"La potencia turística y económica de Málaga la damos los cofrades de forma gratuita y altruista"
A título personal | Paloma Saborido, miembro de la comisión para el Jubileo de los Cofrades de 2025.
2 abril, 2023 05:00Noticias relacionadas
A lo lejos se atisba a un grupo de niños caminando por calle Parras. Pertenecen a alguno de los muchos colegios malagueños que aprovechan la recta final de la Cuaresma para visitar las casas hermandad. No llevan uniforme, por lo que resulta imposible identificar la procedencia. En cambio, tras ellos, sí que se reconoce fácilmente a Paloma.
Chaqueta verde y sonrisa constante, rasgos inconfundibles que cada mañana de Ramos irradia el cortejo de la Pollinica. Saborido y Sánchez. Los apellidos lo dicen todo, marcando el devenir de una cofrade estos días compagina su labor académica con ser la guía de su hermandad.
Se dice que cuando uno ha sido pregonero, ya lo ha sido todo en la Semana Santa de Málaga, pero este dicho queda en tela de juicio en el caso de la protagonista hoy. Tras desempeñar un papel clave en el congreso internacional con motivo del Centenario de la Agrupación, el Vaticano ha puesto sus ojos en ella para que forme parte de la comisión del Jubileo de los Cofrades de 2025.
Cuando los primeros lectores lean esta entrevista, Paloma ya llevará un buen rato despierta, preparando los ritos que consuman las primeras horas del Domingo de Palmas. Muy posiblemente, en ese momento, esté sonando en su casa Pasan los campanilleros, volviéndose realidad unos recuerdos que la llevan de la mano de su padre por las escalinatas de la tribuna.
Decía Aquiles en Troya que los dioses nos tienen envidia porque somos mortales, porque nunca se es más joven que ahora. Creo que esa frase, para un pollinico, tiene matices; ustedes vuelven a convertirnos en niños cada mañana del Domingo de Ramos.
Es increíble. Cuando tuve la inmensa suerte de dar el pregón, viví algo extraordinario. Mucha gente venía y me decía que había aprendido a ser nazareno con la cofradía de Pollinica. Es precioso porque en algunos casos se trata de personas que están desvinculadas de la Semana Santa o que su vida la han desarrollado en otras hermandades. Hay un cariño y un rasgo especial que deja huella. Se nota mucho en aquellas ocasiones en las que ha llovido y nos hemos quedado sin salir, quedándose un vacío para el resto de los días.
¿La mañana de Reyes o la del Domingo de Ramos?
La del Domingo de Ramos, sin ninguna duda. Esta historia se la cuento a muchos amigos y algunos, todavía, no se la creen, pero es totalmente cierta. Cuando era pequeña y vivía en casa de mis padres, este día se vivía con una intensidad superior a los demás. Pero es que ha pasado el tiempo y sigue siendo exactamente igual. Para mis hijos, la mañana de hoy está por encima de Reyes, viajes de estudio…
Supongo que no ponen los zapatos en la puerta, ¿pero mantienen alguna tradición especial?
La noche del Sábado de Pasión es extremadamente nerviosa. No queremos salir a ver traslados porque estamos esperando a la mañana. Ahí es donde entra en juego el rito, que es el mismo que hacían mis padres en casa cuando era pequeña. Mi madre nos despertaba, después de habernos acostado tardísimo tras estar en el tinglado de calle Pedro de Toledo, con Pasan los campanilleros de Carlos Cano en bucle gracias a una cinta que le llegó de Alejo García.
Esta marcha la trajo mi padre y se tocó por primera vez en Málaga detrás de la Virgen del Amparo. Fue algo que generó muchas críticas porque era la pieza sevillana por excelencia. Él respondió diciendo que la música es universal y al final se ha acabado asentando en la ciudad.
He querido mantener la tradición, incorporando también María Santísima del Amparo de Molero y Entrada en Jerusalén; voy alterando (ríe). Ahora, antes de vestirnos, nos reunimos todos: mis hermanas, mis sobrinos… Rezamos, nos colocamos el rosario y ya nos ponemos la túnica. A mí me encanta salir en procesión, pero ese momento es para mí el mejor. Sin duda.
¿Quiénes aparecen en las imágenes de su infancia?
