Lorena G. Maldonado (Málaga, 1991) es la jefa de cultura de El Español. Se declara una enamorada de su tierra y aprovecha las vacaciones para volver al sur, aludiendo a Raffaella Carrà; volver a casa; y volver a sus recuerdos de la infancia.
Es del equipo porra, le parece una ofensa que la gente no tenga a la heladería Inma en el número 1 de sus heladerías favoritas y su momento más épico en Tívoli fue cuando Lucía de Pimpinela le dio un besito en la cara. EL ESPAÑOL de Málaga habla con Lorena sobre sus veranos 'espetaos'.
¿Cuál es tu primer recuerdo de verano en Málaga?
Me acuerdo de ir a la Misericordia con mi madre, ella embarazada -yo no tendría más de cinco años-: se sentaba en una sillita al lado de la orilla para tenerme vigilá y yo le refrescaba la barriga con agüilla de mi cubo de playa para que viniera fresco el que luego sería el hombre de mi vida, mi hermano José Ángel. Me acuerdo de subirme también en el burro mítico del Parque, porque no había apenas columpios ni recreos infantiles en aquella época, y quemarme las piernas porque ardía mucho por el sol.
¿Y tu primer concierto?
Mis dos grupos predilectos siendo niña fueron Camela y Pimpinela, a los dos fui a verlos al Tívoli con mi familia. En el de Pimpinela era la más pequeña del lugar y me mantearon hasta subirme al escenario: Lucía me cogió y me besó y yo fui más feliz que cuatro. También me acuerdo de uno espectacular de la Isabel Pantoja pre-convicta, aún no tenía esa aura gangsta que ahora refuerza su folclore y su decadencia, pero lo flipé igual.
¿Recuerdas algún amor de moraga? ¿Qué le dirías ahora?
El amor de moraga que tocaba era, en el fondo, el niño de tu clase -o de otros colegios, eso ya más avanzada la adolescencia- que te había gustado durante el año, con el que tonteabas y te escribías terrores en la agenda, pero no tenías claro si era recíproco o era sólo amistad -en esa tensión residía la paciencia: si el pastel se hubiera revelado antes del verano, claramente se me habría olvidado el nota a los diez minutos-.
Recuerdo San Juan como una noche bastante mágica y sugerente donde depositábamos los secretos y los deseos del curso: si alguien se tenía que declarar, debía hacerlo ese día, porque manejábamos alcohol clandestino y oscuridad y una curiosidad insolente por el amor y los cuerpos y hasta una hoguera propia. San Juan era "puerta grande o enfermería".
Recuerdo una moraga en la que los amigos del chaval con el que salía -que era de Gamarra- vinieron a pegarle a mis colegas de Maristas porque consideraban que eran un peligro para mi integridad -lo pienso ahora: ¿estaban defendiendo mi virginidad? -, pero se apaciguaron las aguas y echamos unas copas juntos. A aquel ‘amor’ le diría: rey, no le demos tanto bombo a este affaire, cuando tenga 30 años y me ponga a responder un cuestionario sobre el verano, tardaré unos minutos en acordarme de tu nombre.
¿A qué político, a qué famoso y a qué deportista invitarías a una moraga en el Peñón del Cuervo?
De políticos invitaría a mi enemiga histórica Andrea Levy, a ver si es cierto lo que cuenta su leyenda. Si no, a Felipe González, para darle dos copas y pillarle en baja forma cuando le pregunte a qué partido de derechas vota. De famosos, a Bardem, porque le deseo. O a C. Tangana, para cosificarle, a ver qué tal. O a María Jiménez, porque la admiro.
Y de deportista, a Messi, que me la pela enormemente, pero veo que por sus entrevistas ahora se meten tortas. O a Sergio Ramos, porque seguro que se sacaría la guitarrilla y sabría ir vestido adecuadamente, es decir, maravillosamente hortera.
¿Cómo es la moraga perfecta? ¿Sardinas, pinchitos o sólo de copas?
No he hecho moragas en la vida adulta, pero defiendo la austeridad para estas cosas: demasiada preparación puede arruinar la espontaneidad y el juego. Se viene cenado de casa, como de jóvenes, o te pillas un campero en El Faro y luego tiras para la playa. Lo fundamental es que haya Jack Daniels. Y que nunca falten hielos, que vaya sopa si no.
¿Cuál es la peor resaca veraniega que recuerdas?
El verano en Málaga, entero, es una resaca. Y como diría Ray Loriga, "no estoy dispuesto a cargar con los años que no recuerdo".
¿Qué plan no puede faltar en tus veranos?
Enamorarme durante dos horas de algún camarero de chiringuito, uno de esos chavales castizos y todoterreno, morenos, carismáticos y bellísimos que llevan pa’lante veinte mesas ellos solos y tienen encima la gracia del mundo: me quedo mirándoles desenvolverse como quien mira un acuario o un fuego, con fascinación antigua.
¿Cuál ha sido tu feria más recordada? ¿Y esa en la que tienes más lagunas?
Todas las ferias de Málaga son una sola, una distopía larga. Puede contener trazas de pasado. Es como meter en un bol a todos tus ex, a la peña que te caía mal en el colegio, a tus colegas y a tus futuros errores; menear la mezcla, ponerla al sol, regarla con alcohol y dejarla reposar todo el día.
Es como un reality pero más cruento, es un videojuego cañí, es una ginkana de la vida de la que intentaste huir -sin mucho éxito-, es como la casa de Los Panero cuando Jaime Chávarri grababa El desencanto. En fin, la Feria de Málaga, una obra de culto. Somos hámsteres en su rueda flamenca. Hay que bebérsela y luego pasarse la vida intentando olvidarla.
La ola del Melillero… ¿cuántas toallas te ha mojado?
Cada año menos, soy ya perra vieja.
¿Cuál fue tu primer trabajo de verano? Ya sabes, ese al que te metes para ganarte unas pelas y poder salir con tus amigos…
En el bar de mi padre echando las cuentas, agobiada perdida, toda turbada y tan chica era que no llegaba a la máquina registradora y tenía que subirme a una caja de cervezas para alcanzar las teclas.
¿Cuál es tu heladería favorita malagueña?
Supongo que es pregunta retórica, pero La Inma por goleada. Lo primero que hice después del confinamiento fue salir corriendo para allá a pillar un litro de Kinder para reconciliarme con la vida y la policía.
¿Porra, gazpacho o ajoblanco?
Porra, pero bien de jamón y de huevo.
¿Cuál es ese chiringuito que no falta en tus planes de verano?
Miguelito El Cariñoso y El Cabra en Pedregalejo, Hermanos Gutiérrez en Huelin o El Espeto en Torremolinos.
¿Dónde te llevarías a tu mejor amigo a comerse un campero? ¿Y a tu peor enemigo?
A algún Rosario's o al Mafalda a mi mejor amigo. Y a mi peor enemigo, a los mismos sitios, porque el saludo y un buen campero no se le niega a nadie.
¿Cuál es tu playa favorita de la provincia?
La del Cañuelo, en Nerja, porque las cabras salvajes te miran bañarte desnuda a última hora de la tarde.