Málaga se ha convertido en los últimos años en un gigantesco plató de cine o de televisión, según se tercie. En su apuesta por atraer la llegada de rodajes a la capital de la Costa del Sol, la Málaga Film Office, ente dependiente del Ayuntamiento, ha generado una especie de catálogo con un centenar de localizaciones ideales para desarrollar estas producciones.
Espacios o edificios como el Palacio de Ferias, la vieja Tabacalera, la Alcazaba, el Palmeral de las Sorpresas, se han convertido en señas de identidad de la urbe. Pero este amplio listado va a perder en los próximos meses o años uno de sus más llamativos exponentes: el espaldón del dique de Levante del puerto.
Y no porque vaya a desaparecer tan esencial infraestructura portuaria, sino porque las obras de reparación y consolidación que se llevan a cabo desde hace meses va a traer consigo la desaparición de sus características costillas. Tan particulares son que hacían de este emplazamiento un lugar ideal para grabaciones y reportajes de bodas.
El vacío que ahora queda, dejando un pasillo alargado junto al espaldón, ya está siendo llenado en un proceso lento pero prolongado con hormigón. Un paso indispensable en el proyecto impulsado por la Autoridad Portuaria para corregir los importantes daños estructurales que presenta la parte del dique que queda a la vista de todos.
Lo que pierde la estructura portuaria en belleza, demostración de un diseño de diques poco empleado en los puertos españoles, lo gana en resistencia y solidez ante un ambiente ciertamente agresivo como el marítimo. La operación de reparación va a obligar a las arcas portuarias a realizar un desembolso ciertamente millonario.
La intervención se afronta dos décadas después de que Málaga conquistase el mar con la inauguración del dique de Levante, que tiene una longitud de 1,1 kilómetros y que fue clave en la consolidación de la ciudad como referente del turismo de cruceros. Aquella obra fue adjudicada y ejecutada por la unión temporal compuesta por Dragados y Sando. Nadie pudo imaginar en aquellos días que muchos años más tarde, la robustez con las que fue desarrollada la obra dejaría entrever evidentes debilidades.
El impacto lesivo del ambiente marino, junto a la utilización de un hormigón de menor calidad del preciso, según los informes realizados, dieron lugar a un descarnamiento más que evidente, así como una reducción de su capacidad portante. Una circunstancia que en los últimos años ha llevado al Puerto a analizar el mejor modo de corregir las patologías.
Reparación del espaldón
La labor se está demostrando más ardua de lo inicialmente previsto y tras un proceso de "prueba error", la empresa adjudicataria de los trabajos, SATO, avanza ya en la solución final. Y la misma supone regresar al método tradicional: el hormigón en masa.
Esa es la esencia de la intervención, aunque para llegar a ese momento se realiza labor casi de artesano, en la que se aplican técnicas de destrucción minuciosas. En especial en lo que afecta a la cara exterior del espaldón (que da al mar), donde se va a emplazar la hidrodemolición. Para ello se utiliza una máquina que funciona “como una impresora, pero lanzando un chorro de agua a entre 1.000 y 3.000 bares de presión".
La intención del organismo presidido por Carlos Rubio es la de avanzar en nuevas fases de la operación, con el año 2027 como ejercicio límite. En esta estrategia inversora, los números ponen de manifiesto el peso de la obra. Como poco, con la posibilidad siempre existente de que surjan imprevistos, el valor estimado para sanear el espaldón del dique ronda los 9 millones de euros.
El interrogante sobre el coste final es evidente. Sirva recordar lo ocurrido con la primera fase, que fue contratada por algo más de 600.000 euros y que se ha visto incrementada hasta superar el millón de euros tras la aprobación de un primer modificado al que, no se descarta, pueda sumarse otro más.