China marca el ritmo del vehículo eléctrico, Europa busca responder
En la carrera por la competitividad, la UE por fin parece reaccionar al vertiginoso ritmo chino.
China nos lleva la delantera. Al menos en lo que al vehículo eléctrico respecta. Cuanto antes reaccionemos a esta realidad, antes podremos salvar la competitividad de la industria europea y los millones de puestos de trabajo que dependen de ella.
Para que se haga el lector a la idea, solo en el año 2022 el gigante asiático instaló 684.000 puntos de recarga de vehículos eléctricos, lo que supone casi tanto como el total instalado en el resto del mundo desde que dieron comienzo las inversiones en infraestructuras de recarga. También nos sirve como ejemplo la Feria del Automóvil de Múnich de la semana pasada, donde el 41% de los expositores eran asiáticos, pues el número de empresas chinas se ha duplicado en dos años y éstas, reconozcámoslo, ofrecen al mercado un producto final de amplia calidad a un precio asequible”.
Bruselas por fin parece haber situado al coche eléctrico entre sus prioridades estratégicas. China se lleva preparando más de una década para la transición a la movilidad eléctrica y nosotros no estamos como para perder el tiempo. El mensaje de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sobre este asunto en su discurso sobre el estado de la Unión el pasado miércoles es una muy buena noticia, para los europeos en general y para la industria en particular.
La jefa del ejecutivo comunitario subrayó la defensa del sector industrial automovilístico como elemento “esencial” para ir hacia una economía limpia, y la consideración del “gran potencial” que tiene para Europa. No es frecuente que la Comisión dedique tanta atención a un único sector. Tampoco lo es que Von der Leyen haya entendido, como lo ha hecho, la trascendencia de estar perdiendo esta partida y que haya anunciado el lanzamiento de una investigación sobre la competencia desleal asiática.
Para colmo, a pocas horas del comunicado de Von der Leyen, las autoridades chinas han acusado a la Unión Europea de un inadmisible “comportamiento proteccionista”. ¿Mi opinión? Las quejas de China son completamente injustificadas: no hay nada más proteccionista que subsidiar su propia industria nacional. De hecho, el gigante asiático lleva décadas violando las reglas de la Organización Mundial del Comercio.
Bruselas por fin parece haber situado al coche eléctrico entre sus prioridades estratégicas
Las palabras de la presidenta merecen por tanto un reconocimiento y es algo por lo que debemos felicitarnos. ¿Es importante lo que dijo? Claramente, sí. ¿Es suficiente? No, no lo es. Hay otros desafíos muy serios para la industria europea del automóvil además de la competencia desleal de China.
El peligro para el empleo está entre los primeros. Tenemos que respaldar a los trabajadores del sector de la automoción (cerca de 600.000 empleos directos e indirectos en España, según el INE; casi 14 millones en toda Europa) y garantizar su recapacitación, además de retener a la industria automotriz en las regiones en las que ahora lleva a cabo su actividad.
Todo esto, bajo el paraguas de una transición verde que no asfixie nuestra industria. No tiene sentido que, si ambicionamos una Europa más verde, más limpia y más respetuosa con el planeta, no estemos preparados para ella. Y, menos aún, que la Comisión Europea proponga un Euro 7 cuyos plazos no somos capaces de asumir. ¡Los buenos pucheros llevan su tiempo! Tal y como está planteada la propuesta, crearíamos nosotros mismos la tormenta perfecta: se daría el cierre de líneas de producción, el aumento de costes y se pondría en peligro la deseada transición. Bien sabemos todos que, cuando se tensa mucho la cuerda, termina por romperse.
Por eso mismo, en el Parlamento Europeo he propuesto la creación de un Fondo de Transición Justa 2.0 para ofrecer el respaldo necesario a las regiones en las que la automoción es buena parte de su músculo económico. Un fondo que la industria, las regiones y los ciudadanos necesitan.
Y si queremos ser capaces de hacer todo esto solos, el máximo aprovechamiento de nuestros recursos propios no es trivial. La autonomía estratégica pasa por una gestión eficiente de nuestras materias primas críticas que, como no podía ser de otra manera, ya estamos legislando a nivel europeo con la necesaria Ley de Materias Primas.
Estos son los grandes retos para que haya una transición con éxito hacia la movilidad más limpia y sostenible que promete el automóvil eléctrico. Ignorarlos equivale a despreciar un elemento clave para la prosperidad, el bienestar y la salud de los europeos, y para la economía, la tecnología y el medio ambiente de la UE.
*** Susana Solís es eurodiputada de Ciudadanos en el Parlamento Europeo.