"Sobreviví a la crisis de los opioides. Escapé por poco. Salí de la oscuridad y corrí a toda velocidad hacia el mundo". Así comienza Nan Goldin un contundente artículo que publicó en 2018 en la revista Artforum, referencia del mundo artístico, ese al que pertenece la afamada fotógrafa desde que su trabajo, inclasificable en los 70 y 80, empezó a apreciarse con ojos de ‘mientras más miras, más descubres’.
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A Goldin le tomó varios años salir de la adicción hacia el fármaco OxyContin, recetado contra dolores a raíz de una operación. El cuerpo de Nan, que conocía de pruebas y enganches a drogas, con este analgésico tocó fondo, es más, rozó la muerte por una sobredosis.
En el documental All the Beauty and the Bloodshed, de Laura Poitras (ganadora del Oscar por Citizenfour), la artista se reconoce afortunada, a diferencia de las 500 mil personas que no sobrevivieron. La vivencia personal tomó una dimensión política y social, esta no había sido la primera vez.
En cuanto se sintió con algo de fuerzas, emprendió una lucha contra los fabricantes del medicamento Purdue Pharma y sus dueños, la familia Sackler, de quienes pronto sabría que eran poderosos benefactores de museos y galerías de arte alrededor del mundo.
Nan fundó el colectivo P.A.I.N -Prescription Addiction Intervention Now- para apoyar a los afectados, pero también para visibilizar la responsabilidad de esa empresa farmacéutica en la crisis de los opioides en EEUU, impulsar la prohibición del medicamento, así como lograr que museos y galerías dejasen de aceptar las donaciones millonarias de los Sackler. Señalarles, arrinconarles, ese apellido tenía que desaparecer de esos lugares.
"En la sociedad las cosas malas se silencian, y eso destruye a las personas", dice Goldin en el documental.
El hilo invisible
Nan Goldin sabe mucho de batallas, todas la definirían como mujer, artista, pero también como activista. Laura Poitras se aventura a hacer un tejido con cada una de ellas y con la transgresión de su obra, para ofrecer un completo, abrumador y sobrecogedor retrato de Goldin en All the Beauty and the Bloodshed (Toda la belleza y el derramamiento de sangre).
La lucha más reciente a sus 68 años contra los Sackler parece más bien una epopeya bíblica, pero Nan no estaba dispuesta a perderla y la cámara de Poitras sería testigo de ello.
"Han lavado su dinero lleno de sangre en las salas de museos y universidades de todo el mundo", dice la artista dispuesta a asestarle un golpe a la filantropía usada como moneda de cambio.
Una placa identifica la entrada de una de las salas del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Sackler Wing brilla flamante como recordatorio de los millones que el magnate y filántropo Arthur Sackler había destinado durante tantos años a esa institución.
All the Beauty and the Bloodshed se inicia precisamente en ese lugar, donde aparece Nan encabezando a un grupo de manifestantes mezclados con la muchedumbre; de repente dejan caer decenas de frascos que recuerdan al de OxyContin, para acto seguido tenderse inmóviles en el suelo."¡Los Sackler mienten, la gente muere!", les sale del alma el grito de guerra.
Nan Goldin es una superviviente. Su primera gran lucha la libró en su propia familia. Marcada por el suicidio de su hermana mayor, Bárbara, a los 18 años, que había sido recluida en psiquiátricos por haberse rebelado y dejar aflorar su sexualidad. Nan se zafó de la represión de sus padres, del entorno asfixiante de los suburbios de los años 60, se liberó de un destino similar al de su hermana.
Bárbara es el hilo invisible con el que Poitras une todas las partes en apariencia inconexas de este documental que le debe su título. En un reporte psiquiátrico sobre Bárbara estaba escrita la frase: "Ella ve el futuro y toda la belleza y el derramamiento de sangre".
La voz de Goldin narra aquellos días, del recuerdo casi borroso de Bárbara. El desvanecimiento de la memoria fue una de las razones por las cuales se empeñaría en captar con su cámara momentos de la vida.
Escuchamos más a Nan de lo que la vemos porque, tal como lo afirmaron en la conferencia de prensa en la Mostra de Venecia, optaron por grabar las entrevistas sin imagen para lograr un nivel más alto de intimidad durante los tres años que se prolongó el proyecto.
"Fue como hacer terapia sin tener un terapeuta", diría Goldin sobre sus conversaciones y la manera en la que Poitras le hacía preguntas, "revelé muchas cosas profundas, muy dolorosas, supongo que nunca pensé quién iba a verlo".
Primero en Boston en los 70, luego en Nueva York, Nan no dejaría de pulsar el disparador de su cámara. Frente a su lente pasaban la fauna y flora de variopintas subculturas, drag queens, gays, gente con la que conformó su familia escogida. Y junto a ellos, de los cuales muchos morirían, libró otra gran batalla durante la crisis del VIH/Sida en los 80.
