Construir una relación es complicado. Los primeros meses es fácil: primeras citas, primeros pensamientos, primeras veces... sin embargo, a medida que pasa el tiempo, aparecen facetas nuevas que no conocíamos y, en cierta forma, aparece la verdadera personalidad. Unos nuevos rasgos que debemos aceptar o, por el contrario, rechazar.
A medida que pasan los meses nos damos cuenta de que las personas y las relaciones están llenas de cambios y crecimiento. No es algo malo, de hecho, es algo natural que en muchas ocasiones trae consigo una conexión real, pero a veces trae consigo un fenómeno muy frecuente por el que todos hemos pasado alguna vez.
En ocasiones, nos aferramos a una percepción fija de nuestra pareja: una 'imagen congelada'. Vemos a nuestra pareja como la persona que solía ser en lugar de la persona en la que se está convirtiendo. Si bien esto puede parecer inofensivo, aferrarse a una versión obsoleta de ella en realidad nos está limitando.
Qué es el síndrome de la imagen congelada
El síndrome de la imagen congelada es un fenómeno tóxico que explica la situación en la que percibes a tu pareja de una manera fija e inmutable, como si lo que alguna vez fue verdadero sobre él o ella sigue siendo exactamente igual con el paso del tiempo.
Esta imagen mental se basa en creencias, expectativas, juicios del pasado e incluso comportamientos puntuales que actúan como un filtro rígido a través del cual interpretamos su comportamiento actual.
En otras palabras, es como si nuestra pareja dejara de evolucionar en nuestra percepción, mientras que en realidad, como todos los seres humanos, está en constante cambio y puede llegar a aprender de sus errores.
Para la relación, el síndrome de la imagen congelada puede ser muy perjudicial y puede acabar siendo determinante en el futuro de la misma. Al mantener una percepción fija sobre nuestra pareja, impide que la veamos de forma auténtica en el presente.
De esta forma, no solo ignoraremos o subestimaremos sus nuevas cualidades, sino que podemos llegar a desatender la verdadera personalidad de nuestra pareja, porque nos hemos aferrado a aspectos que quizás ya no existen o ya no son relevantes.
Este tipo de imágenes congeladas pueden ser del tipo: "Nunca me preguntas cómo está mi día", "Siempre me juzgas", Siempre pones a los demás primero" o "Nunca lavas los platos". A menudo, se vuelven cada vez más fijas cuanto más tiempo permanecen en su lugar.
Si bien puede parecer inofensivo decir que nuestra pareja "siempre" actúa de cierta manera o "nunca" hace determinadas cosas, cuando terminamos la oración con algún tipo de crítica explícita o implícita, creamos una narrativa que puede no ser 100% verdadera.
De alguna forma, comenzamos a ver a nuestra pareja a través de una lente imaginaria. Nos guardamos determinadas situaciones en la mente, que han ocurrido de forma frecuente o, incluso, solo una vez, y nos es inevitable ignorarlo.
Suponer que nuestra pareja 'siempre' o 'nunca' se comporta de una determinada manera puede reforzar esa visión en nuestra mente. Aunque nuestra pareja nos pregunte qué tal el día o lave los platos, nuestra percepción sobre ella va a seguir la misma porque la hemos "encerrado" en un pensamiento.
El síndrome de la imagen congelada no solo es perjudicial para quien lo padece, sino también para quien lo sufre. Si nuestra pareja percibe que siempre la vemos de la misma manera, puede sentir que no valoramos su verdadera personalidad o sus intentos de mejorar.
Esto puede generar sentimientos de resentimiento, inseguridad o falta de motivación para seguir fortaleciendo la relación. A su vez, puede que nosotros también nos sintamos atrapados en un patrón repetitivo en el que esperamos ciertos comportamientos y nos frustremos cuando la realidad no coincide con esa imagen congelada.
Cómo superar el 'síndrome de la imagen congelada'
Una de las mejores maneras de combatir las imágenes congeladas en la relación requiere un esfuerzo consciente para actualizar y renovar la forma en que vemos a nuestra pareja. Tenemos que ser conscientes de qué percepción tenemos de ella e intentar cambiarla.
Identificar que estamos manteniendo una imagen fija de tu pareja es el primer paso para romper con ese patrón. Lo ideal para saberlo es reflexionar sobre cómo nos sentimos cuando pensamos en ella y si nos aferramos a características que tal vez ya no existen.
Una vez que lo reconozcamos, podemos estar más atentos a su comportamiento. Identificar si es una conducta que se repite de forma frecuente o si, por el contrario, solo ha ocurrido una vez. Podemos incluso intentar averiguar por qué actuaron de determinada manera en lugar de ponerles una etiqueta.