La Feria de Madrid suele ser un lugar lleno de vida donde todo se festeja. Aquí se celebra Fitur, la Madrid Games Week, ARCO, las ferias de la gastronomía de vanguardia o aquella que te vende todo lo necesario para una boda perfecta. El estado de alarma hace que nada sea lo que solía ser e Ifema luce este miércoles una estampa tan desoladora como el resto de Madrid. Gracias al dichoso coronavirus, la capital parece sacada de una distopía de George Orwell. Es por eso que el Ayuntamiento ha habilitado el pabellón 14 para acoger a al menos 150 personas sin hogar. Este jueves por la mañana estará operativo.
12:30 de la mañana. Las puertas de Ifema están cerradas a cal y canto, salvo una, guardada por un vigilante que mantiene cauto la distancia de seguridad. Varias personas sin techo piden entrar. Aún no se puede, no está todo listo. “Esta mañana había 30 o 40 personas esperando”, afirma el vigilante.
En el interior del pabellón 14 reina un silencio sepulcral. Hace unas horas que la Cruz Roja ha instalado 150 camas en el centro de esta inmensa nave donde no suele pernoctar nadie. Está previsto que aumente hasta las 600 si la demanda lo exige. Esas camas extra las pondrá la Unidad Militar de Emergencia (UME), que tiene desplegados a 170 soldados y 50 vehículos en la Comunidad de Madrid.
Llegan las duchas
Sobre las 14 horas ha llegado el convoy del ejército de tierra a bordo de todoterrenos rojos y camiones de ese reconocible verde militar. Los hombres están a los mandos del subteniente Cordero y no pierden ni un minuto en su labor. Son soldados, pero ninguno parece ir armado. Una treintena de efectivos van metiendo material al pabellón mientras varios bajan de un camión la cabina con las duchas, que tiene el tamaño de un contenedor industrial. “Cuidado cuando se mueva la maquinaria pesada”, advierten.
Con buena sincronía, los militares bajan del camión un vehículo similar a los que transportan palés en los almacenes, pero notablemente mayor. Una vez en el suelo, es ese vehículo, cuidadosamente manejado, el que mete la cabina de las duchas en el pabellón. Mientras tanto, algunos soldados se presentan a los miembros del Samur Social.
En esta iniciativa del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento de Madrid participan varios actores. La Cruz Roja ha sido quien ha puesto las primeras 150 camas, con su correspondiente manta y kit de higiene. La UME pone las duchas, las mesas para ampliar el comedor y el resto de camas que se demanden. Y el Samur Social hará todo lo demás: comida, atención psicosocial, organización del espacio y el ocio. “Se trata de que puedan vivir dignamente”, declara a EL ESPAÑOL el concejal Pepe Aniorte, el artífice de esta idea.
Ifema pretende ser el hogar de más de 150 personas mientras dure el Estado de Alarma. Solo estará habilitado para hombres (en principio mujeres no) que no presenten síntomas de contagio de Covid 19. Está previsto que aquí haya mesas de ping-pong y clases de yoga, aseguran desde el Consistorio. Lo que no habrá son perros, habitual acompañante de aquellos que no tienen hogar. Para estos, está el albergue de La Peseta.
No hay manera de saber cuántas personas sin techo hay en Madrid. Es un número cambiante y difícil de calcular. El dato más reciente tiene un año de antigüedad: cerca de 2.500 personas, según las cifras que publicó el Ayuntamiento con el recuento del Samur Social. Sin embargo, ese dato no contaba las personas que vivían en asentamientos y a los inmigrantes irregulares en centros de acogida, de modo que la cifra podría llegar fácilmente a las 3.000 personas.
Vista la situación y con un virus acechando sin distinguir de condiciones sociales, el Ayuntamiento de Madrid ha decidido ampliar la llamada “campaña de invierno”, es decir, los recursos dedicados a los pobres en los meses más fríos. Paradójicamente, la campaña de invierno durará hasta el 1 de junio este año.
Además de Ifema, el Consistorio tiene habilitados otros espacios como el hotel de Arganda del Rey, preparado esta misma semana, o los albergues de Vicálvaro, Vallecas y el citado de La Peseta, donde tienen chelines para los perros. “También hay 700 plazas en pensiones”, afirma Aniorte. En total, “unas 1.200 plazas de emergencia” repartidas por todo Madrid.
A las puertas
En poco menos de una hora la UME ha montado las duchas con su correspondiente carpa “para cambiarse”, en palabras de un soldado. Asimismo ha instalado una veintena de mesas que han ampliado el comedor del pabellón. “Toda la logística la manejan ellos”, afirman los trabajadores del Ayuntamiento que miran desde la distancia que el plan de acogida salga a la perfección.
Cuando acabe la UME será el turno del Samur Social de hacer que todo el pabellón funcione correctamente para dar cobijo a las 150 personas (o quizás hasta 600) que vivirán el estado de alarma en Ifema.
Poco a poco van llegando hombres sin techo a las puertas de la Feria de Madrid, pero se sienten decepcionados al saber que este miércoles no pasarán la noche ahí, tendrán que esperar hasta mañana. En muchos casos, ha sido la propia Policía (nacional o municipal) la que les ha dicho que vinieran aquí, al tiempo que les prohibía estar en otras zonas de Madrid. “Yo vengo de Plaza de Castilla”, salta uno. “Yo del aeropuerto, que nos han echado a todos”, se queja otro. “A mí hasta me han dado un porrazo en la pierna”, cuenta uno que lee el periódico sentado en el césped de la rotonda.
Muchas de estas personas viven de las limosnas que consiguen en la calle, pero con las calles vacías sus ya bajos ingresos se han visto reducidos a la nada. “Yo tenía dos euros que he usado para venir aquí en Metro. ¡Y menos mal que traigo algo de comida!”, cuenta la única persona que habla con acento español.
El estado de alarma prohíbe a la gente estar en la calle de manera injustificada. La Policía y la Guardia Civil han detenido ya a 88 personas en toda España por saltarse los protocolos de confinamiento. Asimismo, hay varios centenares de personas sancionadas y los sin techo no se libran: “A mí me han multado con 600”, denuncia el lector de la rotonda. “¿Cómo quieren que los pague?”, se encoge de hombros y, pese a todo, sonríe.