un trabajo como asistente de Edna Woolman Chase, editora de Vogue.
Sigue viajando y en contacto con el periodismo y la moda, que verdaderamente le apasionan. En 1926 es nombrada editora de moda de Vogue y contrae matrimonio, a los 39 años (una edad tardía para casarse en aquella época) con George Palen Snow, con el que tendrá tres hijas.
Solo se tomó una semana libre por cada embarazo, porque estaba claro que nada iba a distraerla de su trabajo. Siguió trabajando incansablemente, supervisando cada detalle y haciendo historia, contratando a los mejores fotógrafos de arte del mundo, por ejemplo, Edward Steichen, para hacer con ella los editoriales de moda de Vogue.
Tres años después, en 1929, su jefa asume la responsabilidad de dirigir tres ediciones europeas de la revista, pero no delega en Carmel la dirección de la edición estadounidense. La relación entre ambas ya era tirante, pues Chase no aceptaba ninguno de los cambios que Snow proponía para renovar la revista, pero durante los años siguientes se tensa todavía más y su carrera en Vogue se estanca.
En 1932, Carmel decide abandonar el grupo Condé Nast y aceptar la oferta de su hermano Tom, directivo de Hearst, de marcharse a Harper's Bazaar, donde podrá dar rienda suelta a su creatividad como editora de moda de la revista. En 1933 trabaja con el fotógrafo húngaro Martin Munkácsi en un reportaje en la playa titulado “Palm Beach”.
Hasta ese momento, los editoriales de moda se hacían siempre en estudio y con modelos estáticas, pero en esa sesión Martin Munkácsi toma con su Leica las primeras fotografías de moda en las que retrata a la modelo Lucile Brokaw en la misma playa y en movimiento.
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En 1934 Carmel Snow es nombrada editora jefe. Su propósito: hacer una revista para “mujeres bien vestidas con mentes bien vestidas”. La publicación, que llegó a tener 500 páginas, incluye todo tipo de temas, y no solo moda. para ella, cualquier cosa bajo el sol tenía interés para su lectores.
Snow contrata como director de arte al ruso Alexey Brodovitch, quien creará el nuevo logo y modificará el anticuado diseño, convirtiendo Harper’s Bazaar en una publicación admirada e influyente, en la que podían converger diversos movimientos culturales, en arte, literatura, periodismo y diseño gráfico.
Y fichó también a Diana Vreeland, una socialité, amiga de Coco Chanel, a la que vio, en 1936, bailando en la pista de baile del hotel St Regis con un vestido Chanel de encaje blanco y flores en el pelo y le ofreció trabajo en la revista. Vreeland sería después considerada la "mejor editora de moda de todos los tiempos" y llegó a ser directora de Vogue, mucho antes que Anne Wintour.
En ella colaborarán los fotógrafos Man Ray, Cecil Beaton, Lillian Bassman y Louise Dahl-Wolfe. Salvador Dalí, realizó su primer dibujo de moda surrealista y sus amigos Jean Cocteau y la diseñadora Elsa Schiaparelli también colaboran escribiendo artículos, mientras que los escritores Carson McCullers, Colette y Truman Capote inventan relatos de ficción.
Para lograr lo que quería, no solo desafió a Condé Montrose Nast (empresario y magnate estadounidense editor de Vogue) que la acusó de traición al marcharse a la empresa de su gran rival, William Randolph Hearst, y le cerró las puertas de su círculo social.
Pero también a este último quien, en un memorando, escribió que sabía que no tenía control sobre Carmel porque no le hacía ningún caso cuando Hearst, que no entendía de arte, se quejaba a Brodovitch por el contenido de la revista: "¿Crees que es necesario hacer imágenes feas para ser moderno?”.
Durante la guerra, la moda parisina se detuvo y el prêt-à-porter estadounidense, personificado en la diseñadora Claire McCardell, le tomó la delantera. Cuando acaba la contienda, Snow regresa a París para ver a Henri Cartier-Bresson, de quien había publicado fotos desde el frente, tomadas durante el invierno de 1944-1945.
En febrero de 1947, asiste al primer desfile de moda de un nuevo modisto llamado Christian Dior: al final del mismo, Carmel Snow escribe: “Querido Christian, ¡tus vestidos tienen un aspecto tan moderno!. “It’s quite a revolution, dear Christian. Your dresses have such a new look” ("Esto es toda una revolución, querido Christian. Tus vestidos tienen un aspecto tan nuevo”).
Snow acuñó así la expresión que hará famoso al diseñador francés, al que también ayudará con sus contactos a entrar en el mercado estadounidense y a abrir su primera tienda en Nueva York, un año después. En 1947, asiste también a la presentación de Cristóbal Balenciaga, modisto al que siempre admirará y del que vestirá, exclusivamente, el resto de su vida.
En A Dash of Daring: Carmel Snow and Her Life In Fashion, Art, and Letters (Una pizca de atrevimiento: Carmel Snow y su vida en la moda, el arte y las letras) su biógrafa Penelope Rowlands escribió en 2005 que Snow estaba enamorada del modisto español.
Pero otros estudiosos sugieren que lo que había era una gran admiración e incluso devoción, porque esta mujer solitaria solo amaba su trabajo por encima de todo.
El fotógrafo Richard Avedon se convertirá en un fiel colaborador de la revista y firmará algunas de las sesiones fotográficas de moda fundamentales del siglo XX, como la de Dovima con elefantes para Harper's Bazaar.
Con su cabello azul claro siempre peinado en rizos, un collar de perlas alrededor de su cuello, un sombrero siempre que salía a la calle y las gafas que se deslizaban sobre la nariz, Carmel Snow era la mujer más importante en las colecciones de París y hasta su jubilación forzosa, en 1957, fue sin duda la mujer más poderosa de la industria de la moda estadounidense.
Durante las décadas 1930, 1940 y 1950, marcó la pauta en la industria de la moda estadounidense. Transformó una revista anticuada y de diseño obsoleto en una publicación prestigiosa, que descubría nuevos talentos y cuyas portadas eran verdaderas obras de arte.
Fue odiada y amada a partes iguales por quienes trabajaban con ella. Apenas comía, excepto cremas, zumos y otros líquidos para mantener la silueta. Y tampoco dormía más que unas horas: son muchas las fotos en las que escoge imágenes con los fotógrafos Lillian Bassman o Richard Avedon, mirando con lupa los negativos positivados, mientras estaba en su cama.
Cuentan que era famosa por quedarse dormida en los desfiles de moda después de un par de martinis en ayunas. A los 70 años se vio obligada a jubilarse y la sustituyó su sobrina Nancy White, la hija de su hermano.
Murió tres años después en Nueva York, el 7 de mayo de 1961, mientras dormía en 1961 y, para su ataúd, fue vestida con un traje Balenciaga de brocado rojo. Según el gran fotógrafo Henri Cartier Bresson, Carmel Snow era nada menos que un genio.
Ella, enigmática, impenetrable e incluso incomprensible en muchas ocasiones dejó claro cuál esra su verdadero amor: “La moda es un elemento tan misterioso como el uranio e igual de explosivo, pero más ligero que el aire”.
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