Ecuador de 2024: la rentabilidad supera las expectativas
A principios de año, los analistas apostaban por un 2024 donde la renta fija sería la estrella del mercado. Sin embargo, con el paso de los meses, ha sido la renta variable la que ha acaparado el protagonismo dejando a los inversores de bonos con la amarga ironía de que el verdadero riesgo estaba en subestimarla. Toca hacer balance.
Empezamos el año con el persistente mantra de bajar tipos, algo que no se ha materializado hasta bien entrado el año. Sin conocer los antecedentes de este siglo, se podría pensar que la ortodoxia ha dominado las decisiones en materia de tipos de interés, lo cual es una verdad a medias.
La inflación ha seguido su curso de desaceleración, aunque más lentamente de lo esperado, poniendo nerviosos a aquellos que defienden que para generar rentabilidades se necesitan tipos mucho más bajos que los actuales.
En el combate entre los dos activos de una cartera clásica, la renta variable ha ganado por KO a la renta fija. De momento, sólo la deuda con riesgo y en divisa local ha podido generar rentabilidades aceptables, pero en conjunto, muy lejos de la promesa de rentabilidades reales positivas.
El petróleo ha vuelto a dar otra bofetada a los que se empeñan en que para ser sostenible hay que acabar con el oro negro
En las bolsas, ya sabemos lo que ha pasado: estrategias ligadas al crecimiento con mucho momentum han aplastado al value. La novedad ha sido la nueva corriente de quality-growth, que se traduce en comprar la calidad a precio de oro.
Las grandes compañías lo han hecho mucho mejor que las small caps, el eterno David contra Goliat que ya va camino de ser una quimera a tenor de la concentración del mercado en pocos valores, la irrupción de la IA como fuerza impulsora y el nuevo paradigma inversor. Japón era la apuesta segura y no ha defraudado, eso sí, con el yen en mínimos históricos.
Fuera de los activos clásicos, las commodities que protagonizan nuestros desayunos han sido las destacadas por rentabilidad, siendo el cacao el outsider bien escoltado por el café. El petróleo ha vuelto a dar otra bofetada a los que se empeñan en que para ser sostenible hay que acabar con el oro negro. Y precisamente, el oro ha marcado máximos históricos bien acompañado, por fin, de la plata, gracias al principio económico que dice que la escasez eleva los precios. Misma tesis que ha aupado al cobre.
Para la segunda parte del año, mensajes de prudencia.
Hay 29 curvas de gobierno invertidas, por lo que hay que ser cauteloso con la duración, ese principio que recitan como papagayos los banqueros privados sin entender bien los riesgos que esconde. La deuda con riesgo ha pagado, pero cotiza con los diferenciales más bajos nunca vistos, igual que en 1998 y 2007, pasando lo que pasó. El dólar es el título de un cuento que narra el déficit gemelo gigantesco que cuestiona la independencia de la Fed, ahora sí obligada por el Tesoro a bajar tipos para evitar el colapso presupuestario. Europa crece con la peor calidad en mucho tiempo hermanada con un riesgo geopolítico en forma de fanáticos e independentismo.
¿Y Asia? China es como ese corredor que hace la goma intentando convencer al mercado de que esta vez es diferente. Nos espera un final de año, como siempre, apasionante.