Con su mano derecha sujeta una copa de vino. Con su izquierda, lo que parece un teléfono móvil. El hombre, vestido con camisa y chaqueta, se encuentra en la azotea del palacete de Moreno Benítez, en pleno Paseo de la Castellana. Son las 14 horas del jueves. Bajo sus pies tiene un edificio peculiar, con más de un siglo de historia y que, actualmente, es la sede de Bergé y Cía, un grupo vasco fundado en 1870 en el puerto de Bilbao. Los verdaderos dueños del inmueble, sin embargo, son los antiguos dueños del grupo de distribución catalán Caprabo.
Lo primero que salta a la vista del número 64 del Paseo de la Castellana es, precisamente, la ubicación. Es un palacete de tonos claros y estilo novecentista. Sus cinco plantas contrastan con las 8 y 9 alturas que tienen los bloques del número 66 y 62, respectivamente. La manzana, situada junto a la plaza del Doctor Marañón de Madrid, también alberga los edificios de la embajada de Nueva Zelanda o la sede de Goldman Sachs en Madrid.
El edificio de oficinas con aspecto de mansión aristócrata se levantó a principios del siglo pasado. Fue obra del arquitecto Joaquín Saldaña, el mismo que moldeó en el número 58 el palacio de los Duques de Híjar. La historia del palacete de Moreno Benítez comenzó ligada a una mujer, María Luisa de Semprún y Pombo, esposa del diputado y abogado José Luis Gallo Díez de Bustamante y hermana del alcalde que gobernó la capital en 1927.
Cuenta El Mundo que María Luisa y José Luis no tuvieron hijos, pero sí un sobrino al que trataron como tal. Se llamaba José de Semprún y Alzurena y se quedó el palacete cuando murieron sus tíos. Cuando José falleció, fueron sus sobrinos los que heredaron la construcción. Pero en vez de conservarlo y dejárselo a sus descendientes, se lo vendieron al Estado en los años 80.
Bajo las manos de la Administración General, el edificio estuvo ocupado por los Servicios Centrales de la Secretaría de Estado de Seguridad, dependiente del Ministerio de Interior. Más de dos décadas después, en 2015, el edificio se quedó vacío y salió a subasta pública por 7.026.000 euros. Pero la operación nutrió a las arcas del Estado con una cantidad mucho mayor: la sociedad patrimonial Caboel, propiedad de las familias Carbó, Bonet y Elías, compró el palacete por 13,5 millones de euros.
La operación se produjo pocos meses después de que las familias hicieran caja con la venta de un tercio de los supermercados Caprabo a la socimi Merlin Propierties por 96,5 millones de euros. Caboel SL es la 'family office' que gestiona una parte importante del patrimonio de estas tres sagas. Además de en suelo para oficinas, el holding invierte en hoteles, naves o locales industriales.
Desde que pasó a manos de los exdueños de Caprabó consta al menos una rehabilitación de la fachada en 2017. Actualmente, Caboel alquila el edificio a Bergé y Cía, que no comparte las oficinas con ninguna otra empresa. En total, son 764 metros de parcela con un jardín y una garita junto a la entrada. Una verja de hierro custodia el palacete de Moreno Benítez, que resiste en pie con 120 años a sus espaldas.