Jesús y Daniel acababan de empezar el turno, apenas habían entrado por la puerta de comisaría, cuando saltó la alarma. Eran las 7:30 de la mañana de Navidad. "Recibimos un aviso a través de la emisora de que había un niño en parada cardiaca y sin respirar", explica Daniel. Aquello fue el principio del milagro de estas navidades, cuando dos policías municipales le salvaron la vida a un niño de 15 meses al borde de la asfixia.
Estos dos agentes están destinados en la Unidad Integral del Distrito Vicálvaro y aquel día, el 25 de diciembre, les tocaba guardia. Cuando entró la alerta, no dudaron medio segundo y se lanzaron a conducir hacia el lugar, en El Cañaveral.
"Nos coordinamos bien, porque él me iba indicando y así yo podía centrarme únicamente en conducir", narra Daniel. Desde su posición se tardaba 11 minutos en llegar hasta El Cañaveral. Tardaron seis. "Y eso que hacía mucho frío y el suelo estaba helado. El coche, lógicamente, se iba en las curvas. Teníamos que ir con mucho cuidado", apunta Jesús.
—Fue un momento de mucha adrenalina.
—Muchísima -salta Daniel.
—Sobre todo por el desconocimiento de hasta qué nivel estaba en parada, si estaba vivo, si había fallecido. Nosotros lo vimos como que estaba vivo e íbamos a intentar hacer lo posible para llegar e intentar salvarlo -añade Jesús.
Una vez en el lugar, los dos agentes se toparon con un obstáculo inesperado: el portal indicado tenía tres escaleras y no sabían cuál era. El tiempo apremiaba, cada segundo era vital para el pequeño.
Tras marcar varios telefonillos, finalmente, dieron con el piso correcto y corrieron hacia allí. "En el ascensor, el compañero estuvo hábil. Me dijo: 'Dani, ya tengo línea abierta con Samur, para que nos den indicaciones de qué hacer. ¿Te haces tú cargo del niño y yo me quedo pendiente del teléfono?'". Y así lo hicieron.
"Fue entrar por la puerta y ya me estaban ofreciendo al niño como diciendo: 'No sé qué hacer, confío en ti'. Le cogí, le miré y vi que tenía la boca abierta. Como que intentaba respirar, pero no podía. Estaba pálido y muy rígido, pero tenía pulso. Comprobé que no tuviera las vías aéreas atascadas con algún objeto. No tenía nada. El padre me dijo que podía ser una flema", explica Daniel.
"Decidí darle la vuelta y darle golpes interescapulares en la espalda. Como me dijo que podían ser flemas, me acordé de una experiencia personal con mi hijo. Entonces le sujeté un poco la tráquea y le provoqué una arcada. Fue ahí cuando cogió aire y comenzó a llorar".
El milagro se acababa de obrar. Los padres, al ver que su hijo volvía a respirar, se tiraron de rodillas al suelo y lloraron desconsoladamente.
"Aquí no puedo fallar"
"Una vez que ya el compañero terminó, lo colocamos en la mesa del salón en posición de seguridad, para ver si vomitaba o algo", prosigue Jesús. "Le fui dando masajes en la espalda, sobre todo para comprobar que respiraba y que todo iba bien. El bebé me cogió el dedo. Yo estaba helado del frío que hacía y él estaba calentito. Yo notaba que apretaba".
El pasado viernes, el niño todavía estaba en observación, por prevención. Se encuentra perfectamente. "Una de las cosas que nos llamó mucho la atención es que el padre nos dijo: 'Por favor, sálvalo. Es nuestro único hijo y nos ha costado muchísimo'". Los agentes siguen en contacto con la familia para cerciorarse de que el menor evoluciona favorablemente.
Jesús y Dani, en sus 23 y 18 años en el cuerpo, respectivamente, nunca se habían enfrentado a algo así. "Yo sí que me he enfrentado a heridas sangrantes de niños más mayores", matiza Jesús. Pero nunca habían tenido la vida de un bebé en sus manos.
"Todos los avisos prioritarios son igual de importantes, pero si te dicen que un niño de 15 meses no está respirando parece que te empuja a darlo todo. Aquí no puedo fallar". Y no fallaron. Vaya manera de empezar el turno.