"Las Chatitas son el dulce de Madrid". Entre los caramelos de violeta, las rosquillas y los barquillos, estas bizcoletas de chocolate y frambuesa se han hecho un hueco entre los postres más castizos de la capital para todo el que quiera saborear Madrid o llevarse su esencia de souvenir.
Además, son unas galletas relacionadas con la realeza: tuvieron que pedirle permiso a la Casa Real para bautizarlas así y formaron parte de la infancia de las Infantas Sofía y Leonor.
Hace 43 años que se crearon y a día de hoy cuenta con una habitación de hotel decorada en su honor y las venden en los lugares más exclusivos de Madrid como en el Meliá del Palacio de los Duques y en el Fénix, en los Gourmet Experience de los Corte Inglés de la capital y el Hotel Mayorazgo. También han pasado por el Casino, la zona VIP del Atlético de Madrid, el Hotel Villa Magna y los NH.
Estos pequeños bizcochitos hechos de manera 100% artesanal, sin gluten, están hechos de galleta, mermelada de frambuesa y chocolate. "Con una fina y delicada cobertura de chocolate negro, al estilo de un apetitoso bombón", los describe Isabel Martínez López, su actual propietaria, que heredó este postre que inventó su padre en un pequeño obrador en la plaza de Manuel Becerra en 1980.
Desde 1980
El origen de estos dulces madrileños se remontan a 1946, cuando los abuelos de Isabel Martínez, Aniceto y María, que se dedicaban a la apicultura, tuvieron que después de la Guerra Civil empezar de cero montando un pequeño local en Manuel Becerra, por aquel entonces a las afueras de Madrid. De vender miel, acabaron vendiendo pestiños y de ahí, pasaron a montar su propio obrador familiar en el que el padre de Isabel, Pedro Martínez, empezó a trabajar desde los 14 años.
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Fue ahí donde se crearon Las Chatitas en 1980. Pedro Martínez era un repostero que fomentó los dulces más castizos de Madrid, llevándole esto a ser uno de los fundadores de la Asociación de Pasteleros de la capital.
Los bombones se empezaron a vender en las ocho cafeterías y el restaurante que llegaron a abrir la familia Martínez por el centro de Madrid. "Animari las llamaron, por mis abuelos Aniceto y María", explica Isabel.
En 2014, Pedro vendió la empresa por su jubilación y el imperio pastelero en torno a Manuel Becerra que se dispersó, aunque algunos de los obradores continúan a día de hoy.
Desde el fin del negocio familiar, Isabel intentó que la marca no desapareciera. De esta manera, se hizo con un obrador que les hiciera las pastas de manera artesana. "Hacen unas 5.000 al mes artesanalmente, hasta las envuelven una a una", detalla.
Para volver a darlas a conocer, fue prácticamente puerta por puerta ofreciendo Las Chatitas hasta llegar a conseguir que se estén vendiendo en hoteles de lujo como el Meliá o grandes puntos de venta gourmet. También los colchoneros las pudieron degustar en el espacio VIP del campo de fútbol del Atlético de Madrid o los sumilleres en las catas de vino en el Real Casino de Madrid.
El primer sitio donde probó fue en el Hotel Mayorazgo, en Gran Vía. Llamó a la puerta y "fue así de inverosímil, pero desde el primer momento le dijimos que sí. Nos interesaba poder ofrecer algo tan madrileño a los clientes", cuenta Jesús Jerez Fernández, director de marketing del hotel desde hace 35 años.
Casualmente, y sin que ninguno lo relacionara años después, Las Chatitas y este hotel estaban destinados. Los padres de Isabel fueron íntimos amigos del antiguo director del Mayorazgo, después de haberse conocido en Túnez. Desde ese divertido viaje, cogieron por tradición organizar una escapada sorpresa cada año.
Coincidencias del destino que han hecho que finalmente Las Chatitas tuvieran en 2018 una habitación tematizada en este hotel tan castizo. Con un dibujo de Isabel de Borbón y los bizcochitos de frambuesa en el cabecero de la cama y de exhibición, en su pared lateral, la caja de Chatitas, una edición especial de azulejos, que le regalaron a los reyes Felipe y Letizia.
Un dulce real
Pero esa no fue la única vez que a los reyes les han regalado Chatitas. "Los encontré en el restaurante La Chalana y cuando Leonor y Sofía, que eran pequeñas, vieron que les daba Chatitas, ya las conocían, las cogieron con alegría diciendo '¡Chatitas, qué ricas!'", recuerda con cariño Isabel.
Para llamarlas como Isabel de Borbón (Madrid, 1851-París, 1931) tuvieron que esperar la aprobación del actual rey Emérito. La Infanta, apodada 'La Chata' debido a su pequeña nariz, era muy querida por los madrileños por asistir a verbenas y bailes, haciendo gala de su simpatía y naturalidad.
"Cualidades que comparte la ciudad de Madrid. Las Chatitas son un homenaje desde el corazón a este espíritu de Madrid que se respira en sus calles, sus tradiciones y los personajes que han forjado su carácter", es la conclusión de la breve historia sobre su origen que acompaña a cada una de las elegantes cajas, tanto en inglés como en español. El precio de una chatita es de 2,50 euros cada una y se pueden comprar en su web (www.chatitas.es) o en los punto de venta que hay por toda la ciudad.
Dos pastas de cacao rellenas de frambuesa bañada en chocolate negro que tienen un gran significado para los más gatos y no han dejado de ser desde su creación un regalo elegante con sabor a Madrid.