En la noche del 25 de febrero de 2020, Ana Ruz y Fernando Ojeda esperaron a que los comercios del Centro de Málaga estuvieran cerrados y la gente se hubiera marchado a sus casas. Echaron la persiana de su tienda cofrade, ubicada en calle San Juan. Vistieron al maniquí con una túnica morada, le ataron el cíngulo a la cintura y le ciñeron el capirote a la cabeza. En la víspera del miércoles de ceniza, subieron al balcón del primer piso y, cumpliendo un año más con tradición, pusieron al nazareno que cada Cuaresma preside la galería del edifico en su sitio.
20 días más tarde llegaron los comunicados, la suspensión de los tallajes y repartos, el estado de alarma y el confinamiento domiciliario. Todo cambió aquella jornada del 13 de marzo en la que Pedro Sánchez compareció ante España. Sin embargo, detrás del abandono de una identidad que ha estado aletargada bajo las mascarillas, el nazareno de Ojeda ha permanecido en el mismo lugar.
"Cuando nos desconfinaron el 18 de mayo, le dije a mi marido que lo primero que iba a hacer iba a ser quitar el penitente. Sin embargo, Fernando me respondió que no, que iba a estar ahí hasta que volviera a salir otro nazareno. No otra procesión, no. Otro nazareno. Y así ha sido. Ahí lleva esperando desde hace dos años", explica Ana, copropietaria de este icónico establecimiento de la ciudad.
Este rito que cada año se vive en el seno de la familia Ojeda Ruz tiene especial trascendencia para la Málaga cofrade. Un signo de la espera que señala la cuenta atrás de los últimos cuarenta días para la llegada de la Semana Mayor. Desde las cenizas, hasta la Resurrección. "Es una tradición que nos pone muy nerviosos, porque significa el comienzo de una época muy fuerte para nosotros, con muchos clientes, mucha inversión y una actividad frenética. También te acuerdas que tienes algo tuyo en la calle, así que cuando llego, lo primero que hago es mirar a ver si está. La gente lo respeta muchísimo".
Aquel 14 de marzo de hace dos años, la prioridad era estar en casa. Todo se quedó por medio. Los capirotes abarrotaban un local de un pocos metros que, en la soledad de las calles vacías, estuvo vigilado por el nazareno del balcón. Ana relata que, en alguna ocasión, un cliente amigo les ha dicho que "está muy bonito, pero que a ver si le quitaban el polvo a la túnica". Pero no, no es suciedad lo que matiza los colores del equipo, sino el destinte que ha sufrido la tela después de dos años expuesto a la intemperie: "La lluvia, el viento y el sol ha hecho que se destiña", comenta bromeando.
Aunque podrían haber optado por otras tonalidades más llamativas, incide en que eligieron el color morado para no "herir a nadie", ya que es el color por excelencia de la pasión. Y también porque en esa casa gusta mucho: son archicofrades del Nazareno del Paso.
Esta estampa tan clásica también supone un vínculo emocional y cultural entre generaciones. Los padres le explican a los hijos por qué está ahí arriba, los forasteros preguntan, le hacen fotos... Y los más semanasanteros, esperan. En el deseo de Ana está que este año se pueda quitar: "Será una buena señal. Incluso, si podemos saber con tiempo que va a haber procesiones, le podemos hacer una túnica nueva para celebrar la ocasión".
Pese a lo que mucha gente pueda creer, la Navidad siempre ha sido la fecha fuerte para esta tienda de artículos religiosos. La tradición de los Belenes agolpaba un gran número de figuras que acababan llenando todo el local. Los ríos y los portales presidían una entrada que se veía acompañada de romanos y pastorcillos: "Aquí no quedaba ni un Cautivo ni San Pancracio. Sin embargo, vimos que podíamos compaginar los artículos pasionistas con los navideños".
Con la llegada de los capirotes de rejilla, un producto que vino a Málaga "de nuestra mano", todo se desbordó, siendo la Semana Santa la fecha clave para Ojeda: "Las colas aquí son enormes, hay una actividad maravillosa, con un encanto que hace que la gente vuelva. No nos explicamos cómo esto puede dar tanto de sí".
Las Navidades, fiestas clave
No son solamente los conos, también los guantes, cíngulos, fajas... Y los niños que vienen para salir de nazareno por primera vez: "No vienen solos. Sino que traen a la madre, al padre, al hermano y a la abuela que es la que se preocupa de que no se le clave. Eso también es un ajetreo en cuanto a organización de las colas y de que el cliente se sienta cómodo", subraya Ana.
Reconoce que este año, las Navidades han sido buenas. Gracias en parte a la fiebre cofrade que vive Málaga: "Vendemos cosas de Semana Santa para Reyes o comuniones". Como los incensarios. De hecho, fue el producto estrella de la Cuaresma pasada: "Todo el mundo creó en sus casas el ambiente que había desaparecido de las calles. Lo que más vendimos fueron juegos de carbón, incienso e incensarios. Los proveedores estaban sin nada".
Ahora las miradas están puestas en el futuro. Explica que todavía hay algo de incertidumbre, sobre todo después del "zarpazo del confinamiento", que les pilló con la tienda llena mercancía: "Habíamos hecho una inversión grandísima y aunque no es algo perecedero... Hay que esperar. Los mensajes que he escuchado en la radio son positivos, así que solo nos queda que haya salud e irnos adaptando".
Entretanto, varios clientes han aparecido por la puerta de la diminuta tienda. Uno de ellos preguntaba por un baño de plata para su anillo. El otro buscaba una estampa de San Judas Tadeo, el santo de las causas imposibles. Al salir, los dos se han marchado caminando bajo la atenta mirada de un nazareno que espera de nuevo las colas a sus pies.