No se imaginaba que terminaría sugiriéndole a Isabeli Fontana que se pusiera unos guantes morados porque “irían bien con un traje camel”; o a Carmen Kass que no pusiera ningún complemento más, “porque ya estaba perfecta”. Menos aún podía sospechar la lista completa, encabezada por nombres como Irina Shayk, Sara Sampaio, Linda Evangelista o Ronaldo, pero Fran Marto sí que recuerda que quiso tener el trabajo de estilista desde antes de saber que existía.
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Más aún, “desde que tengo uso de razón: quise tener este trabajo sin saber ni saber lo que era. Ya siendo niño en casa de mi madre, en Málaga”, explica Fran Marto, con envidiable vitalidad.
“En una de las habitaciones de la casa de mi abuela había un armario lleno de vestidos, de trajes de novia y de invitadas, algunos muy espectaculares”, continúa narrando. “Recuerdo ver salir de aquel armario una chaqueta azul cielo de raso, cubierta con una pedrería que al final de la chaqueta terminaba en lágrimas de colores, con el bolso a juego, que me recuerdan a lo que ahora hace Prada, Miu Miu”, explica, con viva emoción del recuerdo.
“A algunas de esas piezas”, sigue el relato, “mi abuela les añadia detalles con tules o les ponía mangas con flores 3D, para que todas las novias fueran únicas.”, y continúa relatando que “eran vestidos de novias y madrinas que mi madre alquilaba para gente que no podía comprarlos, y así por un día podían lucirlos maravillosamente. Es una cosa ahora muy común, pero en aquel entonces no se veía tanto, al menos en Andalucía”.
“Además”, prosigue Marto, “yo tenía seis años cuando mi madre iba a ver a mi tío que era músico de orquesta y trabajaba en una sala de fiestas. La recuerdo con unos looks alucinantes, llevaba vestidos largos y turbantes en la cabeza, y ya en ese momento ya me preguntaba mi opinión.
Una scout, es decir, una ojeadora de moda, encontró a un adolescente Fran Marto caminando por la calle y le propuso trabajar para una agencia de modelos. “Al poco tiempo, alguien le preguntó al dueño de aquella agencia: ‘¿Tú has visto a Fran Marto desfilando?’. Y me propusieron enseñar a desfilar a las chicas. Y más tarde, ayudar con los estilismos de las fotos para los books. Yo aún era muy joven y no sabía qué era ‘hacer un estilismo’. Les decía ‘tráete ese jersey negro que te vi el otro día’ o ‘yo te traeré unos collares dorados para que los lleves como si fueran un cinturón, que va a quedar genial…’”.
En una sesión de fotos en la que hacía de modelo, concretamente en Marbella, Marto relata que intervino tan intensamente en las opiniones respecto a la ropa, que el fotógrafo le preguntó: "¿Tú no estarías mejor detrás de la cámara que delante?". Marto se empapaba de revistas de moda y de videos musicales, pero hasta que no llega a Madrid a principios de los noventa no tiene su primera oportunidad.
"Orlando Reyes, fue el primero que se fijó en que yo tenía una manera especial de vestir. Y Natalia Bengoechea. Me ofrecieron trabajar como estilista y yo, que era jovencísimo, vi la luz. Pero, ‘¿y la ropa? ¿La compro yo?’, les pregunté. Y me respondieron que no, que había unos sitios que se llamaban showrooms y que me pasara una mañana y cogiera lo que quisiera. A mí aquello me pareció un sueño".
Continúa: "Entonces así empecé, nunca fui asistente de nadie. Mi primer trabajo fue para la revista Vanidad, una fotito en medio del texto del personaje, y era Juan Diego Botto, ‘la promesa del cine español’, imagínate. Cuando vi mi nombre debajo, que ponía 'estilista: Fran Marto', me impresionó mucho”.
Su segundo trabajo “ya fue una portada, tuve que vestir a una artista con aquellos vestidos de Versace de imperdibles dorados. Era una cantante, con un rollo muy bohemio, que debutaba como actriz así que la decidieron poner en portada. Y resultó ser Christina Rosenvinge”.
Para Marto, "hay mujeres que tienen la elegancia innata, como Nieves Álvarez [su compañera en el programa de televisión Flash Moda], con un vaquero o una camisa celeste, lo convierte todo en costura. Es su cara, su perfil, su manera de moverse, es elegancia por naturaleza. Pero, ojo, todos necesitamos un estilista".
"A veces ella misma, cuando le digo ‘todo te queda bien’, me responde que no. Porque todo depende: si a un vestido maravilloso le ponen un zapato feo, te lo estás cargando. Cuando escucho en alguna sesión con algún o alguna modelo algo tipo: ‘¡Qué bien lo llevas todo!’, yo respondo ‘¡pero hay que llevárselo!’”.
Errores típicos y aciertos precisos
Para Marto, un error típico de las españolas podría ser el de tapar “un zapato importante, es decir, con un trabajo especial” con un pantalón que caiga demasiado encima del empeine, “lo que hace que no se vea, que se enganche, y quede raro. Eso últimamente lo observo a menudo”.
Ahora, en televisión, ha llegado a la conclusión de que “como me decía el director, efectivamente el negro no es videogénico, porque entristece. Yo sabía que no puedes poner rayas finas porque dan ‘moiré’ y los estampados no siempre dan una imagen estilizada, pero ahora he visto que el negro sin más queda plano, la pedrería lo levanta un poco”.
“Lo primero que hago al llegar al encuentro con una celebrity es preguntarle qué no le gusta, para ahorrar tiempo”, explica. “Y empiezo esa lista en una hoja en blanco, preguntando qué no te pondrías nunca. A partir de ahí, voy desgranando al personaje. A veces le respondo ‘oye, pues te equivocas porque con una falda lápiz de leopardo y un jersey estarías mejor que bien’”.
Otra de sus normas es “decir siempre la frase ‘lo probamos’, porque antes de descartar una prenda hay que verla puesta. Y no dejo que mis asesoradas se miren al espejo sin todo el look completo porque cambia completamente, o sin el zapato si va a llevarlo, porque el efecto es otro”.
Discreto con las mujeres a las que conoce, viste y ha vestido, confiesa que una celebridad que siempre va bien y a la que admira es Cate Blanchett, y otra, “en las antípodas, pero igualmente elegante, mágica y enigmática: Tilda Swinton”.
¿Una pista secreta? “[Sonríe] Ayer vestí a Nieves [Álvarez] de una marca muy especial, con un mono azul como lavado en ante que era precioso, es de unas chicas mexicanas que se llaman Mon & Pau y están en Claudio Coello, al lado de Jimmy Choo”.
Viaja constantemente y está en contacto diario con las modelos y actrices más famosas del mundo. Cualquiera de sus portadas recientes [Harper’s Bazaar para Esther Cañadas, o su portada mundial en la misma cabecera con la top model Caroline Murphy] deja clara su gusto por la belleza.
“La mujer quiere estar bella. Se pueden hacer estilismos más atrevidos, más eclécticos, como el que hice la semana pasada para la mujer de un actor muy conocido. Pero para mí siempre se trata de crear una armonía”.
En su vida personal, “me gusta tener los básicos de Uniqlo, los jerseys de cachemir, y en Zara compro cosas también. Luego siempre incluyo alguna pincelada de un diseñador potente. En hombre me gustan Saint Laurent o Balenciaga. Aunque vayas con una camiseta y un vaquero, hay mucha diferencia entre una camiseta y otra, a los looks básicos y sencillos los levanta una pieza especial, un gesto, una pincelada”.