Madrid es sinónimo de planes infinitos. Aburrirse es muy difícil en una ciudad con tantas opciones de ocio, y es que hay una actividad adecuada para todo tipo de gustos. Desde la comida, al teatro, pasando por visitar museos o tomar una copa, en la capital hay cabida para todos.
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Pero si hay un plan infalible que no te puedes perder si vives en Madrid o si pasas el fin de semana en la ciudad, ese es ir al Rastro. Es difícil que nunca hayas oído hablar de él pero, por si es el caso, te contamos qué es.
Se trata de un mercadillo al aire libre con muchos años de tradición que se suele celebrar todos los domingos y festivos en el madrileño barrio de Embajadores. Esto lo convierte en una zona comercial de libre acceso en la que puedes pasear desde las 9:00 de la mañana hasta las 15:00 de la tarde, aproximadamente.
Su ubicación concreta discurre por toda la calle de Ribera de Curtidores, con la plaza Cascorro como centro, y se va extendiendo hacia otras calles como las de Embajadores, de Toledo, San Cayetano, Carlos Arniches, Fray Ceferino González, Mira el Río o la plaza de General Vara, entre otros lugares.
Como hemos indicado, el mercado cuenta con muchos años de historia, pero ¿cuál es su origen? Y lo más curioso de todo, ¿por qué el mercado del Rastro se llama de esta forma? Te damos las respuestas a continuación.
El origen del nombre del Rastro de Madrid
La existencia de este mercado está documentada alrededor del año 1740. Se dice que el comercio, el trapicheo y el intercambio de diferentes productos empezó a tener lugar siempre en la misma zona, uno de los barrios ‘bajos’ del centro de Madrid, junto al primer matadero de la ciudad. Y es aquí donde viene la explicación más popular que da el nombre que designa al mercado.
En dicha zona se comerciaba con carne de reses y diferentes animales, que se sacrificaban en el matadero cercano y se trasladaban a los puestos de mercado. De esa forma, la sangre de los animales muertos iba dejando un rastro a su paso que cualquiera podía seguir hasta encontrar lo que se ponía a la venta.
Se comercializaba con todo tipo de artículos además de comida, artesanía de zapatos, ropa, artículos de segunda mano, prendas de piel o bolsas de cuero. Desde entonces y hasta ahora se ha mantenido ese carácter plural y ecléctico, aunque la parte de la venta de animales que se acababan de degollar quedó para el recuerdo.
Actualmente hay diferentes zonas del rastro según lo que quieras encontrar, en unas hay puestos de ropa actual o vintage, complementos, bisutería y zapatos, en otra libros y juguetes, en otra muebles, menaje del hogar, antigüedades… y por todas estas zonas atraviesa el concepto de segunda mano, donde entran fotografías, revistas, o cromos de hace años, objetos de la guerra y todo lo que puedas imaginar.
Hoy en día son más de 1.000 puestos los que se distribuyen por esta zona tan concurrida de la ciudad, en la que pasar una agradable mañana de domingo y terminar tomando un aperitivo con un vermouth en uno de los muchos bares cercanos. Aunque lo habitual es que se celebre los domingos por la mañana, también suele tener lugar los días festivos de Madrid y el primer y tercer sábado de cada mes.