"Cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire" dijo Julio Cortázar. Objeto de tradición ancestral, el reloj suma a su función utilitaria un gran impacto estético.
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Algunas firmas lo convirtieron en su mayor símbolo. Por ejemplo, la historia de Rolex comenzó cuando su fundador Hans Wilsdorf creó el primer reloj de pulsera hermético —el Oyster— y desarrolló una gama de relojes que se convertirían en iconos de la relojería. Otro ejemplo de ascenso en el mundo de la relojería: Festina, que fue creada en 1902 por la familia Stüdi en la localidad de La Chaux-de-Fonds, Suiza, de gran tradición relojera.
Al igual que cualquier otro complemento, el reloj es capaz de transmitir emociones y valores. Cumple con uno de los objetivos de la moda: comunicar sin necesidad de hablar. En este sentido, su elección no puede ser el fruto del azar y más, de cara a acontecimientos tan importantes como una entrevista de trabajo.
Los relojes clásicos, de cuadrante redondo y número romanos, pueden por ejemplo evocar una tendencia hacia la tradición. Los digitales e hiperconectados plasman un espíritu aventurero y vanguardista, los negros, imponentes, pueden ser el símbolo de una personalidad segura.
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