Mi padre. No hay otra. De hace unos años a esta parte cuelgo la misma foto. En ella aparezco de la mano de él bajando la escalinata de la tribuna principal, porque además se ve a mi madre a un lado, sin vestir la túnica porque tenía que cuidar a mi hermana. Lo digo mucho, pero es cierto: no tengo un recuerdo en mi vida que no sea ligado a la cofradía de Pollinica. Los buenos, los no tan buenos, los regulares… Todos. Mi infancia son imágenes de San Agustín, de las casas hermandad por las que hemos pasado y de aquellas personas que se han convertido en familia.
Saborido y Sánchez. Su vida cofrade estaba predestinada antes de nacer. Esa impronta familiar está presente en facetas como la reivindicación de la igualdad, algo que su madre siempre ha defendido.
Sería falso si no dijera que la influencia de mi madre ha tenido mucho que ver en la personalidad. En todo caso, la figura de los padres marca el camino cuando uno es pequeño. Siempre he estado muy pegada a ellos; tanto es así que mis amigos me dicen que yo soy una niña vieja porque desde que tenía cinco o seis años iba acompañándoles a los encierros. Cuando di el pregón, mi marido me comentaba en tono de broma: “¡Ahí viene tu club de fans!”. Se refería a todos los amigos de mis padres que venían a saludarme llamándome Palomita.
Pero volviendo a la pregunta, sí, está claro que esa influencia está ahí. No solo a nivel cofrade, también profesionalmente. Pertenezco a un grupo de investigación que se llama Movimiento Carmona para la Feminización del Derecho Privado. Esa búsqueda de la igualdad por encima de todo y en todo ámbito está muy presente.
¿Sigue siendo uno de los grandes retos de la Semana Santa del hoy?
Creo que prácticamente lo hemos logrado. Aún hay algunos cofrades, en algunas hermandades, que se resisten a ver que el 2023 necesita igualdad. Con esa actitud están arrinconando a sus corporaciones. No es verdad que en la Semana Santa de Málaga haya un trato de inferioridad hacia la mujer porque la inmensa mayoría ven su participación con absoluta normalidad. Y en cualquier puesto, no solo en el trono.
Acólitos, turiferarios…
Claro. Es absurdo que la mujer, por el hecho de serlo, no pueda estar ahí. También es cierto, y no quiero justificar a estas hermandades, que el cambio es más difícil en algunas que en otras. En Pollinica fue muy fácil entender que todos teníamos que poder acceder a todos los puestos. En otras, sin embargo, ese paso es más complejo, pero eso no quiere decir que sea imposible.
La faceta académica, a la que antes nos referíamos, le ha llevado a estar al frente del congreso de hermandades y cofradías celebrado en Málaga por el centenario de la Agrupación y ahora, a la comisión para el Jubileo de los Cofrades de 2025.
Es una experiencia impresionante. Tuve la suerte de acercarme al papa Francisco en junio de 2021, junto a mi marido, gracias a mi íntimo amigo Salvador Aguilera, del dicasterio de Liturgia. Él facilitó que pudiéramos entregarle una réplica del cartel del Centenario de Raúl Berzosa. Me quedo con ese momento porque Francisco irradia alegría y transforma. Se le ha criticado que no tiene el poder de masas que podía tener Benedicto XVI o Juan Pablo II, pero es inmensamente cercano. Cuando estás con él, te entra un sentimiento enorme de pertenencia a la Iglesia que él representa.
Pudimos hablar de nuestra Semana Santa en una audiencia privada y pudo ver imágenes de las procesiones. Mostró un interés tremendo y no paró de pedirnos que le enseñáramos más imágenes. Recuerdo la cara de asombro.
Esto que me está ocurriendo es impresionante. Estábamos reunidos el otro día en la Comisión para el Jubileo con monseñor Fisichella, responsable de este órgano, y me tocó explicar una propuesta. Yo no paraba de pensar en que mi padre seguro que estaba por allí porque él era un enamorado del Vaticano. La experiencia vital es inmensa. Sobre todo el trato con Mons. Fisichella; él es nuestro camino para conseguir por fin el sitio y el protagonismo que las cofradías se merecen en nuestra Iglesia.
