En febrero de 1856 sucedieron unos hechos en Málaga cuyo origen aún no está esclarecido, pero fueron tan graves que el Ministro de Gobernación (equivalente al Ministerio del Interior) de la época, Patricio de la Escosura, ofreció aclaraciones de la situación vivida en las Cortes Generales el día 26 de febrero de 1856. Incluso la Reina Isabel II fue debidamente informada de lo acontecido, que en su mayoría transcurrió en el popular barrio de la Victoria.
Todo se inició la noche del 22 de febrero cuando varios vecinos del barrio agredieron a un cabo en el Hospital Militar, actualmente es el edificio del Hospital Pascual situado pared con pared con la Basílica de la Victoria, y tras este hecho se inició un proceso judicial para dar con el paradero de los agresores. Conforme se judicializó el caso, un subinspector de la Guardia Urbana se acercó al barrio de la Victoria junto a 6 guardias. Pero en el transcurso entre la agresión al cabo en el Hospital Militar y la llegada de la autoridad, por causas desconocidas cientos de vecinos en el barrio se armaron y no permitieron el acceso a las autoridades.
Hay tres posibilidades para que esto sucediera; en esas fechas el precio del pan subió en exceso y pudo originarse una revuelta popular contra las diferentes autoridades de la ciudad. La clave estaba en que la población no se explicaba con el buen tiempo que había hecho en meses anteriores, cómo era posible tal subida de un alimento tan básico.
También existía descontento con los impuestos municipales aprobados de urgencia por el ayuntamiento, y que trataban de paliar la falta de presupuesto para las obras públicas. Otra opción es que las personas armadas pertenecieran a algún tipo de organización con contactos en el puerto y se dedicaran muchos de ellos al contrabando.
En días anteriores una organización criminal tenía preparados tres alijos para introducirlos por el puerto de Málaga, pero casualmente en esa ocasión se realizó por parte del cuerpo de carabineros, el encargado de combatir el contrabando y vigilar fronteras, una vigilancia exhaustiva del puerto de Málaga y no pudieron alijar la mercancía como pretendían. Esto podría haber provocado descontento en el seno de esa organización, y ocasionar esta respuesta violenta.
Una tercera opción es que las personas armadas estuvieran en contacto con fuerzas políticas e intentaran conjuntamente un cambio político sustancial en varias provincias. En la provincia de Cádiz se esperaban movimientos similares antes de lo ocurrido en Málaga y el ejército desplazó desde Sevilla a 300 hombres de artillería y a un escuadrón de caballería al Puerto de Santa María. Pero en Cádiz finalmente no ocurrió ningún movimiento violento.
Alzados
Así sucedió todo. Tras la paliza recibida por el cabo de sala en el Hospital Militar, todas las autoridades de la ciudad fueron informadas. Era de noche y el subinspector Nillo de la Guardia Urbana junto a otros 6 guardias tenían orden por parte de un juzgado de apresar a las 3 personas que agredieron al cabo.
Se dirigieron al barrio de la Victoria y allí se encontraron muchos grupos de personas con armas de fuego y reunidas en la calle. Concretamente en la Plazuela de la Victoria los vecinos concentrados allí hicieron caso omiso a las indicaciones del señor Manuel Nillo, que no solo era subinspector de la Guardia Urbana sino que también era un veterano comandante del ejército.
Nillo intentó establecer un diálogo con las personas armadas, muchas de ellas se encontraban apostadas también en los tejados de las casas de todo el barrio, y les llamó a parlamentar. Se estableció un diálogo desconocido de varios minutos entre el subinspector Nillo y varios vecinos armados, pero no tuvieron que llegar a ningún acuerdo porque a Nillo le dispararon desde varios puntos. Le hirieron en una mano, en la espalda, y también lo acuchillaron con un sable. Su patrulla huyó despavorida de la zona y dejó a su superior abandonado por darlo por muerto.
