Al final el cielo no cayó sobre la cabeza de los inversores
En los últimos cinco años, Google ha subido un 160%. Y el S&P 500, un 100%. En el mismo periodo, la mayoría de los analistas y un número muy alto de asesores y gestores anunciaban todos los años la caída definitiva del índice. Especialmente de los valores tecnológicos.
La caída se iba a producir por la explosión de una burbuja que se había creado en los precios. Pero las caídas fueron temporales y se debieron primero a la llegada de la Covid-19 y posteriormente a un incremento de la inflación (provocado por la reacción de gobiernos y bancos centrales a la llegada del virus vía incremento brutal de la masa monetaria y de la deuda pública).
Luego esa inflación fue a peor como consecuencia de sanciones a Rusia que provocaron un shock de oferta de materias primas. Pero ni la pandemia ni la inflación tuvieron nada que ver con una burbuja en los precios.
A los pocos que decíamos que la fortaleza del S&P 500 estaba justificada por las expectativas de crecimiento de resultados de las compañías que conforman el índice -con la excepción evidente del periodo de pandemia-, se nos miraba como el verso suelto que no asume la sabiduría del consenso.
Pero, qué casualidad: resulta que esa subida del 160% de Google (ahora Alphabet) coincidió “casualmente” con un crecimiento del 164% en su beneficio por acción en el mismo periodo.
La subida del 100% del S&P 500 ha coincidido con un aumento del 81% en los beneficios por acción
Y la subida del 100% del S&P 500 ha coincidido con un aumento del 81% en los beneficios por acción de las compañías que conforman el índice. Y, “curiosamente”, las que los han incrementado muy por encima de la media han sido precisamente esas empresas tecnológicas que conformaban la supuesta burbuja.
La burbuja acabará produciéndose, es algo que está en la naturaleza de los mercados, pero probablemente sea cuando menos se anuncie. Y coincidirá con precios no justificados por los resultados de las empresas.
La burbuja acabará produciéndose, es algo que está en la naturaleza de los mercados
Así que, primera lección para el futuro: no hay que fijarse en exceso en los relatos mediáticos. Si lo que se quiere es ganar dinero (o no perderlo), es mejor recordar el mantra que repetimos casi todos los días en Nextep: “datos, no relatos”.
Suena irónico tener que insistir en ello, pero la evolución de los beneficios e ingresos por acción importa. Estamos en un mercado donde se valoran empresas y conviene no olvidarlo.
Las ganancias no dependen sólo de lo que hagan de forma particular las compañías. El entorno también importa. Los espectaculares ingresos que han tenido las grandes tecnológicas han tenido mucho que ver con que seguimos inmersos en la revolución digital, que es una auténtica revolución industrial. Probablemente una de las mayores que ha habido.
En la medida en la que la revolución digital siga en marcha, se notará en los ingresos de las compañías tecnológicas. No es casual que las expectativas de dichas empresas hayan mejorado ante la llegada de la que consideramos la cuarta fase de la revolución digital, que no es otra que la llegada de la inteligencia artificial (IA) generativa.
En la medida en la que la revolución digital siga en marcha, se notará en los ingresos de las tecnológicas
Ciertamente la IA ya está en gran medida descontada en las cotizaciones de sus primeras beneficiarias (las grandes tecnológicas), pero no en otros sectores, en los que va a generar un fuerte incremento de la productividad. Y la mejora de la productividad va directamente a la cuenta de resultados, es decir, al dato de beneficio por acción.
Los ingresos de las empresas también dependen de lo que haga la economía. En el caso del S&P 500, de lo que haga la economía global y, muy especialmente, la estadounidense. Lo que a su vez tiene mucho que ver con lo que hagan los tipos de interés, que depende a su vez de lo que haga la inflación (por eso hablamos de ello en el artículo anterior).
Pero también de la geopolítica. De ahí la importancia de realizar un seguimiento objetivo, realista y limpio de propaganda -esto último hoy en día es fundamental- sobre acontecimientos geopolíticos que puedan afectar a la economía.
El jefe del poblado galo de Astérix y Obélix, que se llamaba Abraracourcix, iba siempre con un escudo encima, porque temía que el cielo cayera sobre su cabeza. Vivía con el miedo instalado en su mente, pese a que el poblado contaba con una poción mágica que les hacía invencibles. No es malo tener el escudo a mano, pero que no nos impida ver la realidad. Y para el inversor la poción mágica son la información de calidad y los datos, no los relatos.
***Víctor Alvargonzález es socio fundador de la empresa de asesoramiento financiero independiente Nextep Finance.