
Fotomontaje de Donald Trump, presidente de EEUU, y un fondo de un mercado energético
La forma más directa y cómoda de hacer las cosas no siempre es la mejor opción. Una forma directa y cómoda de conseguir recaudación es establecer aranceles indiscriminados.
El arancel es uno de los impuestos más antiguos que existen, precisamente porque es una forma cómoda de recaudar: basta con poner una aduana y exigir el dinero a todos los productos que se importen.
Además, Estados Unidos tiene no sólo un importante déficit fiscal, es decir que gasta mucho más de lo que ingresa, superior al 7%, sino también un elevado déficit comercial, importa más de lo que exporta.
Por eso, Trump pretende matar dos pájaros de un tiro, reducir al mismo tiempo el déficit comercial y el déficit público.
Aunque no lo parezcan, o no se lo parezcan al recientemente elegido presidente Trump, las cosas no son tan sencillas.
El arancel es uno de los impuestos más antiguos que existen, precisamente porque es una forma cómoda de recaudar
El primer problema que tiene un arancel indiscriminado es que gravas materias primas como petróleo, aluminio o acero, que necesitas para producir en Estados Unidos. Esto significa que no sólo suben de precio los productos importados, sino también los productos realizados en Estados Unidos.
Este aumento de precios generalizado reduce el poder adquisitivo de los consumidores norteamericanos.
Además, como el resto de los países toman, inevitablemente, represalias, tampoco se traslada producción a Estados Unidos, puesto que lo que se produzca en Estados Unidos no pagará aranceles allí, pero sí cuando se exporte a otro país.
Un ejemplo, cortesía de mi amigo el abogado Antonio Puentes, puede aclarar este punto.
Trump le ha puesto un arancel del 46% a Vietnam, donde Nike fabrica zapatillas. Esto encarece sensiblemente estas zapatillas para el consumidor norteamericano.
Nike no va a trasladar su producción a uno de los países con mano de obra más cara del mundo, que es Estados Unidos.
Además, si lo hiciese, tendría que pagar los aranceles de represalia de otros países. Porque, como las demás multinacionales, Nike vende desde Vietnam a muchos sitios, no sólo a Estados Unidos.
Para empeorar las cosas, la política migratoria de Trump está expulsando (físicamente) a inmigrantes que estaban en la parte más baja de la estructura productiva. Estos puestos tendrán que ocuparlos norteamericanos, que cobrarán más.
La combinación de políticas de Trump es inflacionista, y puede llevar a que los aumentos de salarios se trasladen a costes de los productos realizados en Estados Unidos, que también se habrán incrementado por el aumento de costes de los productos importados.
Esto puede dar una oportunidad de negocio de vender productos que tenemos identificados con Estados Unidos mucho más baratos a los turistas norteamericanos, desde zapatillas hasta teléfonos móviles, que ellos mismos han encarecido artificialmente con sus aranceles, porque su manufactura final no es norteamericana.
Puede dar una oportunidad a vender productos que tenemos identificados con Estados Unidos mucho más baratos a los turistas norteamericanos
Más allá de esta cuestión, una evidencia que parece haber olvidado Trump es que a las empresas norteamericanas no les da precisamente igual que sus productos se vendan menos, por estar fabricados en el extranjero.
Si se venden menos iPhone, Apple gana menos dinero a nivel mundial, y sus accionistas y empleados, directivos norteamericanos se ven perjudicados.
Y éste es un caso particular, pero el país con las multinacionales más grandes del mundo es Estados Unidos, y todo esto le va a suponer un tiro en el pie a la economía norteamericana en su conjunto.
Y por supuesto, muchos norteamericanos se estarán preguntando si votaron a Trump para tener más inflación y una renta real más baja porque todo va a ser más caro.
Si se traslada producción a Estados Unidos, lo que es dudoso, esto tardará tiempo en materializarse en puestos de trabajo. Y en cualquier caso, prácticamente nadie se lo va a agradecer en un país con una tasa de desempleo, a diferencia de España, sistemáticamente reducida, especialmente si los puestos de trabajo creados son de baja cualificación, y en consecuencia, peor pagados.
A nivel global, esta política sólo va a traer problemas. El primero es que hay una enorme incertidumbre sobre dónde invertir, simplemente porque inversiones productivas que antes eran rentables ahora no se sabe si lo serán, y si lo son, cuál es el lugar adecuado para materializarlas.
Una fábrica en Vietnam podía ser una buena inversión, por ejemplo. Pero si iba a producir en parte, al menos, para Estados Unidos, igual con un 46% de arancel ya no lo es.
Pero tampoco es seguro que merezca la pena realizarla en otro sitio, porque habrá arancel y otras medidas para presionar a Estados Unidos.
Volvamos un momento al déficit comercial de Estados Unidos porque hay dos cuestiones que se ignoran. La primera es que Estados Unidos consume mucho más de lo que produce.
Efectivamente, los norteamericanos tienen un mayor nivel de vida que los europeos, y no digamos ya que los españoles, pero, además, gastan más de lo que producen.
Un endurecimiento de aranceles histórico igual reduce este desequilibrio, pero aumentando precios e inflación para los consumidores norteamericanos y haciendo que consuman menos.
Los norteamericanos tienen un mayor nivel de vida que los europeos
La segunda cuestión que suele ignorarse es que la balanza de servicios, por temas como software, patentes, royalties compensa en buena medida el desequilibrio comercial.
Esto se va a ver afectado por la guerra comercial de dos maneras.
En primer lugar, porque va ligado a productos, que aunque producidos en otros países, llevan incorporado, por ejemplo, software norteamericano.
En segundo lugar, porque habrá represalias comerciales sobre estos ingresos de las multinacionales norteamericanas.
Si esto continúa, nos enfrentaremos a la consecuencia más grave. Los productos y servicios no se realizarán donde es más barato o donde se hacen mejor, sino donde se pueda para afrontar menos aranceles, y otro tipo de medidas de represalia comercial.
Esto, por definición, es anti-económico, con lo que nos empobrecerá a todos. Los aranceles indiscriminados de Trump nos llevan a una guerra comercial, que ésta sí es la forma más directa y cómoda de perjudicar, no sólo los intereses económicos de los norteamericanos, sino también del resto del mundo.
Y aquí España, desgraciadamente, no va a ser una excepción.
*** Francisco De la Torre Díaz es Economista e inspector de Hacienda.