Pero Nillo no estaba muerto, solo estaba hecho un cristo. Malherido, bajó de la Victoria al Palacio de la Aduana, ahora sede del Museo de Málaga, para presentarse ante el Gobernador de Málaga Domingo Velo y López e informarle de la grave situación.
En el estado en el que se encontraba Nillo, tuvo que tardar en realizar ese recorrido entre el Jardín de los Monos y la Aduana lo mismo que la Humildad en un Domingo de Ramos. Así que Domingo Velo decidió que todas las autoridades de la ciudad debían actuar, porque podría provocarse una revuelta social y por ello también informó del asunto a Domingo Moltó que ejercía de Gobernador Militar. Mientras las autoridades competentes decidían qué refuerzos debían acudir a la Victoria, los vecinos armados establecieron puestos de defensa con el fin de enfrentarse a cualquier fuerza que osase entrar al barrio.
A las dos horas Velo decidió enviar unas tropas por la calle de la Victoria y otras por la Lagunillas con el fin de realizar un movimiento de pinza para emboscar a quien se hallara en armas en el barrio de la Victoria. Por la calle de la Victoria, Domingo Velo, como máxima autoridad de la ciudad, decidió acudir al barrio con miembros de la Guardia Civil y una compañía de soldados de Aragón.
Por las Lagunillas eran el Comandante General y sus hombres los que tenían orden de llegar al barrio. Cuando Domingo Velo llegó al Jardín de los Monos se encontró con mucha actividad hostil. Le gritaron desde los puestos defensivos que los vecinos habían establecido “Quien vive”, y a pesar de identificarse como gobernador de la ciudad los alzados no se rindieron. Tras ver que no deponían las armas, Domingo Velo ordenó a sus hombres una carga de bayoneta que provocó la huida de las personas armadas.
Algunos tuvieron más suerte que otros, porque los que decidieron huir por las Lagunillas conocieron los calabozos del castillo de Gibralfaro ya que en esa zona estaban esperando los hombres del Comandante General. Los que no fueron apresados por los hombres de Velo habían decidido correr hacia calle Amargura, calle Cristo de la Epidemia, al Camino Nuevo y por el Altozano.
Los hombres armados se dispersaron y Domingo Velo decidió seguir implementando medidas militares urgentes y extraordinarias para sofocar cualquier problema de alteración de orden público. Sobre los hechos acontecidos debía conocer el Juez de la plaza de la Merced, pero en esos días estaba indispuesto y se encargó del asunto el Juez de la Alameda. El día 23 de febrero de 1856 Málaga amaneció con fuertes retenes militares en varios puntos de la ciudad; en la Plaza de la Constitución, Puerta del Mar, la Aduana, la Plaza de la Merced, la Alameda, y en todos los edificios municipales se aumentó la guardia. Se movilizó a la Artillería, y a la Milicia Nacional para que estuvieran alerta a cualquier movimiento subversivo.
Como todo fue extraordinario, las autoridades tuvieron que ofrecer información a la población de lo sucedido. En toda la prensa de España se informó de estos hechos y en las Cortes Generales fue lo primero de lo que se discutió el 26 de febrero. Para volver a calmar las aguas, Domingo Velo publicó un bando en el que obligaba el 23 de febrero a todos los habitantes del barrio de la Victoria a entregar las armas que tuviesen en su poder en la Plaza de la Merced.
Al final del día, las autoridades recogieron 400 armas de fuego, ya que una gran parte de los miembros de la Milicia Nacional vivían en el barrio. Por eso las autoridades temían tanto una revuelta, porque en la Victoria había mucha parte de la población que sabía combatir.
El caso acabó con 20 detenidos, y el día 24 de febrero volvió la tranquilidad en casi toda la ciudad. El Estado respondió rápidamente ante una situación que podría haber ido a más, visto las penurias que estaba pasando la población en esa época. En la prensa nacional se habló durante el mes de marzo de la gran escasez de alimentos que había en Málaga. La versión oficial de lo ocurrido en la Victoria fue que simplemente los amotinados no querían que se detuviese a sus conciudadanos, pero parece que había algo más detrás de aquella respuesta violenta.