No se podía saber, pero estábamos a punto de iniciar una espiral inflacionista inédita hasta ahora: “incremento de precios-incremento de pensiones-incremento de precios”. Se podría alargar demagógicamente el chiste con “incremento de precios-incremento de los sueldos del Consejo de Ministros- incremento de precios…”.
Lo más maravilloso de este Gobierno es que nos sorprende cada día con una nueva pirueta y es de esperar que asistamos a muchas más dado que el gran "vigilante del Norte", Alemania, está de capa muy caída, purgando sus pecados geoestratégicos.
Donald Trump debe estar, en su forzado retiro, disfrutando de un ataque de schadenfreude, o alegría por el mal ajeno, tras sus advertencias a Alemania de que no dependiera energéticamente de Rusia, advertencias que los delegados alemanes acogieron con carcajadas en la Asamblea de la ONU, en la que tuvieron lugar.
Ese vídeo premonitorio que protagonizara el rey de los políticos faltones, si no es falso, merecería serlo, para que las buenas (y simplistas) conciencias no tuvieran que revolverse en su lecho.
Casi en paralelo, mientras los delegados alemanes se burlaban de Trump, Vladimir Putin se burlaba de los alemanes, momento que fue recogido en otro vídeo que, también, de no ser fake -falso- se merece serlo. En él, Putin hacía el recorrido de las energías a las que renunciaba el Gobierno alemán, desde el carbón y el gas natural a la energía nuclear, y terminaba preguntándose con qué pensaban calentarse los alemanes en invierno. “¿Con leña? Hay mucha leña en Siberia”, concluía entre risotadas de la audiencia…
No se podía saber, pero estábamos a punto de iniciar una espiral inflacionista inédita hasta ahora
Si no son falsos, insisto, esos dos vídeos reflejan lo absurdo de la situación actual mejor que si lo fueran, de tan precisamente como dan en la diana del disparate energético europeo. Ese disparate y el callejón sin salida en el que se ha metido Europa (de la mano de Estados Unidos en algunos aspectos, aunque, por suerte, no en todos) está poniendo en cuestión las más queridas “Agendas” de los gobiernos más convencionales.
¿Quién se acuerda en estos días de la Agenda 2030? ¿Y del plan de las emisiones netas cero para el año 2050? ¿O, qué piensan en China, que cada día que pasa quema más carbón, de su idéntico objetivo para el año 2060? Todos esos horizontes “que cantaban” parecen alejarse como el horizonte geográfico: cada vez más conforme nos acercamos a ellos. Estamos en aquella situación tan bien descrita en cánticos de excursión de la posguerra: “porque cuando el hambre aprieta/ ni a los vivos ni a los muertos se respeta”...
En un momento como el actual, en el que se habla ya de manera desenvuelta de una posible guerra nuclear que hace pocos meses ni nos atrevíamos a mencionar, es fácil caer en el impresionismo y dar por liquidados esos objetivos.
Los de la Agenda 2030 (planeta, personas, prosperidad, paz y alianzas) parecen ahora una entelequia. Paz, junto a la amenaza de guerra nuclear: no resultan amaneceres compatibles. Planeta, cuando se quema cada vez más carbón hasta en Alemania que ha sido el profeta de la descarbonización total (en China, al menos, nunca han presumido de ello). Alianzas, Occidente ya no tiene ni un solo aliado sobre el que influir en el seno de la OPEP ni apenas entre los países emergentes importantes, mientras que los aliados tradicionales de Rusia están en posición de “Putin, no me toques”.
Se habla ya de manera desenvuelta de una posible guerra nuclear que hace pocos meses ni nos atrevíamos a mencionar
Prosperidad, con una recesión global incipiente cuyos efectos apenas han empezado a sentirse por el ahorro acumulado en el despilfarro de los últimos años en Occidente, mientras en países como Pakistán sufren apagones por no poder pagar la energía. Y personas... Para qué hablar de personas en este “sálvese quien pueda” a que estamos asistiendo.
