Amparo, Chiqui, Amalia y Ángeles descuelgan el teléfono con una voz que suena a cierta nostalgia. Junto a Pilar y Carmen, ya fallecidas, saben que escribieron parte de la historia de Andalucía. Más bien, consiguieron cambiarla.
Fueron las primeras y seis únicas mujeres que se sentaron en el primer Parlamento andaluz entre 103 hombres hace esta primavera 40 años. Concurrieron 19 formaciones políticas y cinco presentaron candidatos. Ocurrió en mayo de 1982, siete meses después de aprobarse el Estatuto de Autonomía.
Todas tenían la necesidad de cambios. Esos que la sociedad, sus propios amigos de su edad, más jóvenes y más mayores, demandaban. Ellas eran conscientes de que estaban haciendo algo que no era lo común. Sobre todo cuando se sentaron en la primera sesión constitutiva aquel 21 de junio de 1982 en los Reales Alcázares de Sevilla -aún no estaban en el Hospital de las Cinco Llagas, sede actual-, estaban de moda los visones, los pendientes grandes dorados, los moldeadores en el pelo y en las comisiones se fumaba en los despachos.
Cuatro socialistas, una por Alianza Popular y otra por UCD, llegaron a una Cámara en la que estaba todo por hacer, pero con la convicción de servir a los demás. No cobraban y en los primeros dos años tenían hasta que pagarse sus gastos porque la estructura autonómica no estaba montada.
De las seis aún siguen cuatro de ellas rememorando con gusto lo que hicieron con las siglas del PSOE tras sus nombres: Amparo Rubiales, Chiqui Gutiérrez, Amalia Jiménez y Ángeles Cobo. Pilar Pulgar y Carmen Martínez fallecieron hace cinco y cuatro años, respectivamente.
Todas reconocen que entre ellas la relación era muy buena y que metafóricamente tenían que levantar el brazo, cada a una a su manera, como Naomi Parker Fraley, la musa que inspiró el cartel más incónico de la lucha feminista con el lema 'We can do it!' (¡Nosotras podemos hacerlo!).
A lo largo de la legislatura se incorporaron dos mujeres más que cubrieron las vacantes de dos compañeros: María África Gran Élez-Villarroel (AP) -que aparece en la foto de la portada en lugar de Carmen Martínez- y María Dolores Sánchez López (PSOE).
EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con cada una de ellas y al otro hilo telefónico resuenan unas voces de la experiencia; unas voces con conciencia de lo que significó aquello y con la sabiduría y perspectiva que sólo da el tiempo. Todas se sienten unas privilegiadas por haber podido iniciar aquel camino y recorrerlo, algo que sin duda les ha merecido la pena.
"Fuimos muy guerreras", dice Amalia; "Lo peleamos mucho", asegura Chiqui; "Teníamos mucha sed de cambio", señala Ángeles. Y Amparo rubrica: "Hemos conseguido muchas cosas, pero aún todos los días tienen que ser 8 de Marzo", precisa unos días después de la efeméride.
A su juicio, no se ha alcanzado la igualdad plena y lo explica. "La mujer aún no tiene el poder real, el poder económico y el social es aún masculino. Hay una pirámide social y a medida que subes va bajando la presencia de las mujeres".
Distintos cerebros
Amalia por su formación como ginecóloga insiste en que el cerebro del hombre y de la mujer no tienen nada que ver. Ella estudió Ginecología en la Facultad de Medicina de Granada, donde no había sarao que se perdiera.
Considera que el desfase biológico es enorme, se han conseguido muchos avances, pero "los tíos se resienten y siguen matando a mujeres". A su juicio, el techo de cristal existe, pero su teoría es que "si una mujer es luchadora y se empeña, lo consigue ¿me entiendes?". La entiendo, Amalia, la entiendo.
En cuanto al machismo de la época, tiene distintos recuerdos. Ángeles y Amalia no lo notaron como tal. De hecho, esta última se siente una privilegiada porque no lo sufrió ni en la política ni en su carrera profesional, pero eso no significa que no existiera, reconoce.
Chiqui recuerda que al principio era muy sutil. "Lo noté más cuando empezamos a ser más mujeres y a ocupar más puestos". A quitárselos, más bien. Sin embargo, defiende que su partido hizo un gran esfuerzo por introducir en la agenda política cuestiones que afectaban a las mujeres, como el Instituto de la Mujer o la Ley del Aborto, entre otras.
