Pocos saben que en la zona donde no se permite visitas en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial no solo viven los frailes de la Orden de San Agustín. En sus pasillos también juegan y ríen 46 niños de entre 9 y 17 años: la Escolanía de El Escorial.
Se trata de un coro que se formó en el verano de 1974, y este año cumple 50 años. Tiene sus raíces en los niños que cantaban la Misa del Alba en la Basílica desde la creación del monasterio. A lo largo de estas cinco décadas de vida han sido más de 300 los chicos que han tenido el privilegio de llamarse escolanos.
"Es una oportunidad enorme", explica el padre Pedro Alberto, director musical de la Escolanía, a la que define "al nivel de los Niños Cantores de Viena". Es uno de los pocos que han pasado la mitad de su vida en ese monasterio, el cual puede considerar su casa. A sus 48 años, se ha pasado 28 de ellos entre esas paredes. Y es que él fue un escolano, con grandes dotes para el órgano, que luego decidió hacerse fraile.
Pruebas de selección: 20 becas
Como privilegio que significa ser escolano, no todo el mundo puede acceder a ello. El proceso de selección pasa por varias pruebas para dilucidar si los niños son aptos o no. Al empezar enero, los representantes de la Escolanía comienzan a informar por colegios de toda España de esta posibilidad. "Como una especie de cazatalentos", compara Pedro Alberto. Son unos mil los niños los que se apuntan a tratar de obtener esta oportunidad.
El primer filtro se hace por medio de una llamada telefónica a las familias. En este descartan a quienes no cumplen los requisitos fundamentales: ser niño varón y tener entre 9 y 10 años.
"Siempre nos preguntan por qué no pueden venir niñas", comenta el fraile. El motivo que da es simple. "No se hace por una cuestión logística. Siempre han sido de niños. Nos lo hemos planteado, pero es un trabajo que conllevaría cambiarlo todo". El principal problema sería la remodelación del monasterio. Crearse nuevas habitaciones y distinguir dos zonas de dormitorios diferenciadas.
"Y también hay diferencia en las voces", añade el padre. "La voz de un niño y la de una niña se parecen bastante, pero no son iguales. Haría que sonase de otra manera".
Una vez que cumplen los requisitos, Pedro Alberto les hace una prueba básica que consiste en cantar el Cumpleaños feliz y saber reproducir alguna nota que el fraile toque en un piano. "No es necesario que sepan de música, aunque si saben siempre va a beneficiarles", dice.
Por eso, el primer año suelen dedicarlo a aprender a cantar. Y es que, más que conocimientos del tema, importa su actitud. "Que tengan ganas y sean participativos". Tampoco es necesario que sean católicos. El fraile añade que "incluso hay algunos que no están bautizados".
Los 40 elegidos pueden ir al campamento de verano que suele celebrarse en las últimas semanas de junio. Son cuatro días después del fin de curso en los que practicar con la música y divertirse. Todo a gastos pagados.
Aun así, solo unos 20 logran quedarse a formar parte del selecto grupo de escolanos. Y es que todos ellos tienen una beca valorada en casi 2.000 euros mensuales que cubre la escolarización en el Real Colegio Alfonso XII, el alojamiento con la alimentación completa, los viajes necesarios a países como Estados Unidos, Italia, Rusia, Bélgica o México para dar conciertos y la matrícula en el Conservatorio Padre Antonio Soler.
Un dinero subvencionado casi en su totalidad por los Padres Agustinos con algún donante particular. Las familias solo tienen que abonar unos 150 euros al mes para los gastos del uniforme o los libros.
"La disciplina marca la diferencia"
El motivo del internamiento de los chicos es su procedencia tan dispar. De Madrid, por supuesto, pero también de Málaga, Castilla y León, la Mancha o hasta del extranjero. "Tenemos unas 8 nacionalidades", dice el padre Pedro, enumerando algunos países como Guinea, Polonia, Perú o China.
Aun así, hay pueblos que son o han sido cuna de bastantes escolanos. Villanueva de los Infantes, en Ciudad Real, o los municipios de Talavera de la Reina y Cebolla, en Toledo, son algunos de los lugares de procedencia que más se han repetido a lo largo de los años.
Sus días están estratégicamente programados. No hay tiempo para el aburrimiento. "Lo primero que hacemos cuando nos levantamos es ducharnos, desayunar e ir al colegio", dice uno de los niños escolanos de 11 años. En el centro escolar se juntan con otros niños y niñas para aprender todo lo que no tiene que ver con la música: las competencias que tienen que adquirir a su edad.