El verdadero y nuevo objetivo de la Agenda 2030 debería ser “que nos quedemos como estamos”. Que la Unión Europea, la eurozona y el euro sobrevivan al sauve qui peut al que ya estamos asistiendo. También a que sobreviva la alianza con Estados Unidos, tan denostado, pero que pone siempre la carne en el asador por Europa.
Y ello a pesar de que un ministro alemán bastante patoso (el de economía, Robert Habeck) le haya reprochado a Estados Unidos que nos venda el gas natural licuado (GNL) a precios muy elevados… ¿Qué quiere el ministro alemán, que las empresas que le venden ese gas a Europa y la salvan del colapso energético lo hagan a precio de caridad? Ojalá no lleguemos hasta ese extremo de que Estados Unidos tenga que tratar a la UE con políticas de ayuda al desarrollo…
Para quien tenga dudas sobre hasta qué extremos la “agenda agendista” está retrocediendo, basten unos ejemplos. El consejero delegado de Shell, Ben van Beurden, en recientes declaraciones ha dejado estupefacto a todo el que quiere alcanzar esos objetivos. Según él, durante el último trimestre, la producción de carbón en China ha excedido el equivalente a toda la producción global de energía de su compañía.
En el último año se han quemado 8.000 millones de toneladas de carbón: la mayor cantidad de la última década. Esto ha hecho que el consejero delegado de la saudí Aramco, Amin Nasser, haya exclamado algo sarcásticamente: “¡estamos en transición hacia el carbón!”. No sé si en el Ministerio de Transición Ecológica se habrán hecho eco de la guasa…
Los ejecutivos de las empresas se están alejando, también, de la filosofía “ESG” según un estudio realizado por la consultora KPMG en el que se concluye que la mayoría de las empresas han aparcado los objetivos así conocidos por sus siglas en inglés (environmental, social, governance).
Es decir, han dejado de lado (ya se verá por cuánto tiempo) la ambición de que sus empresas contribuyan a la protección del medioambiente, a la justicia social y a la igualdad de géneros, así como a la mejoría en la manera en que se gobiernan a sí mismas las empresas.
¿Por qué? Tienen que atender a lo que consideran más importante: “las consecuencias negativas de una posible recesión”. Eufemísticamente, algunos añaden que los esfuerzos ESG están sometidos ahora a una “presión financiera creciente”. Vamos, que como son un lujo de los tiempos prósperos, se pueden dejar de lado cuando las cosas vienen mal dadas.
Las bolsas seguirán su trayectoria bajista, pespunteada por recuperaciones parciales, como es su costumbre hacerlo
Eso sí, un poco farisaicamente, añaden que no conciben que su éxito como gestores esté separado de la consecución de ese objetivo. Algo que suena a “te quiero ESG… pero como amigo”.
Y en eso estamos, sin que el panorama económico de fondo haya cambiado mucho: las bolsas seguirán su trayectoria bajista, pespunteada por recuperaciones parciales, como es su costumbre hacerlo. Las materias primas, influidas por la desaceleración económica, continuarán bajando de precio, y el euro, aquejado por los siete males, seguirá depreciándose.
Entre esos siete males, el más importante es que el superávit de la balanza comercial y de la balanza por cuenta corriente de Alemania está desapareciendo, lo que equivale a que también desaparezca el de la zona euro. La posibilidad de que la industria alemana tenga que parar parcialmente durante el invierno empeorará la cotización frente al dólar de la moneda única.
Entre las pocas buenas noticias que trae la comparación con 2008 está la caída de precio de las materias primas agrícolas, que en lo que va de año ya solo suben un 6,2% (recuérdese que en mayo la subida acumulada era de un 36%). Y la expectativa parece ser que, o bien seguirá una trayectoria descendente como entonces, o bien se mantendrá oscilando en estos mismos niveles de ahora.
Algunas de ellas, como el trigo, suben en el año 2022 un 14%, pero es que en marzo llegaron a tener una subida acumulada en solo dos meses del 66%. Como “consolación de la filosofía”, que hubiera dicho Boecio, no está nada mal. Aunque, al pobre Boecio, tras haberle premiado y querido mucho previamente, Teodorico el Grande no dudó en ordenar, desaprensivamente, que le cortaran la cabeza.