
Bandera de China
China ha concluido su gran reunión política anual en un contexto de incertidumbre internacional extremo. Durante la semana del cinco al once de marzo ha tenido lugar el evento clave donde los líderes del país trazan las líneas maestras de sus políticas económicas, militares y diplomáticas para el año en curso.
Entre las decisiones más importantes, el Gobierno chino ha fijado como prioridades para 2025: un objetivo de crecimiento económico del 5% del PIB, una política fiscal y monetaria más expansiva gracias al acuerdo de ampliar el déficit fiscal hasta el 4%, un apoyo a la innovación tecnológica y al consumo interno, reforzar el compromiso con la transición ecológica manteniendo sus objetivos de alcanzar el pico de emisiones en 2030, un incremento del gasto militar hasta el 7.2%, y un cambio de posición en política exterior y relaciones internacionales que busca consolidar su papel como alternativa a la hegemonía occidental, reforzando su narrativa de estabilidad frente a la incertidumbre geopolítica.
Durante los últimos tres años, China ha sido criticada por su apoyo a Rusia en el conflicto de Ucrania, pero el giro de Donald Trump hacia una postura más cercana a Moscú ha cambiado la percepción global. Ahora, mientras Washington siembra dudas entre sus aliados tradicionales, el discurso de Trump sobre Putin está, de manera indirecta, blanqueando la imagen de Xi Jinping. Con un Estados Unidos más volátil y menos comprometido con su histórico papel de garante del orden internacional, China ve una oportunidad para expandir su influencia en Asia, África y América Latina.
A nivel comercial, lo que más preocupa es la intensificación de la guerra arancelaria. Pero a diferencia de la primera guerra comercial desatada por Trump en su primer mandato, China ha aprendido a mitigar el impacto de los aranceles. Su apuesta por la autosuficiencia tecnológica, el fortalecimiento de su mercado interno y la diversificación de sus exportaciones han hecho que las nuevas medidas proteccionistas de Washington sean menos dañinas.
Además, el liderazgo chino ha intensificado sus acuerdos comerciales con otras economías emergentes, reduciendo la dependencia del mercado estadounidense. La estrategia de Trump, basada en sanciones y restricciones comerciales, podría tener un efecto limitado frente a una China más resiliente y menos dependiente de EEUU.
El liderazgo chino ha intensificado sus acuerdos comerciales con otras economías emergentes, reduciendo la dependencia del mercado estadounidense
Pero si los efectos sobre la economía china fuesen peores de lo inicialmente previsto, Pekín cuenta con un arma poderosa en su dominio sobre las tierras raras, materiales clave para la fabricación de semiconductores, baterías y productos electrónicos de alta tecnología. China controla cerca del 70% del suministro mundial y tiene la capacidad de restringir las exportaciones como respuesta a sanciones estadounidenses.
Si la confrontación se intensifica, EEUU podría enfrentarse a una crisis en sectores estratégicos como la defensa y la inteligencia artificial, lo que debilitaría su capacidad de innovación y producción. Aunque Trump consiguiese echar mano a los recursos naturales de este tipo en Ucrania y Groenlandia, el desarrollo de la infraestructura necesaria para extraer y procesar esos minerales llevaría años.
Pero el cambio de retórica de Trump hacia Rusia no solo desestabiliza la situación en Ucrania y el papel que juega Europa en el mundo. Sino que plantea interrogantes sobre la postura futura de EEUU en relación con Taiwán. Si el expresidente sigue suavizando su discurso sobre Putin y cuestionando el apoyo a Ucrania, ¿podría hacer lo mismo con Taiwán? La ambigüedad de Trump en cuestiones de seguridad internacional podría debilitar el respaldo de Washington a Taipéi, lo que aumentaría el riesgo de una acción más agresiva por parte de China.
En un escenario donde EEUU se muestra menos dispuesto a intervenir en conflictos externos, Pekín podría sentirse más confiado para aumentar la presión sobre la isla, probando hasta dónde llega realmente el compromiso estadounidense con la seguridad del Indo-Pacífico.
En un mundo donde las reglas tradicionales se desmoronan, China se presenta como el actor mejor posicionado para liderar una nueva era de gobernanza global, con una combinación de pragmatismo económico, poder blando y control estratégico de recursos clave.
*** Pablo Gil es economista y analista de mercados.