El pasado 24 de octubre perdimos la Junta Directiva en Ametic. Nuestra candidatura obtuvo sus puestos, pero se dieron una serie de renovaciones que dieron puestos a asociados nuevos. Felipe Romera, de APTE, Francisco Marín, otro defensor de industria e innovación, o Pablo Oliete, creador de la comisión de Industria 4.0, se quedaron sin puesto.
Lo mismo sucedió a Google, Ayming o Tecnalia. Vi que todo obedecía a un movimiento muy calculado de derribar los soportes de una propuesta de industria española y europea, potente e innovadora, competitiva, influyente.
No nos costó ni a Pilar, que hasta un mes antes era nuestra candidata a presidencia, ni a mí, ser los más votados en nuestros grupos, pero ya vi que las voluntades estaban compradas para el asalto a la presidencia.
Nosotros llevamos nuestras propuestas, nuestros ejes de actuación, nuestros compromisos por escrito por delante, nuestra intención de conformar una candidatura transparente y los miembros de esta anticipados. Nada de mercadeo de “si me apoyas te doy un puestito”. Como decía Anguita: “programa, programa y programa”. Estos somos, esto queremos para todos, así lo haremos.
Alabé en público que en la candidatura adversaria estuviera Alicia Asín, de Libelium y José Luis Manzanares, de Ayesa. Tengo en la librería del despacho desde el que escribo esto por el insomnio a las 3:40 de la mañana, los libros dedicados que me regaló hace años su padre. Una figura admirada por mí y un ejemplo de la mejor ingeniería que se forma y se crea en Sevilla.
La abuela de José Luis, que ha ganado el delicado puesto de tesorero, era Japón, de los descendientes de aquellos japoneses que llegaron a Coria en la misión diplomática a la corte de Felipe II. Les puse por escrito que corrían el riesgo de legitimar una candidatura de intereses de multinacionales que no buscan precisamente el fortalecimiento de nuestra industria, sino influir para vender más y con menos regulaciones en España y en Europa. Lean El Gruyère Europeo. No quiero repetirme.
Sabedores de los errores cometidos en la etapa anterior, pero también de los muchísimos más aciertos que han hecho la marca Ametic tan apetecible para los que, cuando estaba en horas bajas no se acercaban a tocarla ni con un palo, defendimos el legado y lo conseguido y reconocimos que había que trabajar en hacerla más inclusiva y diversa, más joven, más transparente. Ya no hacía falta una guardia de corps.
Los asociados pidieron un debate. Nos ofrecimos a hacerlo a cualquier hora que quisieran. ¿Para qué debatir, para qué explicar el programa que se adivina líquido, para qué explicar el equipo más allá del mínimo estatutario? ¿Para qué dar oportunidad a los que dudaban de aclararse? ¿Para qué desvelar que había promesas de 15 puestos en un comité ejecutivo que por estatutos solo puede ser de 10? No pasa nada. Cuando ganemos los cambiamos. Si esto del compliance, al fin al cabo, se trata de ir adaptando los papeles a lo que queremos.
Nuestra propuesta ha perdido. Yo como líder de ésta he perdido. Inmediatamente les di la enhorabuena. Y le escribí a mi madre que sabía, porque no le habían salido lecturas de aleluya cuando reza por mí, que esto no saldría bien.
La magnanimidad del ganador no hizo un guiño a nadie de nuestra candidatura por mor de la unidad para que se sumase al nuevo gobierno. Pura visión partidista, como si esto fuera la política de partidos en lugar de la casa de todos.
La noche del jueves, solo en un apartahotel de Juan Bravo 58, veía la tele con el desastre de Valencia, y la enorme cantidad de desidias, verdades a medias y mentiras que se habían vertido sobre el mejor presidente que ha tenido Ametic en 50 años y sobre mí, por el mero hecho de haber dado un paso al frente en la defensa, por otros medios más modernos, con un equipo renovado, de los mismos valores, me llenó de pena.
Mi Carmen con su media lengua, cuando la llamé se puso a llorar. “Papi quiero contigo”. No se me quitaba de la cabeza lo de Valencia. La semana anterior había estado en Cheste en SPB, hablando de Innovación colaborativa, de sumar, de tender puentes con competidores, de cadenas de suministro resilientes, de lo que hacemos en la Fundación Ricardo Valle, unir empresas, universidades y centros tecnológicos para acometer los proyectos más ambiciosos que se nos puedan ocurrir.
Hablamos un rato Miguel Burdeos y yo sobre su reunión de Feique, el Ametic de los químicos, con el ministro Hereu y el valor y la oportunidad de la industria química. La química es energía, como casi todo. En una Europa que no tiene petróleo, que ha renunciado al carbón, que se ha pegado un tiro en el pie que ya tenía agujereado, abandonando la nuclear, y que ha cortado su acceso al gas ruso, la química sólo ha recibido hachazos.
La imagen de la química, como ahora la de la tecnología, entre los ciudadanos es cada vez peor. Cuanto más la necesitamos y más nos ha cambiado la vida, menos conocemos un sector que es muy innovador, competitivo, exportador, creador de puestos de trabajo altamente cualificados.
Nuestras empresas químicas son líderes en muchos sectores. En elementos para los aromas como bien sabe Carinsa, un campeón oculto, poco conocido que es líder en la ciencia del aroma y el sabor. Pocos conocen que tenemos fabricantes competitivos de RPET, de PET, fabricantes de máster batch, de pigmentos, de tintas que permiten imprimir un gres con textura de madera, de nuevos packagings más sostenibles y ecológicos, de cosméticos, de farma. Nuestros campeones de los materiales compuestos usan materiales avanzados que hacen que la industria aeronáutica europea sea, de momento, líder mundial.
Estuve en Paterna y luego en Puçol. Mientras mis adversarios, que no se habían desvelado abiertamente, hacían su campaña, yo visitaba industrias con ojos de niño, con curiosidad, con admiración, con ganas de aportarles y aprender.
El jueves me fui apenado a dormir por los amigos valencianos que estaban sufriendo el desastre y por mí mismo. No había sabido poner en valor la relevancia de un país con industrias fuertes y competitivas. El jueves perdimos. Pero lo de Ametic no era nada. Seguiremos en la Junta Directiva, defendiendo todo aquello que ambas candidaturas han puesto en sus programas, rigor, transparencia, compliance, participación, inclusión, diversidad… Exigiendo el cumplimiento de la palabra dada a los asociados en los programas. Programa, programa, programa.
La pérdida, que no me ha dejado dormir en toda la noche, ha sido la de Miguel Burdeos. Junto con otros cuatro amigos empresarios valencianos de toda la vida, estaba desaparecido. Denia y Vanessa, las CEO de Carinsa habían estado con ellos también la semana pasada. Y esta es solo una historia de las muchísimas que están pasando en Valencia. Esto es lo que me ha puesto de nuevo en la pista. Aterrizando a lo importante. La vida, las personas, los amigos, la familia, la salud. No nos sobran capitanes de industria. Espero que aparezcan bien.
“La verdadera generosidad hacia el futuro consiste en entregarlo todo al presente.“
Simone de Beauvoir