El domingo 13 de agosto, los argentinos se acercaron a las urnas para decidir quiénes van a ser los candidatos entre los que, el próximo mes de octubre, se elegirá al presidente del país. Y Argentina votó por la alternativa. No por una alternativa, sino por la única que hay: Milei y Bullrich. Se trata de dos políticos liberales, cada uno a su estilo. Patricia Bullrich, con experiencia en gestión. Milei, sin experiencia en gestión. Ella, moderada. Él, excesivo en sus formas. Y, de los dos, el mayor porcentaje se lo llevó Milei, un personaje peculiar.
Todos los medios se han apresurado a enseñar lo más rocambolesco del personaje. No entro en la veracidad de sus conversaciones con el más allá. Tampoco me importan. Pero sí le he oído explicar, con serenidad, que es como habla cuando no se le ataca, que no está aquí por el puesto sino para acabar con el peronismo, sea Macri quien gane, sea Bullrich. Y le creo.
Los medios críticos a Milei se refieren a él como nazi, cruel, tarado, casi se diría que bebe sangre de niños cada noche. Pero su programa, porque fue con un programa electoral completo, tiene los pies en la tierra. Dentro de lo que cabe.
Porque cualquiera que sepa algo de economía o de historia económica sabe que salir de una situación económica como en la que se encuentra Argentina, es muy complicado. Las políticas públicas que se apliquen van a ser dolorosas, pero necesarias. La inflación, que aumentó en abril y mayo, alcanzó la exorbitante cifra del 114,3%.
Se subieron en tres ocasiones los tipos de interés, la Leliq a 28 días se situó en el 97%. Las Leliq (Letras de Liquidez) son instrumentos que utiliza el BCRA para absorber la liquidez de los depósitos que están en los bancos y sobre los cuales les paga intereses. El peso está en caída libre.
Salir de una situación económica como en la que se encuentra Argentina, es muy complicado
Las reservas de divisas del país también han seguido cayendo en el segundo trimestre del año, por diversos factores, como la reducción de las exportaciones agrícolas y a las intervenciones en el mercado de divisas. ¿Quién querría hacerse cargo de esta debacle? Como dice mi amigo Guillermo de Haro: “O un meteorito de vibranium entra en tu territorio y tienes unos gobernantes sensatos o no hay solución”.
Algunos amigos argentinos frenan mi entusiasmo cuando afirmo que ha pasado la era K (de Kirschner). No ha pasado, es solamente un toque, en octubre se decide. Es cierto, pero ¿y si los argentinos se dan cuenta de que sí hay alternativa, que sí se pueden hacer las cosas de otra manera?
Y aquí entramos en el complicado terreno de la viabilidad. En políticas públicas, la viabilidad se refiere a si existe un camino, una manera, habida cuenta del contexto y el momento, para ejecutar es medida de política, en este caso económica. Pero, además, ha de ser aceptable, es decir, conveniente, dado el clima político y la perspectiva de la ciudadanía.
La viabilidad política es una medida de hasta qué punto una solución a un problema político será aceptada por un conjunto de responsables políticos y por el público en general. Para que una política se promulgue y aplique, debe ser políticamente aceptable, o factible. ¿Son viables las políticas de Milei o de Bullrich? ¿Son más viables las políticas peronistas actuales que han llevado a Argentina a un 34% de argentinos a vivir en la pobreza?
Porque eso es lo que se debate ¿hacemos lo mismo o intentamos otra cosa? Desde España, tomando una cervecita mientras agotamos nuestra vacaciones de país privilegiado, con sus problemas por resolver, y bien gordos, sin duda, pero incomparables con los de Argentina, es fácil pensar en lo difícil que sería anclar el peso al dólar, o eliminar las restricciones cambiarias, o reducir la economía sumergida.
Para que una política se promulgue y aplique, debe ser políticamente aceptable, o factible
Nosotros, en 1959, necesitamos financiación y un equipo técnico del Fondo Monetario Internacional. Y era una dictadura, así que no se votó, se impuso. El estudio del cómo se hizo, los flecos que se dejaron sin resolver y sus consecuencias, son un ejemplo de las dificultades que hay cuando una economía está tan intervenida: teníamos la industria nacionalizada, la banca necesitaba las bendiciones de la autoridad, restricciones cambiarias, tipos de cambio múltiples, intervención de precios… en fin, el combo. Con una excepción. No había tantos estómagos agradecidos a quienes les convenía quedarse como estábamos: los había, pero la vaca no daba más leche, después de casi 20 años de autarquía.
Hoy en día, hay mucha población que vive de la economía informal, de las subvenciones, del trapicheo, y de lo que puede. Eso es el peronismo, esa es la bandera de los Kirchner. Corrupto el Gobierno, corruptas las instituciones, corrupta la sociedad.
El desafío ante el que se encuentra la alternativa en Argentina es enorme. Se trata de convencer a la mayoría de los argentinos de que es posible tomar medidas que van a doler hoy, para poder vivir mejor mañana, y pasado mañana. En contra tienen varias cosas: las meteduras de pata del pasado, declaraciones inconvenientes que ahora te lanzan a la cara (al fin y al cabo todos somos humanos). Pero también, difamaciones, manipulaciones, mentiras, bulos… lo de siempre, por desgracia.
En contra también están muchos medios internacionales, no solamente de izquierda, que, en lugar de analizar las alternativas, se centra en la parte histriónica para ridiculizar a Milei, a los libertarios, a los liberales y a todo aquel que haya cruzado una mirada con él. Es el enemigo a batir. Contra Patricia Bullrich esgrimen que fue peronista en su juventud, que Macri, en cuyo gobierno ocupó el Ministerio de Seguridad, fue un fracaso y no sacó a la Argentina del pozo. Pero son como Ayuso: cuanto más les critican, más fuertes se hacen.
Hay muchos interesados en que no pase la era K. Pero la obscenidad de los desmanes K son tales, que Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza lograron que les votara una mayoría de la población.
Para octubre, los votos de Juntos por el Cambio se centrarán en Patricia Bullrich. Si no decae el entusiasmo por Milei, puede ser que la izquierda encabezada por Sergio Massa, quede fuera de órbita. Además del apoyo del pueblo, la alternativa va a necesitar un meteorito de vibranium y mucha sensatez.