Era noche cerrada. El puente estaba totalmente resquebrajado y, bajo este, corría una imparable masa de agua violentamente caída del cielo de Aldea del Fresno. Era la una de la madrugada del pasado lunes, un momento que el cabo primero Juan Cebrián y los agentes Alfonso Aller y Juanma Arias tardarán en olvidar.
Los tres pertenecen al Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña (GREIM) de la Guardia Civil en Madrid, con base en Navacerrada. "Nuestro jefe de área nos activó para que nos dirigiéramos a la zona de la catástrofe. Había mucha gente que necesitaba ayuda", explica Arias, en declaraciones a los medios de comunicación y junto al puente que cruzaron poco antes de que se derrumbara.
En medio de la vorágine, de un caos sin precedentes en este pueblo de Madrid, los tres guardias civiles se jugaron la vida para salvar la de Mónica, la madre de familia que cayó al río junto a su marido y sus dos hijos en los primeros compases de la tormenta. Ella fue la primera en ser rescatada después de que su coche fuera arrastrado por la corriente.
Hay que cruzar
"Estando en las inmediaciones del pueblo oímos por la emisora que había gente oyendo los gritos de una persona en medio del río y que no podían acceder a ella", relata Arias. Hacía cerca de hora y media que el coche de Mónica había caído al río Perales -afluente del Alberche- unos cinco kilómetros al norte de donde la encontraron.
"Al llegar nos encontramos una situación bastante dantesca. Oíamos gritos, pero no la veíamos. Analizamos rápidamente la situación y vimos que por esta zona del río no se podía pasar". Ante los "gritos de desesperación de la persona", decidieron actuar rápidamente.
"El puente estaba a punto de fracturar. Se veían grietas y había una zona de dos metros en la que estaba inclinado. Cruzamos el puente y vimos que la zona ahí era un poco más estable".
"Hay un camino paralelo al río", prosigue el relato Aller. "Dimos voces para situar a la persona y llegamos a una zona inundada. Empezamos a andar por el agua. Íbamos metiéndonos en el agua, cada vez más profundo. Nos llegaba por la cintura. Encontramos una vegetación muy tupida que nos impedía el paso y buscamos el punto más débil de la vegetación, unos zarzales con una altura considerable. Cogimos nuestras sacas, las echamos encima de los zarzales y nos tiramos encima para poder abrirnos camino".
"Llegamos a una zona en que nos llegaba el agua por el pecho. No había zarzales pero había vegetación y empezaba a haber corriente. Cruzamos esa corriente y fuimos accediendo poco a poco".
Todo esto, mientras no dejaban de dar voces para localizar a Mónica. Y así dieron con ella. "Estaba en una pequeña elevación del terreno con una fuerte corriente detrás de ella y sujetada a dos troncos".
El primer contacto de Mónica fue un gran abrazo a sus rescatadores. "Estaba muy asustada, imaginaros…", toma la palabra el cabo primero Cebrián. "Una vez la tranquilizamos, solo nos preguntaba por su familia". En ese momento, su marido y sus hijos estaban en paradero desconocido. Faltaban unas horas para que se conociera el milagro.
"Uno de los compañeros se quitó la chaqueta de neopreno y se la puso a ella, porque estaba entrando en hipotermia. Le pusimos un chaleco salvavidas. Cuando fuimos a echarla al agua entró en pánico. No quería entrar al agua…". Pero los agentes consiguieron convencerla.
"Una vez la teníamos en el agua fuimos abriendo paso. Uno de los compañeros se la echó a la espalda tipo caballito y con los pies levantados para que no se hiciera más daño con las zarzas. En algún momento tuvimos que parar y desengancharle alguna de la piel".
"Al llegar cerca de la orilla empezó a llover y tronar. Y además nos dijeron que estaban abriendo la presa [de Picadas, unos seis kilómetros río arriba]. Sabíamos que iba a subir el agua".
Sin embargo, la noche no aguardaba más peligros para Mónica. Los cuatro llegaron a la orilla y la mujer pudo posar los pies sobre el suelo. "Tenía magulladuras por todos lados", recuerda Arias. Primer rescate completado.
Y aparecieron los hijos
Unas horas más tarde, en torno a las cuatro de la madrugada, su hija de 14 años apareció por su propio pie en el Parque de Bomberos de Aldea del Fresno, una noticia que nuestros tres protagonistas celebraron con júbilo. "No nos lo podíamos creer". La joven contó que tanto ella como su madre habían conseguido salir del coche, pero su hermano y su padre no.
A las ocho de la mañana, ya de día, apareció Izan, de 10 años, encaramado a un árbol. El niño había pasado ocho horas a la intemperie, solo, hasta que Eduardo, el guarda de una finca de Aldea del Fresno dio con él. "No lloraba, estaba más entero que yo", declaró el hombre a Madrid Total el pasado martes.
El único miembro de la familia que continúa desaparecido es Manuel, el padre. Este jueves es la cuarta jornada de búsqueda de este desaparecido y también de José, un anciano de 83 años que se esfumó en Villamanta aquella fatídica noche.
En cuanto a los héroes de esta historia, tras el rescate de Mónica su noche no había hecho más que comenzar. Una vez dejaron a la mujer en la ambulancia, decidieron volver a cruzar el puente que poco tiempo después terminaría por ceder. "El otro lado estaba lleno de vecinos y, cuando vieron que volvíamos a cruzar, nos empezaron a aplaudir. Ese aplauso nos dio la adrenalina para seguir con las tareas de rescate".