Si hace unas semanas escribíamos que el otoño es el mes idóneo para hacer una visita al ya célebre Bosque de Cobre, hoy recomendamos un punto en concreto que descubrir, o redescubrir, que marca con agua este encantador entorno: el nacimiento del río Genal. Ubicado en el corazón de la localidad de Igualeja, esta senda fluvial surge de la tierra a través de una grieta con una silueta que realmente nos trae a la mente imágenes de un verdadero alumbramiento.
Este humilde río, el del Genal, discurre por la Serranía de Ronda, vuelca su caudal al final de su recorrido en el Guadiaro y, a pesar de ser relativamente corto, no llega a los 50 kilómetros, humedece y ha hecho crecer a su alrededor a lo largo de los siglos a quince pueblos, al tiempo que ofrece sustento y fuerzas a la naturaleza que vive a lo largo y ancho del valle al que da nombre.
De hecho, se puede escribir que el Valle del Genal es el entorno de la provincia de Málaga con mayor calidad medioambiental, siendo uno de los espacios más singulares en cuanto a conservación de biodiversidad y de paisajes de todo el Mediterráneo. Algo que la influencia del río Genal ha logrado poblando unos terrenos agrestes con enormes masas de castaños, alcornoques, quejigos y, en definitiva, un sinfín de especies, tanto vegetales como animales.
Un Monumento Natural que cumple 10 años
Como hemos escrito, el Genal nace en Igualeja a partir de un manantial situado dentro de una cueva conocida como, pues eso, del Nacimiento, la cual fue declarada Monumento Natural en el año 2011. Es un afloramiento del acuífero de Sierra Blanca y sus aguas, que surgen a borbotones de las entrañas de la tierra en un paraje cargado de vida, saltos y destellos de luz, son cristalinas, frías y puras, libres del pecado original.
El Genal también recibe aportaciones acuáticas procedentes de otros espacios naturales cercanos como Los Reales de Sierra Bermeja y la Sierra Crestellina y en su primer fluir, junto a un área recreativa, divide en dos las calles y las huertas igualejeñas en un trasunto invertido de la separación del Mar Rojo. Aguas herederas de un pasado moviendo molinos, en la década de los 60 del siglo XX se construyeron varias represas a la salida del Genal que permitieron repoblarlo con truchas.
Si últimamente todos miramos al cielo con la esperanza de que llueva, teniendo en cuenta que el Genal da lo mejor de sí en época de precipitaciones, lo haremos todavía más. Con la lluvia el cauce aumenta, lógica y considerablemente, y en este lugar se produce lo que los igualejeños llaman «reventar el nacimiento»: una sonora e impresionante explosión de agua, ya que este brota forma lo que los geólogos llaman un sifón.
La localidad que ve nacer este afluente del Guadiaro es un hermoso y laberíntico pueblo blanco serrano y vecino del parque natural de la Sierra de las Nieves, de vías empinadas y casonas que, cuando no se agarran a los abruptos paredones, horadan la roca hasta hacerla habitable. Una tierra de leyendas, ya que en Igualeja nacieron tres bandoleros que llegaron a ser muy conocidos: El Zamarra, El Zamarrilla y Flores Arrocha (que no tiene nada que ver con el señor llamado Flor de Otoño).
Un paisaje domado por el Genal
El terreno que recorre el Genal es un mapa marcado por quebradas tierras de castaños y olivos, donde la horizontalidad es una quimera. Y es que cada loma confluye en el lecho del río, un hilo plateado que deja a su paso una salvaje frondosidad apenas marcada por algunos huertos que no logran domesticar el paisaje. De este modo, la vegetación ribereña es quien determina aquí la ley dibujando el discurrir del camino hídrico con olmos, álamos blancos, sauces, fresnos y alisos que se conjugan junto a juncos, adelfas, tarajes, mimbres, durillos y agracejos sombreando todos a una el cauce.
El recorrido del Genal por su valle ha sido declarado Zona Especial de Conservación y su influencia es tal que su entorno supone una subcomarca dentro de la propia serranía rondeña. Además, el Valle del Genal se subdivide en el Alto Genal —donde se encadenan a su paso las localidades de Igualeja, Pujerra, Parauta, Cartajima, Júzcar, Faraján y Alpandeire— y el Bajo Genal —Atajate, Benadalid, Benalauría, Algatocín, Benarrabá, Gaucín, Jubrique y Genalguacil—, hasta llegar a Casares que es donde desemboca en el Guadiaro.
Quizás este paisaje continúa siendo tan hermoso porque la presencia humana en el Valle del Genal no es muy elevada y, siguiendo la moda de la España vaciada, muestra síntomas de envejecimiento y despoblamiento. La economía del lugar se ha basado tradicionalmente en la agricultura y en una humilde industria artesanal, siendo ejemplos de esto la recogida de castañas, el uso del esparto y la elaboración de chacinas, de las buenas, de las que se pegan al riñón.
Recorrer Igualeja para ver si nos compramos una casa allí
Tal vez, en lugar de lloriquear tanto por la España vaciada, deberíamos liarnos la manta a la cabeza, meter nuestros bártulos en cajas, hacerle compromiso a nuestros amigos para que nos ayuden con la mudanza e irnos a vivir a un pueblo que se esté quedando sin habitantes. En resumen, predicar con el ejemplo por una vez.
Así, aprovechando la visita al Nacimiento del Genal, vamos a dar una vuelta por Igualeja que es un municipio con mucho por disfrutar. Para empezar, tiene el barrio del Albaicín, un intrincado dédalo de breves callecitas estrechas y muros de piedra que atesoran un encanto especial.
Desde aquí, la calle principal nos conducirá hasta la Iglesia de Santa Rosa de Lima y, un poco más adelante, llegamos a la plaza de Andalucía, el centro neurálgico de la localidad, que enlaza con otras dos plazas: la del Divino Pastor y la Embovedada, debajo de la cual discurre el Genal y que proporciona un agradable paseo en paralelo al río. Y, para rematar, nuestros pasos nos llevarán por el bien conservado barrio de Santa Rosa, señalado por sus casas blancas adornadas con flores.
Por último, hay que tener en cuenta que Igualeja tiene otros atractivos, pues su entorno es ideal para practicar actividades de turismo activo, como el senderismo o, para los más valientes, la escalada. A su alrededor encontramos rutas como la del Charco de la Cal y las Caleras, así como con una vía ferrata ubicada muy cerca del Nacimiento del río Genal que, sin lugar a duda, es donde la vida del valle comienza.