La sequía que padece Málaga, como otros muchos lugares de la geografía española, está poniendo en alerta a las administraciones, a los regantes y ganaderos y al resto de ciudadanos que ven la sombra de las restricciones sobre ellos. Los expertos no tienen apenas dudas de que, tras el ciclo electoral, los cortes de agua llegarán, pero el problema no acabará ni con limitaciones temporales, como ya sufren los agricultores, ni siquiera cuando vuelvan las precipitaciones.
Es imposible pasar por alto que la provincia vive su año más seco desde 1961 y que ya son cuatro años consecutivos con “un déficit importante de precipitaciones”, pero “no hay sequía lo suficientemente importante” que justifique el actual estado de embalses como el de La Viñuela, a poco más del 9% de su capacidad, asegura José Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga.
“La sequía meteorológica ha sido bastante menos intensa que la sequía hidrológica y eso es porque se está demandando mucha más agua de la que presa oferta”, afirma este experto, al tiempo que da un nítido ejemplo para visualizar la situación: “Aunque llueva por encima de la media de los últimos años, va a ser muy difícil que con los actuales niveles de demanda de agua veamos de nuevo La Viñuela como hace una década”.
Con los datos de la pluviometría en la mano, Pablo Jiménez Gavilán, profesor del departamento de Ecología y Geología de UMA, afirma que la situación actual es “entre mala y muy mala”. “Es peor que la de año 1995”, apostilla.
El docente, que antes de llegar a la universidad malagueña fue asesor técnico del plan hidrológico de la demarcación, la antigua Confederación del Sur, conoce muy bien las cuentas de la provincia y no le faltan ejemplos para dar fe de lo crítico de la coyuntura. En la cuenca del Río Vélez, asegura, los niveles de agua están más bajos que en el año 95. “El problema es muy serio”, reitera.
Este experto en aguas subterráneas y en gestión niega también que el problema sea pasajero. “No estamos hablando de algo coyuntural, es que no hay agua para lo planteado”, apunta. “En La Viñuela hay déficit desde hace muchísimo tiempo. En la zona del Guadalhorce los regadíos puede que pasen el verano pero, si no llueve a partir de noviembre, no van a tener cosecha. La Mancomunidad de la Costa del Sol Occidental no tiene una fuerte demanda agrícola, pero sí urbana y probablemente ya se esté casi duplicado con la llegada de turistas y segundas residencias”, continúa explicando.
"Los organismos han tenido un bajo control de los recursos reales y han permitido una demanda por encima de lo que soportan"
LA GESTIÓN, CLAVE
El relato de ambos especialistas en la materia, sin eludir la relevancia de la sequía, apunta indudablemente a que el problema emerge de una mala planificación hídrica por parte de las instituciones.
“Los organismos han tenido un bajo control de los recursos reales y han permitido una demanda por encima de lo que soportan. Gran parte de los problemas vienen de la gestión. La administración ha mirado para otro lado”, asegura Jiménez Gavilán.
Los expertos coinciden en que la única solución posible pasa por “optimizar” los recursos hídricos y eso pasa por saber de cuánta agua disponemos, cuánta podemos gastar y decidir en qué usarla. “Eso es lo que llamamos sostenibilidad. Hay que empezar a tomar medidas urgentes y a tomarnos esto muy en serio porque necesitamos convivir colectivamente con ello”, asegura el catedrático en Geografía Física.
“No nos queda otra: o levantamos regadíos y demandas turísticas, es decir, o asumimos que no podemos cubrir lo que tenemos ahora o buscamos nuevos recursos”
Más preciso es Jiménez Gavilán: “No nos queda otra: o levantamos regadíos y demandas turísticas, es decir, o asumimos que no podemos cubrir lo que tenemos ahora o buscamos nuevos recursos”.
Respecto a la primera opción, ya hay cientos de agricultores malagueños que han visto limitado el volumen de agua disponible para el riego y, aunque por el momento los comités de sequía se han centrado en su sector, el que más recursos hídricos consume, “no es el único sobre el que se debe hacer pedagogía y un esfuerzo”, apunta este especialista en gestión hídrica.
“Hay una coyuntura político-social muy compleja por las elecciones, pero cuando se fijen los nuevos gobiernos municipales, probablemente haya muchos municipios que empiecen a tomar restricciones muy fuertes. Vamos a pasar de ‘no hay problemas’ a no tener agua en cinco o seis horas al día”, vaticina.
En su opinión, es una medida inaplazable porque, si no llueve de aquí a noviembre, lo que previsiblemente no ocurrirá, “podemos tener una situación que comprometa al abastecimiento urbano”. Esto servirá para contener la problemática pero se limitará al corto plazo ya que, en su opinión, “cuando hay una demanda consolidada es complicado que un ente público o político decida levantar un regadío o no cumplir con una demanda de abastecimiento”.
REGENERACIÓN Y DESALACIÓN
Eludiendo estas medidas, tan necesarias y drásticas como impopulares, la única solución probablemente va por la regeneración y la desalación. “Si no tenemos recursos convencionales, porque los estamos sobreexplotando, el único futuro está en los recursos no convencionales”, explica.
Estos, sin embargo, tienen matices. Ruiz Sinoga subraya como principal obstáculo que ni las infraestructuras para regenerar el agua ni las necesarias para desalarla se obtienen “en 24 horas” y, de hecho, para Jiménez Gavilán, vamos tarde. “Es llamativo que Málaga no haya hecho un uso real de los potenciales recursos regenerados, de los que vertimos al mar. Como provincia costera, deberíamos regenerar más”, reflexiona este último.
En el caso de la desalación ocurre algo similar. “Es una tecnología con la que fuimos pioneros hace unos 20 años, con la desaladora de Marbella, pero desde entonces no se han vuelto a construir más mientras que en el resto de provincias costeras se ha posicionado como una solución básica. También ocurre en el resto del mundo: países como Israel, sin recursos hídricos, están exportando aguacate regado con recursos no convencionales, con agua regenerada y desalada”, añade.
No obvia este experto que son recursos “caros” y que puede despertar cierta controversia, como ocurre con el impacto ambiental de la desalación, pero “cuando la demanda es mayor y el recurso disponible es el mismo, no queda otra solución”.
Por eso, vuelve a señalar a la responsabilidad de la administración para, en primer lugar, hacer pedagogía entre la población, y, por otra parte, impulsar un reparto equitativo de los costes de las infraestructuras. “Con la regeneración, los regantes de La Viñuela han pasado de pagar el metro cúbico de agua de tres o cuatro a 35 o 40, siete veces más”, ejemplifica.
“Lo que hace falta sobre todo es gestión, que la administración tenga medios no solo para impulsar una obra hidráulica, sino para proveerla de personal y para poder gestionarla”, asegura.