Enseñar a pedir perdón y perdonar es una herramienta que nos permite construir relaciones y mantenerlas en el tiempo a lo largo de todas las etapas de nuestra vida. Una forma de demostrar respeto y empatía que puede parecer sencilla, aunque la realidad es que detrás de un “lo siento” o un “perdón” se esconde un comportamiento más difícil de lo que parece a simple vista y no tan sencillo de transmitir a nuestros hijos desde sus primeros años o durante la complicada etapa de la adolescencia.
De hecho, trasladar a nuestros hijos ese sentimiento de pedir disculpas después de ser conscientes de que hemos hecho algo que ha supuesto un daño para alguien y reconocer nuestra responsabilidad de lo que ha pasado, o simplemente de perdonar, puede llegar a convertirse en una tarea dura para muchos padres, madres, tutores o cuidadores. Sobre esto precisamente hablamos con la psicóloga experta en intervención familiar, acompañamiento, apoyo y asesoramiento en procesos de adopción y acogimiento, Vivian Aparicio Cotarelo.
¿Por qué es importante enseñar a pedir perdón desde pequeños?
Esta enseñanza de pedir perdón y saber perdonar es importante que como padres o tutores sepamos trasladarla desde la infancia a los niños, pero siempre sabiendo diferenciar “que no debemos exigir a un niño que pida perdón y menos, cuando es para salvar una situación que a nosotros como adultos nos hace sentir incómodos”, matiza Vivian Aparicio.
“Debemos tener especial cuidado en no hacer a nuestros hijos sentirse culpables de cosas que no pueden cambiar o que son simplemente relación directa de su desarrollo y aprendizaje o simplemente, conductas infantiles que en nuestro mundo adulto no se consienten”, aclara.
Una vez tengamos claro esto, pedir disculpas no deja de ser una herramienta que nos permite construir relaciones y mantenerlas a lo largo del tiempo y con la que demostrar respeto y empatía, pero lo difícil viene con que no se trata simplemente de decir “perdón”, sino de sentir.
“Pedir disculpas requiere ser conscientes de que hemos hecho algo que ha supuesto un daño para alguien y reconocer nuestra responsabilidad en lo que ha pasado. Tras estos dos pasos previos, el hecho de pedir perdón es una clara manifestación de nuestra intención de reparar de algún modo el daño hecho a la otra persona y expresar que se lamenta lo sucedido”.
“El último paso es saber pedir disculpas de forma eficaz. La respuesta observada en las personas a las que pedimos perdón, nos refleja si hemos conseguido reparar el daño. Por eso es tan importante saber pedir perdón, como admitir las disculpas de alguien y perdonar”, recalca la experta.
Y es que en esta enseñanza lo que queda claro es que el aprendizaje es realmente a lo que debemos dar mayor valor y por encima de la propia disculpa. “Un niño o adulto que pide perdón sinceramente ha sido educado desde el respeto, el amor incondicional, la empatía donde se han tenido en cuenta sus necesidades. Se le ha permitido conocer sus emociones desde el acompañamiento. Este aprendizaje lleva implícito el aprender a 'sentir' y a entender lo que se siente”, explica.
¿En qué puede ayudarles esta enseñanza en un futuro?
Siempre que esta enseñanza haya sido correctamente modelada y no basada en el miedo al rechazo y la culpa, Vivian Aparicio asegura que aprender a pedir perdón y perdonar les ayudará en el futuro “a construir, mantener y desarrollar relaciones, también a favorecer la comunicación y demostrar sensibilidad hacia las necesidades de los demás. Refleja un desarrollo de la autoestima sano y sólido”.
Una enseñanza que en definitiva, se traducirá en que desde niños sepan desarrollar la empatía, el respeto y la consideración.
La importancia de que los padres, madres o cuidadores sean espejos para los más pequeños
Al igual que para nosotros como padres, tutores o cuidadores es importante que nuestros hijos pidan perdón y se disculpen, es crucial que también empecemos nosotros a pedirles perdón cuando erremos, cuando no tengamos en cuenta sus necesidades, cuando les hagamos sentir que no son importantes para nosotros o simplemente cuando pueda darse alguna situación en la que por acumulación de estrés perdamos el control y gritemos sin necesidad.
Vivian Aparicio recalca que este puede ser un buen punto de partida para transmitir esa enseñanza a los hijos. “No debemos olvidar que los padres y cuidadores principales somos modelos y espejos para los más pequeños, así que si no somos respetuosos ni considerados, los hijos tomarán en esas conductas y modelo de relación como un ejemplo a imitar y asumir como propio. Si, por el contrario, somos consecuentes con nuestros actos, asumimos las consecuencias de los mismos y mostramos empatía, nuestros hijos asumirán como propio nuestro modelo de relación y se desarrollarán como adultos emocionalmente sanos”.
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