Pedro Sánchez ha comparecido este miércoles por la mañana ante una Cámara casi vacía, imagen que ejemplifica en las Cortes lo que se ve en las calles: España está en emergencia de arriba abajo, de este a oeste, de ricos a pobres. La crisis del coronavirus ha estallado de golpe, pasando un domingo de la fase de contención -en la que se podía ir a manifestaciones "si uno quería"- al estado de alarma anunciado un viernes, sólo cinco días después.
El presidente del Gobierno, de hecho, ha dado por seguro desde el atril del Congreso que España entrará en recesión. Eso sí, no lo ha dicho con esas palabras, sino con un circunloquio mientras hablaba de las medidas que se están aprobando en Europa: "Es evidente que caerá el Producto Interior Bruto, 2020 no tendrá 12 meses, sino nueve o diez". Y es que la comparecencia para explicar el estado de alarma ante el Congreso se convirtió en una sesión de emergencia económica.
También ha dado por hecho que no habrá Presupuestos de 2020, porque el presidente ha dejado "para cuando acabe la crisis" la presentación de unos "Presupuestos de reconstrucción social y económica". Una vez más, como lleva haciendo una semana larga, ha pedido "la participación de todos los grupos políticos", para su elaboración. Eso sí, ha marcado las líneas básicas: "Deberán ser unos presupuestos extrasociales, porque nadie puede quedar atrás, deben dar seguridad a todos los ciudadanos".
Queda lo peor
"Lo más duro", anunció Sánchez, "está por llegar", cuando llegue el pico de infectados a nuestro sistema sanitario, y cuando se acumulen los días de aislamiento, "pero este sacrificio es lo que hay que hacer para salvar nuestra economía, nuestro sistema de valores y nuestra manera de entender la vida".
Sánchez insistió en que "somos una comunidad que, con diferentes lenguas, combate por la misma causa, vencer al virus". Porque una sociedad que camina unida, insistió, "se protege unida, se recuperará unida". El presidente anunció al final de su intervención que "esta situación pasará y reconstruiremos con pilares sólidos nuestro Estado del bienestar. Nos mantendremos erguidos y daremos a las próximas generaciones esta calamidad como una lección aprendida".
El presidente arengó a los ciudadanos para acabar: "Nuestros hijos en el futuro próspero recordarán un gran ejemplo de unidad, lucha colectiva y grandeza social". Una terminología que resumía la política de gasto social que sobrevoló todo su discurso.
Unidad y responsabilidad
Ha pedido "unidad política" y "unidad ciudadana". La primera porque "una pandemia como ésta no entiende de mapas ni de colores políticos". Insistiendo en "superar distancias y desacuerdos para reconciliar a todos en el ejercicio de la política en su más noble y alta expresión". Sin embargo, no habló de los partidos a los que se dirigía desde el atril, sino de los gobiernos autonómicos. "Nuestras preferencias y prioridades han cambiado por completo, señorías, estamos sometidos al mayor grado de exigencia a la ciudadanía".
Así señaló a los ciudadanos, la segunda unión que pidió: "Es su mejor versión la que nos están dando", y los puso como ejemplo de lo que quiere que hagan los líderes de PP, Cs, Vox... aunque no los apeló en ningún momento, ni los citó de lejos. "Miremos a esta sociedad, unida, porque estando así no puede pararla nada", añadió.
Pero diez minutos antes de la hora a la que estaba previsto el inicio de la comparecencia del presidente Pedro Sánchez ante el Congreso de los Diputados, la Secretaría de Estado de Comunicación hacía llegar a la prensa el texto definitivo del Real Decreto-ley 8/2020, de 17 de marzo, de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del Covid-19. El texto, que salió del Consejo de Ministros de este martes, es la vacuna que ofrece el Gobierno a la "conmoción ciudadana", y se ha convertido en el protagonista del estado de alarma que pretendía explicar Sánchez a los tres días de decretarlo.
