Nacieron como proyecto el 7 de abril de 1963 y el 2023 está siendo un año lleno de alegría para ellos. No es para menos. Mantener un negocio durante 60 años no es nada sencillo. Bien lo saben Pepe y Mari Carmen, la segunda generación del Restaurante Tormes, situado en el corazón del Centro Histórico de Málaga, en una de las vías más bellas de la ciudad, la calle San Agustín.
El local se llama así por el río que cruza Salamanca. Aunque de inicio se dedicó a la cocina castellana, con cochinillo incluido, ahora sirven "comida mediterránea de toda la vida y de buenísima calidad" como croquetas caseras o una ensalada malagueña, tipiquísima de la tierra.
Los que impulsaron el negocio fueron Antonio y Joaquina, padres de Mari Carmen, aunque detrás de los inicios hay mucha más historia. Antonio, en aquellos años, trabajaba de camarero en el hotel Cataluña, situado en la plaza del Obispo. Allí conoció a un importante constructor salmantino que le convenció de que tenía que poner un local en un edificio que acababa de hacer en la calle San José.
"Estaba al lado de donde estamos ahora. Pero aquello no levantaba cabeza. Hasta que decidieron cambiar todo, dar servicio de lujo a un precio súper económico con unos menús basados en la comida mediterránea. Aquello fue una revolución, bueno, bueno, ¡unas colas! Era increíble. Fue todo de la noche a la mañana", recuerda Mari Carmen.
A partir de ese momento, decidieron quedarse íntegramente con el restaurante, pagándole la correspondiente parte al constructor. "Y ya fuimos cada vez a más", cuenta la actual pareja propietaria, cuyos familiares, después de aquello, decidieron incluso ampliarlo haciéndose con el actual local que tienen en la calle San Agustín.
Aunque no dan abasto en su día a día, ambos están tranquilos, pues su hija Beatriz heredará el negocio. Está dispuesta a tomar las riendas del Tormes, porque "formación no le falta". "Nosotros la admiramos mucho. Es una máquina. Cómo atiende a los clientes, cómo gestiona las bebidas... Y encima habla inglés que hasta sabe discutir bien con los extranjeros... ¡Eso es pa' verlo!", explican sus padres entre risas.
"Haber logrado cumplir 60 años no es más que sinónimo de trabajo, trabajo y más trabajo. Tenía mucho apego a un proyecto vital de mis padres y no podía quedarme de brazos cruzados viendo cómo se perdía. Yo era maestra de profesión, pero finalmente lo dejé para luchar por el Tormes y poder lograr lo que estamos alcanzando", expresa, emocionada, Mari Carmen.
Cuando llegaron, aseguran, eran el único restaurante en calle San Agustín, que ahora está repleta de negocios. "Y el boom ha sido desde hace, sobre todo, dos décadas hasta ahora. Por desgracia, cada vez hay más franquicias, sin arraigo alguno, totalmente americanas. Se está perdiendo lo nuestro, lo de siempre, nuestros clientes más fieles, que ya son familia, nos lo dijeron en una fiesta que hicimos por los 60 años", continúan.
"Hoy por hoy, podemos decir que no hay un restaurante con nuestra antigüedad en el Centro de Málaga. Somos los más antiguos y encima somos los mismos desde el inicio, que eso no suele pasar, pues al final se traspasan", declara la pareja.
Pepe y Mari Carmen afirman que al turista no se le puede criticar, le pese a quien le pese. "Ellos son los que nos dan de comer, eso es así", reconocen. "Tenemos que estar aquí para demostrarles qué es lo tradicional, sin rebajarnos a las franquicias que nos rodean, particularmente porque es que no puedo competir con ellos porque ofrezco calidad tanto en el servicio como en el producto... Hay que valorar al turista, compran moda, comen en restaurantes, van a farmacias e incluso a la peluquería", dice Mari Carmen.
Así, la pareja sostiene que es el plato a pagar al no haber fomentado Málaga otra cosa que el sector terciario. "No tenemos industria, no tenemos otro recurso que nos impulse la economía... Es una pena, pero es lo que hay ahora mismo", opinan. Pese a todo, insisten, "vengan tiempos peores o mejores, nunca bajaremos la calidad, pues como se come en nuestra casa no comerán en ningún sitio".
A lo largo de sus años de trabajo han tenido cientos de anécdotas. Pepe recuerda con cariño a un cliente noruego que se llama Olaf, residente en Fuengirola. "Viene todos los años. Hemos visto crecer a sus hijos, que vinieron muy pequeños y ya vienen ellos con 30 o 40 y él mismamente nos presenta a sus nietos. Lo mejor de un negocio así es que creas una gran familia con toda la clientela. El día que los reunimos para celebrar el aniversario fue, sin duda, uno de los mejores días de nuestra vida", zanjan, deseando una larga vida al Tormes.
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