Amparo, con esa voz temperamental y el desparpajo que la siguen caracterizando, en cambio asegura abiertamente que sí lo sufrió. "Era difícil que interviniéramos, recuerdo que Fernando Arenas del Buey de UCD cada vez que se refería a mí, decía algo de mi condición de mujer".
Amparo sigue en activo como presidenta del PSOE de Sevilla y mucho en su cuenta de Twitter, pero las demás observan la situación política desde la barrera. Ángeles, a sus 84 años, no se ha planteado volver, pero si fuera más joven y su presencia pudiera beneficiar a personas que lo necesitan, estaría dispuesta.
A Amalia le horrorizan las luchas internas dentro de los partidos, pero sí sería capaz. Eso sí, con los modales que había en la política a principios de los años 80, lo que considera bastante complicado cuando pega la oreja algún miércoles a la sesión de control en el Congreso.
Chiqui sí lo haría también si fuera más joven. "No estoy nada desencantada de la política, cada tiempo tuvo sus dificultades". Aunque reconoce que ni se le pasa por la imaginación ponerse en la piel de Pedro Sánchez. Cree que lo está haciendo bien y tiene cierta esperanza de que con la llegada de Alberto Núñez Feijóo "el ambiente va a ser mejor". A ver qué pasa.
Los perfiles
La media de edad de estas mujeres cuando se convirtieron en diputadas era de 42,6, muy por encima de la de sus compañeros. Tres de ellas contaban con experiencia política previa, mientras que las otras tres trabajaban en asociaciones feministas, sociales y profesionales, y tres de ellas son tituladas universitarias -economista, médica y abogada-, un porcentaje superior al de los hombres diputados en esta primera legislatura, según reza en la web del Parlamento andaluz.
Cada una llegó a la Cámara por unas circunstancias distintas, políticas y personales. Ángeles Cobo fue elegida diputada a los 44 años. Nació en Alcaudete (Jaén) en 1937 y cuando tenía tres años falleció su padre. Estudió el bachillerato elemental y a los 19 se casó con Juan Vallejo Ortega, el primer alcalde socialista de la localidad. Ella iba en su lista, estuvo 28 años de concejal, fue la primera mujer en afiliarse al PSOE de Jaén y le propusieron ir como parlamentaria.
Muy fan de Pedro Sánchez, quien cree que "lo está haciendo mejor que bien", se considera "una luchadora nata para servir a los demás y para que todos tengamos lo mismo, nazcamos donde nazcamos". También, una socialista de verdad, pero eso sí, muy creyente.
Reconoce que cuando escucha el himno de Andalucía se emociona porque se luchó mucho por la autonomía andaluza. "Veníamos de una dictadura muy dura y la mujer no tenía derecho a nada, ni a heredar la herencia de su padre ni a abrirse una cartilla en el banco".
Amalia Jiménez nació en Padul (Granada) en 1947. Se considera una médica -es ginecóloga de formación- que entró en política porque se entusiasmó con la reforma sanitaria pretendida en un principio. En los años 70, se implicó en la necesidad de explicar a las mujeres métodos anticonceptivos y en el Parlamento lideró una iniciativa legislativa para que todas las mujeres pudieran hacerse una prueba de detección precoz del cáncer ginecológico. Todos los grupos lo apoyaron, menos el Partido Comunista. "Es curioso", recuerda con acentazo granadino.
"Tenía 34 años y una ilusión enorme". Su bisabuela fue sindicalista y su madre se quedó viuda muy joven y trabajaba en la Caja de Ahorros en los años 50. Llegó a la política con dos hijos pequeños y embarazada del tercero. Vino con un pan bajo el brazo. Salía de cuentas el 23 de mayo, el mismo día de las elecciones.
Se retrasó unos días "el parlamentario no nato", como ella lo llamaba, pero finalmente pudo acudir a la constitución de la Cámara. Al ir en octavo lugar en la lista del PSOE por Granada, pensaba que no iba a salir elegida, pero salió y asegura que valió la pena.
Iniciadora del Instituto de la Mujer, reconoce que se sintió muy respaldada por su madre y marido ante el cuidado de los niños. "Trabajaba de ginecóloga, hacia de cuatro a seis guardias y un día por semana me trasladaba a Sevilla al Parlamento", relata en conversación telefónica con una voz con la que deja entrever el cierto agobio que pasó.
Amalia sólo estuvo cuatro años de diputada. No volvió a repetir, incluso se dio de baja en el partido para dedicarse a su profesión, a la docencia universitaria y a su familia. Reconoce que se arrepiente de no haber estado más tiempo. "En aquella época había en el Parlamento un ambiente de cordialidad y de mucho respeto para sacar adelante las cosas que Andalucía necesitaba". Por eso, ella estaba a gusto en la política.