Nan unió fuerzas con el movimiento Act Up, y con el nombre que ya se había hecho en la escena artística, emprendió una cruzada para darle visibilidad a la epidemia, a los enfermos y a los muertos. Witness: Against Our Vanishing, su legendaria exposición de 1989, terminó siendo censurada por el National Endowment for the Arts, sin embargo, pasó a la historia.
Recordar aquellos años en All the Beauty and the Bloodshed es revivir de alguna manera a la actriz y escritora Cookie Mueller, al artista David Wojnarowick o al fotógrafo David Armstrong, pero también significa para Goldin evocar la rabia, el desasosiego y la impotencia. La crisis de los opioides repite la historia, dejando nuevamente en evidencia la inacción, indiferencia y fracaso de la política estadounidense en cuestión de salud pública.
Además de la historia personal de Goldin, el documental expone la escalada de Purdue Pharma, fortalecida económicamente con la comercialización del Valium, cuya publicidad tenía como target a mujeres.
Con el mata-dolores OxyContin, que irrumpió en el panorama sanitario estadounidense hace tres décadas, la estrategia –con una deseada "lluvia de prescripciones médicas"- y las promesas –fundamentalmente la mentira de la imposibilidad de adicción- serían diferentes, en todo caso carentes de toda ética y humanidad.
La misma Goldin relata en el documental cómo de tres píldoras diarias pasó a 18, y cuando las recetas legales se acabaron, apeló a camellos. La adicción al OxyContin la mantuvo aislada a lo largo de ocho años.
Romper con los secretos y silencios
"La fotografía siempre fue una forma de caminar a través del miedo", dice Nan en un momento del documental.
Laura Poitras navega por todas las aguas de la vida de Goldin, en la que los limites entre lo personal y lo artístico están desdibujados. Su obra, que desde sus inicios se centra en la lucha contra los estigmas, como las enfermedades mentales, el suicido, las diferentes formas de sexualidad y género, posee una gran carga política, cosa de la que Nan no estaba consciente hasta que a principios de los 80 una amiga se lo hizo ver, tal como la artista afirma en el documental.
Poitras realiza una especie de autopsia a su biografía, de la que se pudo haber pensado que era de dominio público, sin embargo, hay ciertas revelaciones, aparte en lo concerniente a su familia biológica, tal como el periodo de prostitución con la finalidad de comprar carretes para su cámara.
La voz de Goldin nos lleva a través de varios de sus más emblemáticos trabajos como The Ballad of Sexual Dependency, esa suerte de reveladora crónica fotográfica de 1985 sobre sexo, consumo de drogas, amor, hedonismo, pero también de la violencia machista.
Inmersa en una relación tóxica, se fotografió dejando constancia de los abusos de su amante de aquel entonces.
"Cuando mostré esas fotos en todo el mundo, muchas mujeres se me acercaron para decirme que también se retratarían cuando volvieran a ser golpeadas", recuerda Nan en Venecia al hilo de los secretos y silencios que terminan por destruir a la gente, "por primera vez fueron capaces de expresarse sobre cosas de las que nunca antes habían hablado con nadie. Ese es mi objetivo".
El recuento elegido en el documental no tiene un orden cronológico, no obstante, la brújula está puesta en el presente, en ese ahora batallando contra los Sackler, hombro a hombro con su nueva familia conformada por los activistas de P.A.I.N.
Tiempo después de que en el Guggenheim de Nueva York cayera una "lluvia de recetas médicas" gracias a otra de las acciones de ese colectivo, esa institución dejó de aceptar las donaciones de la familia Sackler y quitaron las respectivas placas que ostentaban el apellido del clan. Le siguieron la Tate Modern, Serpentine Galleries, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el British Museum, el Louvre.
Antes de que All the Beauty and the Bloodshed se proyectara en el Festival de Cine de Londres, tras ganar el León de Oro en la Mostra de Venecia, la directiva de The Victoria and Albert Museum también decidió romper con los dueños de Purdue Pharma.
Meses antes, la farmacéutica se había declarado en quiebra para evadir las demandas civiles, y aunque hasta la fecha no hay cargos criminales en contra del clan multimillonario, acordaron destinar a las víctimas del OxyContin unos 6 mil millones de dólares.
"No puedo quedarme de brazos cruzados y ver desaparecer a otra generación", había escrito Nan Goldin en Artforum. Con All the Beauty and the Bloodshed aquella promesa, amenaza o misión puede darse por cumplida.
"Lo que más me enorgullece es que derribamos a una familia multimillonaria en un momento en que los multimillonarios tienen un sistema de justicia diferente al del resto, y disfrutan de una absoluta impunidad en EEUU", diría en Venecia Goldin, triunfante, pero no eufórica, "pudimos derrumbar a una de ellas, hasta ahora".