"Luego venimos a comer y después vamos a solfeo. Yo practico piano. Y tenemos un rato de estudio", sigue narrando el pequeño que añade que de mayor quiere ser pianista. "Después de estudiar tenemos el ensayo". Aunque el día en que se hace esta visita, se les ha dado un descanso por cantar al Rey el día anterior con motivo de la reunión del Capítulo de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, una celebración que se hace cada dos años en dicho lugar.
"En el descanso algunas veces los mayores se van a jugar futbol y nosotros, los pequeños, nos vamos a 'El Bosquecillo'", explica el menor, refiriéndose a una zona del monasterio que cuenta con una piscina y campos de fútbol, baloncesto y voleibol. Tanto el colegio, como el conservatorio, como las zonas de recreo, se encuentran en el mismo recinto, en las inmediaciones de la lonja del monasterio.
"También tenemos sala de juegos con ping-pong, futbolín, Play Station y Nintendo de las antiguas. O si no, escalamos", dice haciendo mención al rocódromo que también se encuentra en las instalaciones. "Cuando hay grandes partidos es una fiesta porque los ponen en la pantalla grande en la sala de cine", dice el Padre. En esta última, los pequeños explican que ven muchas películas.
Un edificio del siglo XV modernizado
"Estos niños tienen la ventaja de vivir en este monasterio, que no es cualquiera. No es lo mismo crecer en un colegio de cemento que en un edificio como este, lleno de historia y arte por todas partes", opina Pedro Alberto sobre el lugar que actualmente es Patrimonio Nacional.
Y es que en estos pasillos del siglo XV juegan al escondite o "a la monja", como dicen ellos. Un edificio que tiene en su basílica de estilo herreriano la sillería donde se sentaba nada menos que el rey Felipe II.
"Hay mucha diferencia con la vida yendo a un colegio normal. Aquí no se les da todo hecho como pueden hacer algunos padres en sus casas. Aquí se les dan las herramientas para que ellos mismos salgan hacia adelante", comenta uno de los profesionales que se encarga de su educación. El educador también explica que funcionan como una familia en la que los mayores cuidan de los pequeños.
Otro de sus compañeros dice que luego lo agradecen "enormemente". El joven, de hecho, también fue escolano en su día. Ahora tiene 21 años y cuenta que muchas veces les llaman una vez salen. "Mantenemos el contacto fuera y quedamos con ellos. Se van muy contentos". Como suele pasar en este tipo de casos, son muchos los padres que lo fueron y más tarde decidieron meter a sus hijos.
También se puede dar el caso de tener que "invitar a salir" a algún niño. Es la situación que se dio con uno un mes atrás. "Casi todos los años pasa. Si un niño viene y tiene cuatro suspensos en junio, ¿para qué va a estar aquí? Suele ocurrir además que el que no va bien en el colegio, en música tampoco. Y lo entienden, porque ven que este no es su sitio", argumenta el director musical.
"Al principio es más difícil adaptarte, porque echas de menos a tus padres, pero luego haces amigos, estás con ellos y ya no nos queremos ir de aquí", dice otro de los niños de 10 años.
Durante el curso escolar, los fines de semana cantan en la misa del sábado, a las siete de la tarde, y en la del domingo, a las doce de la mañana. Este día esperan las visitas de sus familiares. Aunque un fin de semana al mes se pueden ir con ellos a sus casas.
"En verano también se van a pasar las vacaciones a sus hogares, aunque algunos se quieren quedar también los días del campamento". El fraile cuenta que todos los años eligen a algunos para ayudar a atender y explicar a los niños. En su experiencia "sobran" los candidatos a quedarse. "Para mí eso son señales de que están bien, porque si no se querrían ir cuanto antes". Cuenta la anécdota de un caso que con unos 15 años pidió irse porque "quería cocinarse él su comida", aunque al mes se arrepintió.
Una vez cumplen los 18 años y terminan sus estudios escolares -hasta segundo de Bachillerato- se acaba su periodo en la Escolanía. "No se van por la voz", asegura el Padre Pedro. "En mi época sí, porque el sistema educativo era otro y terminábamos la EGB con 14 años, cuando se daba el cambio de voz. Con la llegada de la ESO se empezó a complicar porque no queríamos que se fueran con la secundaria a medio hacer". La solución que se aportó fue la educación de esas voces "medio adultas". "Vimos que daban su función y lo implantamos como algo estable".
Este año terminan su periodo como 'chicos del coro' de esta institución cinco de los jóvenes. Uno solo es el que continuará con la música como su carrera profesional. El resto cursará carreras totalmente diferentes. "No suelen dejar la música, pero muchos prefieren tenerlo como un hobby y apostar por un trabajo con más salidas", aclara el Padre.
A lo largo de estos 50 años de vida, la Escolanía ha publicado más de 20 discos con algunas de sus canciones. Todas sacras. Este año, por el aniversario, desde la institución prometen celebraciones y nuevos viajes a partir del curso que viene.