"No somos una marina de verano, somos una marina de invierno". Con estas palabras el director de activos de Ocean Capital Partners y gerente de IGY Málaga Marina, Ignacio del Río, viene a resumir el modelo de explotación de unas instalaciones que tras una inversión próxima a los 11 millones de euros, empieza a hacerse notar en un sector ciertamente competitivo.
De hecho, los explotadores de estas instalaciones confirman el crecimiento constante que está teniendo desde el arranque formal de las operaciones a mediados de julio del año pasado. Con todo, esperan que la evolución positiva prevista para lo que queda de año, ya dentro de la temporada alta (se inicia a partir de septiembre, mientras que la baja se corresponde con los meses de junio, julio y agosto), tenga continuidad en 2024 y acabe por potenciarse en 2025.
Ese es justo el año que tanto Igy Marina como Ocean Capital Partners, como principales socios del proyecto, marcan en el calendario para que la marina tome "velocidad de crucero". "Málaga no es por el momento un destino como Ibiza, Cerdeña o Mónaco, aunque pensamos que puede llegar a serlo; esos barcos, en verano, están en las zonas de más lujo o de moda", precisa.
Pese a ello, la confianza de las empresas en el éxito de la capital de la Costa del Sol es plena. "Es una apuesta acertada; esos barcos, cuando acaba el período de lujo, buscan una zona de invernada y ahí somos una marina ideal, en una ciudad que ofrece todo lo que necesita un armador", defiende.
"Lo que nos dicen desde Igy es que el asentamiento de la marina de Málaga se está haciendo hace más rápido que otras similares; hay que tener en cuenta que no es lo mismo coger una marina que ya funciona a hacerla de cero, porque ponerla en el mapa lleva más tiempo", recuerda.
Muestra de este asentamiento es la presencia ahora en aguas malagueñas del Dynasty, un yate de 101 metros de eslora que va a estar atracado de 3 a 7 meses. "La idea es ir pescando barcos de ese estilo; estamos empezando la campaña de invierno para ver qué podemos traer, hay buenas expectativas", insiste Del Río, quien remarca que la marina malagueña sigue siendo "una gran desconocida".
Una "prueba de fuego"
"Lo que estamos haciendo es movernos para dar los servicios que podamos; el Dynasty es una prueba de fuego y está saliendo muy bien; ya está conectado al suministro eléctrico, lo que permite que tenga parados los motores y eso desde el punto de vista medioambiental es muy positivo", destaca.
De acuerdo con estas explicaciones, la estrategia es clara: "ir construyendo el destino". Y a ello ayuda, por ejemplo, el mantenimiento del vuelo directo entre Málaga y Nueva York. "Nuestro año para atraer a estos grandes clientes empieza ahora", remarca, y anuncia que a mediados y finales de noviembre se espera la llegada de varios barcos de gran dimensión con fecha de entrada pero no de salida. "Si conocen Málaga vemos que los barcos repiten", valora, constatando que suelen alargan la estancia.
Esta circunstancia hace que durante los meses de verano la imagen que muchos vecinos han tenido de la zona de atraque delimitada en el muelle 1 y la esquina con el muelle 2 no haya sido la esperada.
Para rebajar esta imagen, los operadores de la marina ya están planificando la organización de eventos en los meses de verano, trabajando incluso en la idea de celebrar regatas nacionales e internacionales.
El buen comportamiento de esta infraestructura náutica va a abrir las puertas de Málaga como destino preferencial para un turismo de lujo y de un muy alto poder adquisitivo. Un detalle nada baladí, por cuanto cada uno de los grandes yates que amarra en la marina es casi como una empresa en sí misma, capaz de generar un movimiento económico más que elevado.
Sirva aplicar los parámetros de varios estudios que cifran en unos 7 millones de euros anuales el impacto económico de un gran yate atracado. De esta suma, entre el 12 y el 15% repercuten directamente sobre la ciudad; otros 20-25% queda ligado a los gastos de mantenimiento.
La marina de muelle 1, que empezó a operar hace algo más de un año, tiene capacidad para acoger barcos de hasta 180 metros de eslora. Los parámetros económicos que rodean este proyecto confirman que se trata de un motor mayúsculo, que no sólo eleva el atractivo de la ciudad, sino que además se convierte en un generador evidente de trabajo especializado.