Magnífica la entrevista realizada por Isabel M. Ruiz a Daniel Innerarity para este periódico. Léala amable lector, con sosiego, bien merece el tiempo que le dedique. No pude asistir a su conferencia en el Centro Cultural La Malagueta, a la que me invitó el lúcido Carlos González Hermoso, más reflexivo y acertado con el tiempo, otro ejemplo de lo equivocado de aquellos que desprecian la experiencia.
Lamenté no poder acudir, ya que sigo a Daniel desde hace más de tres décadas. De aquellos principios aún guardo el recorte de un ensayo titulado El gigante cojo en el que reclamaba, en pleno auge por la apuesta desmesurada hacia las nuevas tecnologías, una mayor atención por la filosofía, las artes y lo que conocemos en general por las letras. Defendía que tan sólo un desarrollo acorde de ambos pilares sociales proporcionaría el necesario equilibrio que requiere cualquier desarrollo humano.
Un par de días después de las interesantes jornadas sobre Planeta Antropoceno oigo en una emisora a unos reputados divulgadores científicos abogando por la multidisciplinariedad científica. Apostaban por las sinergias de la biología y las ingenierías. Pero, y el arte o la filosofía ¿no tienen cabida en esa multidisciplinariedad?
Recordé entonces las importantes reflexiones durante aquellas jornadas de Ángel Valencia y Manuel Arias sobre la importancia de la filosofía política en el mundo actual y, de manera especial para la ocasión, la de José Manuel Cózar sobre esa característica tan acentuada en nuestro tiempo que es la misantropía. El misántropo de hoy, como nos contó Cózar, rechaza al ser humano, a veces imbuido por una errónea idea de amor a la Naturaleza, o incluso en la adulterada libertad que algunos con tanto afán manosean.
El misántropo actual tiene mucho de aquel gigante cojo de Innerarity y de nuestro legendario diablo cojuelo cuyas peripecias ya recogía en el siglo XVII Luis Vélez de Guevara. Aunque pensemos que la Ciencia es un cuerno de la abundancia capaz de vencer a tan grotesco personaje, sin las letras, las artes y sobre todo la filosofía, a pesar de su discapacidad, pisoteará nuestro futuro.