Antonio Becerro y su equipo se dedican a transformar bloques de granito de varias toneladas en piezas uniformes que puede levantar una persona. El suyo es, en sus propias palabras, "un oficio en peligro de extinción". Antonio es uno de los cuatro canteros que quedan en Cadalso de los Vidrios, un pequeño pueblo al oeste de la Comunidad de Madrid, donde se ubica la última cantera de granito de la región.
"Quedamos cuatro y no hay expectativa de que vaya a haber más", explica el cantero, que recibe a Madrid Total en su lugar de trabajo. "Antes en Madrid había muchas canteras. Zarzalejo, Alpedrete, Bustarviejo, Colmenar Viejo… Había muchas. Ya solo quedamos nosotros", añade su compañero José Francisco.
La razón por la que esta cantera sigue activa es la calidad de su materia prima. "Es muy bueno. La dureza que tiene es lo que lo hace tan bueno", asegura Antonio. "El blanco cristal, creo que no lo hay en otra parte del mundo". El granito del Cadalso tiene tanta calidad que es el elegido para completar las obras de la Sagrada Familia. Es decir, que el monumento más icónico de Barcelona tiene algo de madrileño.
La cantera está actualmente explotada por una empresa gallega que se dedica a la venta y exportación de enormes bloques a muchas partes del mundo. Los bloques que presentan defectos o cortes irregulares son cedidos a la empresa de Antonio.
"Viene una máquina y nos deja estos bloques grandísimos. Nosotros los vamos cortando en trozos más pequeños, hasta que lo hacemos chapado, adoquín o bordillo, según lo que nos pidan. Los cortamos con aire comprimido, con una martillina y a base de golpes".
Para crear el chapado, uno de los cortes que trabajan, Antonio emplea un pesado mazo terminado en filo. El hombre levanta la herramienta por encima de su cabeza para dejarla caer sobre el bloque que tiene a sus pies. "Ponte enfrente, que a veces salta a los lados", avisa. Al golpear la piedra, esta dibuja un corte sorprendentemente recto.
Así, golpe a golpe -que diría Machado- los canteros van sacando piezas más pequeñas de lo que antes era roca viva de una montaña, como quien corta lascas de parmesano. "Un bloque normal, puedes tardar 10 o 12 días en cortarlo entero".
Es un trabajo duro, no apto para pieles finas que, además, se desempeña en un sitio donde hace mucho frío o mucho calor. El cielo está encapotado en la sierra el día que se celebra esta entrevista y sopla viento fresco, pero para Antonio "ya hace calor" para trabajar.
—¿La espalda bien?
—No. Yo tengo dos hernias discales, mi primo tiene también tiene algo en la espalda y el compañero tiene problemas de rodilla.
Cada vez menos demanda
Este negocio vende, principalmente, tres cortes de granito. "El adoquinado es lo más caro, está alrededor de 22 euros el metro cuadrado. El chapado está a menos de la mitad, entre 8 y 10 euros el metro. Y luego hay otro, que lo está haciendo el compañero ahora que es más grande, de 25 por 50 centímetros. Ese está en 13 o 14 euros el metro cuadrado".
Sin embargo, esta no es una ciencia exacta. "Muchas veces salen malos cortes. Lo que nos sobra se lo llevan para hacer muros, otras veces para enterrarlo para sujeciones de tierra. Siempre tiene un uso", asegura Antonio mientras señala un bloque de lo que llama "desperdicio".
"No hay mucha demanda. Somos cuatro canteros en Cadalso. No falta trabajo pero tampoco es una exageración. Antes había mucha demanda. Antes teníamos lista de espera de hasta tres meses para dar un camión de piedra, de 70 u 80 metros. Ahora llaman y en 10 días lo tienen". Sus clientes son, principalmente, almacenes y particulares.
Esto no siempre fue así. "Cuando empezó mi padre podía haber 80 o 90 canteros en Cadalso. Todo el granito de Madrid salía de aquí". Sin embargo, la demanda de esta piedra fue poco a poco cayendo y, a la vez, cayó también el número de personas que trabajaban en esto. Los canteros ya están en el tiempo de descuento.
"Tengo dos hijos y ninguno de ellos va para cantero. Ni quiero. Y él tiene dos hijas y lo mismo. Mi primo tiene otro hijo y nada. Cuando nos jubilemos nosotros, esto se acaba. Si a mí me quedan 12 o 13 años para jubilarme, es lo que va a durar esto".
—¿Le da pena?
—Me da pena porque yo empecé con José, con mi primo y con mi hermano a la vez, y es lo que hemos hecho toda la vida. Sí que da pena.