De cine, literatura y política: Misión imposible
La semana en cuatro tips de vida social, protagonistas y recomendaciones.
Hayley Atwell
Más de siete millones de personas vieron el lunes el debate electoral. Yo decidí hacer pellas como si fuera una quinceañera. Estoy tan cansada, tan necesitada de vacaciones este año… Me pareció un gran plan huir casi tres horas de la responsabilidad 24/7 que me tiene exhausta.
Prefería quedarme solo con lo trascendente y llegar al análisis, a la repetición de las mejores jugadas. Todo el equipo del periódico seguía trabajando en la retrasmisión de nuestro programa de EL ESPAÑOL y sabía que, al llegar a casa, iba a ponerme al día con información de primera.
Y así, como una gamberrada, como un corte de mangas al sentido del deber me escapé con mi hijo a la premiére de Misión Imposible, un título muy compatible con el espectáculo que se pudo ver en Antena3.
No sé si la película me gustó mucho o poco, pero sé que Tom Cruise y Hayley Atwell están estupendos. Él y ella, los dos. El ritmo es tan frenético y trepidante que te hace centrar la atención para no perder detalle e intentar tener la explicación de lo más nimio que hay que hilvanar para comprender en su totalidad una escena posterior.
Eso es la vida actual. Un negocio permanente en el que se comercia con conseguir nuestra atención y nuestros datos. Este año, en un par de ocasiones, la atención para nuestro voto.
Al volver a casa y reconectarme con la actualidad, se acabó la ficción. Lo mejor de ir a ver una película como esta es que ya sabes quién va a ganar. En los debates como en los juicios, hay ocasiones en que 'se pierde lo ganado y se gana lo perdido'.
Isabel Díaz Ayuso
Las redes arden en sinsentidos y en injusticias. Un tuitero con casi setenta y cinco mil seguidores escribía: "Basta de victimismo con la señora Ayuso. Perder un feto de ocho semanas es muy frecuente. Y a esa edad, el sistema nervioso no se ha desarrollado suficientemente para que se perciba dolor".
Yo no tengo Twitter, precisamente por señores como este. Una amiga escandalizada me lo mandó y me pareció horrible. Horrible, de verdad. Pero ¿quiénes somos nosotros para opinar con esa desaprensión y falta de empatía? ¿Quiénes se han creído algunos que son?
El feto tenía ocho semanas, pero Isabel Díaz Ayuso es un ser humano. No la hemos visto quejarse ni llorar, ni siquiera una mueca. Ha pasado por un legrado que es un mal trago. Efectivamente no es un infarto ni la amputación de un brazo, pero es una pérdida y la frustración de su futura maternidad teniendo más de cuarenta años
¿Victimismo? Venga, hombre… Un comunicado oficial y una reincorporación inmediata a sus responsabilidades, acortando la baja que seguro le habían prescrito. ¿Qué victimismo?
La ignorancia es muy osada y desde el momento de la concepción, las hormonas suponen una revolución en el cuerpo femenino. Yo pasé por una situación similar hace 26 años y recuerdo no poder contener las lágrimas aquella navidad, al ver el anuncio de la mayor cadena de jugueterías, que tenía de fondo una ecografía de un bebé.
Así que de victimismo, nada. La Presidenta ha vivido esta pérdida con mucha dignidad. Luego, el personaje podrá gustarnos más o menos, pero por favor, seamos respetuosos con las personas si pedimos lo mismo para nosotros.
Eso sí, sé que cuando haya regresado al trabajo, un fichaje extraordinario le espera. Nuestra querida Paloma Garrido, hasta hace unos días parte del equipo de magasIN está desde esta semana trabajando en su equipo. Con la incorporación de Paloma a la Comunidad de Madrid, perdemos en EL ESPAÑOL, pero ganamos todos los madrileños.
Karima Benyaich
El miércoles asistí a una cena con la embajadora marroquí en España. El tema central de debate era el que parece ser el único desde comienzos de mayo, las elecciones.
Pero tenía que incluirla en este póquer por mi reconocimiento de esa habilidad de la diplomacia elevada a categoría profesional.
'La diplomática' es, además de una serie de moda, la profesional que hace que se hable de todo con la cadencia musical de la cordialidad, sin que las discrepancias permitan exabruptos o palabras malsonantes, sin que nada parezca tan importante para no poder ser 'cortado' con un comentario sobre el sabor de su tierra o las características del clima de su país.
En medio de todo eso, las diplomáticas y las que no lo somos buscamos espacios para las confidencias y los detalles más personales.
Ayer descubrí que dos jovencitas preciosas a las que adoro —por ser las hijas de una querida amiga— vivían, hasta encontrar a su madre, en un centro de acogida de la organización social que lideraba la hoy Embajadora en España.
Qué maravillosas coincidencias.
Clea Castán
Cuando este artículo vea la luz, yo estaré en Gijón en la Semana Negra. Allí estaré con Carlos Quílez, con Luis Artigue, Marta Robles, Carmen Posadas y el resto de los autores que pasarán este año por el prestigioso festival.
También estaré con mi amigo Fernando Marías que, aunque ya no esté vivo, estoy convencida de que se dará una vuelta. Con esa impostada petulancia que no se creía ni él, no permitiría que 'su' Semana Negra se viera privada de su presencia.
Y me voy con Clea Castán, la protagonista de mi novela Maldito Hamor (Espasa, 2023). Cuando escribí esta compleja historia de un asesinato, nunca pensé en que podría llevarme a Gijón.
Yo quería contar la historia de cómo una mujer normal, para algunos idealizada, puede llegar a plantearse que si no mata a quien quiere, la víctima seguirá siendo ella.
Quería escribir sobre límites, sobre los caminos que a veces se nos cruzan en la vida y que pensamos que jamás transitaremos, sobre instinto de supervivencia y sobre cómo a veces las pruebas se entierran solas y otras veces con la complicidad de quienes no lo esperan.
Y me voy a Gijón sabiendo que Clea Castán tiene un espejo. Para quienes hayan leído la novela, saben que el espejo se gira y que a veces produce efectos cegadores.
Si has sido Clea o Henry en algún momento de tu vida, probablemente no seas capaz de seguir leyendo.
Si Clea te ha pedido ayuda y has decidido ignorarla, puede ser que no consigas terminarla.
Si Clea está cerca de ti y lo sabes, a lo mejor le cambias la vida. O no. Quizás prefieras no leer y seguir andando.
Gracias a esta fascinante mujer a quien llegamos a no entender hasta el último capítulo. Gracias, Clea, por haberme llevado a un periplo maravilloso y a vivir una experiencia que terminaré con una cita imprescindible en Asturias.
La disfrutaré con dos de los tres hombres de mi vida en el restaurante Auga, para conocer el proyecto culinario de Gonzalo Pañeda y Antonio Pérez, que ya pertenece al estrellado firmamento Michelin. No me puedo resistir a la fabada asturiana ni en el mes de julio. Los platos saben siempre mejor en su tierra.