Hortensia Gutiérrez del Álamo, más conocida como Chiqui, nació en Tetuán en 1944, pero se considera malagueña tras llegar con 13 años. Antes de convertirse en parlamentaria, fue una de las promotoras del Movimiento Democrático de Mujeres. Ingresó en el PSOE en 1976, llegó a presentarse en las listas del Congreso por su provincia y será feminista hasta que se muera.
Compatibilizó ser diputada y directora general de Consumo durante unos años en un momento en el que sólo eran cinco mujeres en toda la estructura. Echa la vista atrás y reconoce que su situación en aquel momento era muy excepcional.
No había conciliación, tenía tres hijos pequeños y salía los lunes de madrugada de Málaga, con cierto nudo en la garganta y tras besarles en la mejilla cuando aún dormían, para regresar los viernes por la tarde. Asegura que lo consiguió porque "detrás de una mujer que se dedica a la política, tiene que haber un gran hombre". Y ella lo tuvo a su lado.
Entre sus anécdotas, Chiqui recuerda cómo logró que la terminaran llamando "presidenta" de la Comisión de Hacienda o aquel memorable ataque de risa que ella misma desató, como secretaria de la Mesa, en el Parlamento el 22 de noviembre de 1994 cuando se encontraba en el atril leyendo una lista interminables de nombres tras una larga jornada de votación. Aún se ríe cuando lo recuerda, pero cree humanizó la imagen de los políticos. Hoy día casi 30 años después aún se viraliza y contagia.
Amparo Rubiales nació accidentalmente en Madrid en 1946. Es la única que sigue activa en la vida política, es presidenta del PSOE de Sevilla, ciudad en la que se instaló en 1967. De madre conservadora y padre juez, se afilió primero al Partido Comunista y tuvo una activa presencia en la lucha antifranquista.
Además de ser de las primeras parlamentarias, fue la segunda mujer en doctorarse en Derecho en los más de 500 años de historia de la Universidad de Sevilla y la primera consejera de la Presidencia de la Junta de Andalucía. Además de concejala y vicepresidenta de la Diputación, senadora, delegada del Gobierno y vicepresidenta segunda del Congreso.
Casada por lo civil, separada en el 81, abolicionista de la prostitución, autora del libro Al amparo del feminismo (Renacimiento), madre de dos hijos y una feminista acérrima, cree que aún queda mucho por hacer.
"¿Por qué te dedicas al feminismo si tú no lo necesitas?", le preguntaron una vez. "Yo no, porque soy una privilegiada, accedí a mis estudios universitarios, pero otras mujeres sí y quiero para las demás el privilegio que yo tuve". Reconoce que su referente son otras mujeres. "Al verlas me doy cuenta de que tiene sentido todo lo que he hecho".
Pilar Pulgar y Carmen Martínez, ya fallecidas, también fueron dos mujeres excepcionales. La primera nació en Asturias en 1930 y tras vivir y estudiar en EEUU, nada habitual en la época, acabó asentada en Huelva por las circunstancias laborales de su marido y donde fue profesora de Ciencias Empresariales en el Colegio Universitario de La Rábida.
Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales, se convirtió en la primera alcaldesa de la Democracia. Lo fue en la localidad de Palos de Frontera y en 1979 obtuvo la mayoría absoluta encabezando una candidatura independiente.
La segunda nació en Sevilla en 1927. Estudió Trabajo Social y en los años 60 fundó y presidió durante muchos años la Hermandad de Donantes de Sangre. Llegó a la política porque un grupo de amigos se lo rogaron. En una entrevista en Canal Sur, hace unos años, reconoció que la política no le causó ninguna huella desagradable, aunque a su madre al principio le costó un disgusto. En la guerra lo pasaron mal y se creía que los Grises la iban a perseguir.
A lo largo de sus respectivas carreras y de manera independiente todas estas mujeres han recibido muchas condecoraciones. Hace diez años la propia Junta las reconoció con el Premio Meridiana que cada año concede con motivo del Día Internacional de la Mujer. Este año este periódico, con la rescaca de esta efeméride, les dedica este pequeño homenaje recordando quienes fueron.
Sin embargo, todas coinciden en el sentimiento de que su mayor premio no es material: la admiración de sus familias y el sentir que abrieron camino a sus hijas, a sus nietas y a todas las demás por sus andanzas en la política andaluza. También fuera de ella como mujeres pioneras.