En septiembre pasado los augurios sobre la economía española no eran buenos. Se llegó a predecir que entraría en recesión técnica en el tercer trimestre de 2022 y el primero de 2023.
Los datos desmintieron la predicción. No hubo recesión. Los organismos internacionales anunciaron un crecimiento para España por encima del 2% o más del PIB para 2023. El Gobierno subió sus previsiones.
Los dos primeros trimestres de 2023 y el inicio del tercero han sido buenos para la macroeconomía española (la microeconomía es otro cantar).
Este julio el Gobierno podía alardear de casi 21 millones de cotizantes en la Seguridad Social; aunque había contratos de corta duración y pocas horas. Los parados descendieron a 2,67 millones registrados en el SEPE. Cifra discutida al no contar los contratados “fijos discontinuos” en inactividad y los trabajadores en ERTE. Pero tampoco con ellos se llegaría a los 3 millones de parados reales.
Además se produjo un aumento de los ingresos fiscales, en parte debido a la inflación.
Sin embargo, estas mejoras no se reflejan en la disminución de la deuda pública con subidas hasta más del billón y medio de euros (13% del PIB a pesar del crecimiento de la producción bruta nacional).
Estas mejoras no se reflejan en la disminución de la deuda pública con subidas hasta más del billón de euros
En mayo ya había signos preocupantes. Las hipotecas descendieron un 24%, con tipos de interés de más del 3% y escasez de oferta, después de meses de reducción de la construcción de vivienda. Las familias españolas se están quedando sin ahorros para esas inversiones.
Las peticiones de créditos se desplazaron al consumo inmediato: vacaciones, hostelería, viajes y hoteles; también en ropa. Los españoles se tiraron al turismo interno y externo. Los extranjeros vinieron. El PIB de servicios y hostelería aguantó al resto.
Aún así la facturación de las empresas españolas bajaron en junio en un 4,9% (INE) respecto al mismo mes del año pasado.
Por otra parte, Alemania, la locomotora europea, uno de nuestros clientes principales, entró en el primer semestre en recesión técnica según los datos conocidos en agosto y las perspectivas para este año son malas. Incluso hubo una menor llegada de turistas alemanes a España.
Junto a ello, China entró en deflación (sus precios bajaron el 0,3% en julio) lo que indica que su economía está lejos de recuperar sus históricos crecimientos de más del 10%. Sus importaciones y exportaciones están débiles. La economía mundial se debilita.
Las familias españolas se están quedando sin ahorros para esas inversiones
Dos noticias que unidas al convencimiento de que los tipos de interés no bajarán (o incluso pueden subir) ha producido un descuelgue de las bolsas mundiales. El Ibex 35 no levanta los 9.300 puntos. Un dato que, por sí solo, es un indicio de que la economía no está bien (con la excepción de USA que tienen un paro menor del 4%).
Por otra parte, las perspectivas inflacionistas no están claras. En EEUU los salarios siguen subiendo y realimentando la subida de costes y, por tanto, precios. Eso enfría la disminución de intereses por parte de la Reserva Federal. En consecuencia el BCE tampoco podrá bajarlos para animar la economía europea. Los costes financieros erosionarán los márgenes empresariales, hasta ahora uno de los motores del PIB.
En conclusión: se puede aventurar que pasada la temporada turística la economía española entrará en un periodo de ralentización.
Un periodo para el que no conviene la inestabilidad política.
El martes acabó la primera ronda de conversaciones del Rey con los partidos sin que ninguno de ellos pudiera asegurar que ya tiene los votos suficientes.
[XV Legislatura: ¡Es la política o la economía, estúpido!]
De momento Feijóo tiene el encargo del Rey, sin garantías de llegar a Moncloa, salvo viraje del PNV o alguna deserción individual en otros grupos.
En todo caso cualquier gobierno deberá negociar a múltiples bandas sus iniciativas, incluyendo los presupuestos.
En especial el Gobierno de Sánchez sería un gobierno más inestable, con muchas probabilidades de nuevas elecciones anticipadas cuando la Unión Europea pida disciplina fiscal.
Si fuéramos alemanes habría una gran coalición de gobierno, o solo parlamentaria, con Feijóo de presidente o nuevas elecciones antes de navidad. Pero ni lo somos, ni la personalidad de Sánchez lo propicia.
¡Ojalá mis predicciones fallen como en otoño pasado! Pero los datos apuntan mal.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.