Autónomos y alquileres
El jefe del Gobierno insistió en que se movilizan casi 200.000 millones de euros, "en un esfuerzo histórico ante una crisis sin precedentes", tal como definió un día antes. Pero no ofreció respuestas a las críticas recibidas desde la oposición. Éstas han sido veladas, guardando la lealtad que corresponde a la situación, pero al mismo tiempo que se conocía el texto del decreto abría la Bolsa cayendo de nuevo un 3%.
Pasan tantas cosas y tan graves tan rápido que los españoles ya dan por explicado lo del confinamiento y las medidas excepcionales que han revolucionado la estructura del Gobierno y la propia "del Estado autonómico", en la palabras de la vicepresidenta Carmen Calvo. Pero lo que más le cuesta entender a los ciudadanos es por qué los autónomos seguirán pagando la cuota cada mes, aunque no ingresen nada; y por qué hay moratorias hipotecarias pero no a los pagos del alquiler, por ejemplo.
El presidente quiso insistir en lo "temporal, insisto temporal" de la crisis. Y defendió sus medidas económicas en "evitar que la emergencia sanitaria convierta esta crisis económica en permanente". Buscando que la caída "tenga forma de uve y no de ele".
La comparecencia de este miércoles se parecía a la del martes ante las cámaras: personal, en soledad, asumiendo él mismo el despliegue de toda la artillería financiera de una sola vez. Si le sale bien, Sánchez pasará a la historia; si le sale mal, también. Y ha optado por asumirlo, acompañándolo el martes de un discurso en tono de "guerra". Una palabra que llegó a pronunciar ante el Congreso en más de una ocasión, para arengar al país ante "el enemigo, el virus, frente al que resistiremos, nunca nos doblegaremos y al que, finalmente, venceremos".
Éxitos y errores
Sánchez, en todo caso, defendió ante los escasos 30 diputados que lo escuchaban, por cupos negociados en la Mesa de la Cámara, sus reuniones con todos. Para empezar, de la videoconferencia de presidentes del pasado domingo, en cuya cita soslayó el desafío mantenido por el Govern independentista de Cataluña de Quim Torra. Según el presidente, la cita logró "tres objetivos; el primero reunir a todos por primera vez desde 2009, el segundo comprometernos a que sea semanal durante lo que dure la crisis y en tercero, reunir los esfuerzos de todos".
Y también quiso hacer valer los avales recibidos públicamente de la OMS y de otros mandatarios internacionales en la gestión pública de la crisis. Al menos, en sus primeros pasos. Pero no pudo esconder la polémica de que sólo un día antes de que la emergencia estallara su Gobierno autorizara y hasta alentara las manifestaciones del 8-M, con cientos de miles de personas en las calles.
Pero admitió sus errores: "Si hubiésemos sabido lo que hoy sabemos, no lo habríamos hecho igual". Pero eso sí, unió sus eventuales fallos en la gestión a los de otros países. Y puso ejemplos: la segunda vuelta de las elecciones municipales francesas o la lenta reacción inicial de China ante este nuevo virus. "Los bienes que poníamos en riesgo eran tan valiosos que todos hemos querido preservarlos hasta el último momento, se decretó la alarma cuando no hubo más remedio".
Más gasto en el horizonte
Y a esa asunción de responsabilidades, le unió un esbozo de lo que querrá incluir en esos Presupuestos que prevé aprobar para 2021. "La primera lección de esta emergencia", y anunció la elaboración de un libro blanco sobre nuestra Sanidad. "El estado del bienestar es nuestro bien más precioso y cuando esto pase, que pasará, haremos un estudio sobre el sistema de salud, porque más Estado del bienestar es más seguridad y más protección colectiva".
El presidente cambió el tono bélico de este martes y pasó al de líder socialista. Esta emergencia dijo "nos pone ante el espejo de muchas deficiencias", y una de ellas, insistió, es "el lento desarrollo de la ley de dependencia, que precisa de verdadera financiación". Un tono, calificado de "ideológico" y contradictorio con la "unidad" que reclamaba, que le afeó la oposición en sus discursos de respuesta.