Es interesante que mencione esta “recuperación” del protagonismo cofrade porque esta Cuaresma el debate ha ido justamente por esos lares. Especialmente a raíz de las polémicas suscitadas por las terrazas y los aforamientos en Semana Santa. ¿Estamos perdiendo presencia en la ciudad?
Estamos en una ciudad que está creciendo a pasos agigantados. Esto supone la necesidad de coordinar más que nunca las cofradías con las exigencias del propio ente urbano. La seguridad ha incrementado porque el número de personas que van a ver este espectáculo es mayor. Pero por otro lado, las peticiones de restaurantes también van a aumentar. Yo distinguiría entre las exigencias de la seguridad y las de la hostelería.
La potencia turística y económica de Málaga la damos los cofrades de forma gratuita y altruista, dando nuestro tiempo, dinero y esfuerzo para establecer nuestra representación. En mi modesta opinión, los cofrades deberíamos haber alzado antes la voz en este punto en concreto.
Hay un sector de la población que relaciona esta “pérdida de influencia” con lo que llaman el modelo de ciudad, estructurado en cánones más mercantilistas y que están presentes en el desarrollismo inmobiliario.
Personalmente, creo que hemos llegado al extremo. Hemos visto un potencial económico impresionante para hacer crecer la ciudad en el sector turístico; lo que pasa es que la balanza se ha equilibrado demasiado hacia ese lugar perdiendo la proporción. Tenemos que trabajar para evitar que el Centro se convierta en una terraza absoluta, que no digo que ahora mismo lo sea. Si en todo el año no hay limitaciones a este sentido, los cofrades vamos a tener problemas cuando nos toque nuestro momento.
Todos nos tenemos que acostumbrar al crecimiento exponencial de una ciudad y convivir con él, algo que no quiere decir que aceptemos todo lo que provoca. Hay que trabajar con las administraciones públicas para conseguir un equilibrio; la ciudad no es para solo para él turista.
Volviendo al tema puramente semanasantero. Recuerdo una frase de Carlos Ismael Álvarez: “La cofradía somos todos; los vivos y los muertos”. Las hermandades también son las ausencias. En su caso, la Semana Santa del reencuentro la vivió sin su padre, Jesús Saborido.
Fue muy dura para nosotros. El Domingo de Ramos no fue el mismo ni lo será porque tiene el sabor agridulce de la felicidad más plena y la tristeza de la ausencia. Esa frase de Carlos Ismael es muy bonita porque define perfectamente a las cofradías, que se viven en familia, junto a aquellas personas que han estado contigo día tras día conviviendo en estos lugares. Se hace muy complicado cuando alguno de ellos falta. El año pasado fue muy difícil, pero también creo que el tiempo va amortiguando el dolor, quedando los recuerdos maravillosos que te acompañan toda la vida.
El vínculo.
Exacto. Esa es la forma que tenemos de vivir las cofradías.
Sí que pudo acompañarla en el pregón de la Semana Santa, dándole de algún modo el testigo de padre a hija. ¿Uno es pregonero toda la vida?
Uno no olvida jamás, nunca, en la vida, la experiencia vital, que no cofrade, que significa ser pregonero. No voy a tener la posibilidad de agradecer lo suficiente el regalo que me hizo Pablo Atencia. Yo he sido madre, y lo mejor que he tenido ha sido tener a mis hijos…
Y después el pregón.
No sé si después, pero sí insisto en la experiencia vital para alguien que lleva toda la vida sintiendo esto. No es solo encerrarte y pensar en cómo es la Semana Santa, sino el cariño y las palabras de aliento que recibes de personas que ni siquiera conoces.
Esta entrevista ha salido publicada a las 6 de la mañana. ¿Dónde estará cuando los primeros lectores entren a leerla?
Creo que estaré poniendo Pasan los campanilleros de Carlos Cano y colocando los rosarios. Soy la primera que se levanta en casa.
¿Es necesario el despertador en una mañana como esta?
Sí, porque tengo una pesadilla repetitiva: que se me ha olvidado el capirote y no puedo salir en procesión. De hecho, a mis 49 años, sigo necesitando que la alarma me recuerde todo lo que tengo que llevar. ¿Sabe lo que pasa? Que en una noche como esta, no consigo conciliar el sueño.