Esta semana ha sido una de las más memorables de la Era Sánchez. En una operación relámpago, ha situado a España al borde de la ruptura de las relaciones diplomáticas con Argentina. Se ha colocado fuera de los parámetros de la política occidental con su decisión de reconocer un Estado Palestino inexistente en un territorio cuya mitad controla una organización terrorista. Por último, en un gesto de probidad democrática, ha sido sorprendido haciendo guiños a la presidenta del Congreso para que cortase la intervención del jefe de la oposición en la sesión de control al Gobierno.
Este conjunto de épicas acciones sólo cabe ser explicado como una maniobra de escape-distracción para eludir los intentos de la oposición, de los jueces y de los medios de comunicación de esclarecer las actividades profesionales de su cónyuge sobre las que se cierne la inquietante sombra de la sospecha.
En este ejercicio de escapismo a la Houdini, Sánchez no tiene el menor rubor en poner en riesgo los intereses de España.
Sánchez no tiene el menor rubor en poner en riesgo los intereses de España
El conflicto abierto con Argentina es alucinante. Un ministro del Ejecutivo social-comunista atribuyó al presidente de la República Austral la condición de drogadicto. Óscar Puente no rectificó y el jefe del Gobierno español no le obligó a hacerlo.
La réplica de Milei a esos insultos ha sido calificada por el Sr. Albares como un ataque a las instituciones. Ello supone convertir a la cónyuge de Sánchez en una institución; singular concepción patrimonial-familiar del Estado, impropia de una democracia liberal y expresión de delirios cesaristas.
La indignada respuesta gubernamental a Milei contrasta con la pasividad del Gobierno ante los insultos realizados en numerosas ocasiones por los autócratas hispanoamericanos, versión zurda, contra el Rey de España; personajes con la catadura del venezolano Maduro, del nicaragüense Ortega, del peruano Castillo, del colombiano Petro o del mexicano López Obrador por citar algunos ejemplos.
Los feroces y constantes ataques contra la Corona y contra España perpetrados por esos sátrapas son permisibles por una sola razón: proceden de los socios ideológicos del Gabinete Sánchez en Hispanoamérica.
Los ataques contra la Corona y contra España perpetrados por esos sátrapas son permisibles por una sola razón: proceden de los socios ideológicos del Gabinete Sánchez
En el caso argentino, la situación es grotesca. El Gobierno de Sánchez y sus socios apoyaron en las pasadas elecciones al candidato peronista, cuya política económica no sólo fue desastrosa en términos económicos y sociales, sino continuación de la de un partido que expropió YPF a una compañía española, Repsol, con la silenciosa aquiescencia de la izquierda patria.
Esto no ha de sorprender a nadie. El peronismo, salvo en la Era Menem, siempre ha considerado la inversión extranjera, incluida la española, como una manifestación del imperialismo capitalista. Pero ahí no termina la historia.
El stock de inversión española en ese país supera los 18.000 millones de euros
España es el segundo inversor exterior en Argentina tras los EEUU. El stock de inversión española en ese país supera los 18.000 millones de euros y 117 compañías patrias están instaladas en la República Argentina con presencia relevante, cuando no dominante, en el sector financiero, en el de las telecomunicaciones, en el metalúrgico, en el hotelero, en la alimentación o en la automoción. En consecuencia, mal servicio se presta a las empresas nacionales cuando se convierte un problema personal en una cuestión de Estado.
El plan de estabilización-reformas estructurales emprendido por Milei, respaldado por los organismos internacionales, por los mercados y reflejado en la fuerte caída del riesgo país abre unas brillantes expectativas para la economía austral y para los inversores extranjeros según el último Índice de Entorno Empresarial elaborado por el Economist Intelligence Unit.
Mal servicio se presta a las empresas nacionales cuando se convierte un problema personal en una cuestión de Estado.
Junto a las políticas macro y micro impulsadas por el Gobierno Milei, la Ley de Bases del Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI) crea uno de uno de los entornos más atractivos del mundo para atraer capital exterior; combina poderosos incentivos con un sólido marco de seguridad jurídica para los derechos de propiedad.
Una estrategia de Estado inteligente nunca pondría en peligro la posibilidad de aprovechar las ventajas derivadas de la recuperación económica de un país con el que se tienen lazos tan profundos como con Argentina.
Y esa afirmación se fortalece en presencia de un Gobierno promercado con una clara voluntad de abrirse a la inversión extranjera estableciendo las condiciones adecuadas para ello. Al Gobierno social-comunista esto no le importa nada. Prefiere construir un enemigo externo para huir de sus tribulaciones internas.
Por último, el intento de convertir a un liberal de manual en un “fascista” cuando se abraza con entusiasmo a líderes de estados autoritarios-totalitarios, eso sí, de izquierdas constituye un insulto a la inteligencia.
Milei no encarcela a la oposición, no elimina las libertades individuales, no ilegaliza partidos y no expropia a los opositores como han hecho y hacen la mayoría de los socios hispanoamericanos del Gobierno español.
Si el presidente del Gobierno considera intolerable el ataque de Milei al honor de su mujer, lo suyo es retarle a un duelo en lugar de perjudicar los intereses de España. Eso sí sería una muestra de su profundo enamoramiento. Y nadie mejor para lanzar el guante presidencial que el entrañable Óscar Puente.