Hoy en día, las empresas españolas y europeas, al igual que la ciudadanía, esperan que su futuro sea verde, climáticamente neutro y socialmente justo. La clave está en cómo podremos lograrlo. ¿Tendremos la fuerza y podremos situar a nuestro continente y al resto del mundo en una senda en la que los fabricantes de automóviles, acero o cemento, las compañías aéreas, los productores de electricidad y todas nuestras industrias consumidoras de energía, así como los hogares, puedan reducir drásticamente su huella de carbono, mejorando al mismo tiempo el empleo de calidad y el bienestar?
El Parlamento Europeo y el Consejo de la UE, los colegisladores europeos, trabajan ahora en el paquete legislativo 'Objetivo 55', más conocido por su denominación en inglés 'Fit for 55'. En términos concretos, significa que los países de la UE tendrán que reducir más del 30% de sus emisiones actuales de gases de efecto invernadero en los próximos ocho años, ya que se ha acordado aumentar el objetivo de la UE para disminuir dichas emisiones un 55% para 2030 con respecto a los niveles de 1990.
Si se compara con la caída del 12% de las emisiones de CO2 en Europa debido a la enorme ralentización económica de 2020 a causa de la pandemia de la Covid-19, se puede ver la tarea hercúlea a la que nos enfrentamos todos: compaginar un crecimiento de calidad y un futuro climáticamente neutro.
Una tarea que significa que nuestras empresas tendrán que suministrar suficientes combustibles sostenibles de aviación, mientras las compañías aéreas siguen operando vuelos de manera rentable. Implica, además, una expansión generalizada de la movilidad verde basada en la electricidad renovable, las baterías de litio, el hidrógeno y los combustibles renovables, reduciendo al mismo tiempo rápidamente las emisiones de los vehículos de gasolina y diésel a un coste asequible para los hogares de manera que no ponga en riesgo la estabilidad política.
También supone redoblar los esfuerzos para la renovación de edificios, la transformación de infraestructuras y la electrificación de procesos industriales, que podrían duplicar con creces la demanda mundial de energía hasta 2050.
Nuestras empresas tendrán que suministrar suficientes combustibles sostenibles de aviación, mientras las compañías aéreas siguen operando vuelos de manera rentable
Asimismo, para lograr el objetivo del 55% en los tiempos previstos por la UE habrá que prestar atención al precio del del carbono a través del régimen de comercio de derechos de emisión de la UE, para que no afecte a millones de puestos de trabajo en las industrias del acero, el aluminio, el cemento o la química, y evite el riesgo de deslocalización fuera de la UE, donde la menor ambición climática permite una producción más barata, pero no necesariamente más sostenible.
Todo esto puede parecer una misión imposible. Sin embargo, el diálogo entre el legislador y el sector privado puede ser determinante para cuadrar este círculo y se establecer correctamente las condiciones necesarias que permitan afrontar este enorme reto colectivo.
En primer lugar, hay que aumentar el apoyo público y acelerar los plazos de tramitación, autorizaciones e instalación para los proyectos de generación y distribución de energía limpia.
Pongamos como ejemplo la energía eólica de la UE: para cumplir los requisitos del paquete 'Objetivo 55'» de la UE la potencia eólica de Europa debe aumentar de 220 a más de 450 gigavatios de aquí a 2030.
Unos procedimientos de autorización más rápidos permitirían hacerlo y eliminar gradualmente los combustibles fósiles en el sector energético. Tendremos que utilizar, además, todas las tecnologías disponibles (turbinas eólicas, energía solar, mejores redes, energía nuclear, hidrógeno, combustibles renovables, gas, ahorro de energía, innovación de productos) para conseguir la transición energética a cero emisiones netas.
El diálogo entre el legislador y el sector privado puede ser determinante para cuadrar este círculo
Ahora bien, es imprescindible tener en cuenta el contexto internacional. Europa emite el 8% de las emisiones mundiales de CO2 y reduce su huella climática de modo mucho más rápido que otras grandes economías, pero la acción climática sólo puede tener éxito a escala mundial.
Esto significa que el comercio de derechos de emisión de Europa debe mantener suficientes asignaciones gratuitas para las empresas, evitando perjudicar a nuestra industria mientras los grandes emisores, como Estados Unidos o China, no sigan el ejemplo en términos de ambición climática.
Esto es fundamental, ya que las empresas europeas deben tener la capacidad de invertir en su propia transformación y, en última instancia, de producir acero, productos químicos o aluminio sin carbono.
Además, significa que debe aprobarse un mecanismo de ajuste en frontera de las emisiones de carbono; un instrumento que, ante todo, ha de ser económico y eficaz para ayudar a Europa a contrarrestar las fugas de carbono y evitar la deslocalización de la industria a regiones más contaminantes.
Sin los instrumentos adecuados, cualquier gobierno europeo se enfrentará a la pérdida de puestos de trabajo y a la oposición pública, especialmente porque estaremos acompañados de numerosas incertidumbres hasta 2030.
Sin los instrumentos adecuados, cualquier gobierno europeo se enfrentará a la pérdida de puestos de trabajo y a la oposición pública,
¿Aumentará realmente la potencia instalada de electricidad renovable a escala mundial en más de un 60% de aquí a 2026, como se prevé, lo que equivale a la actual potencia energética mundial de los combustibles fósiles y la energía nuclear?
¿Se mantendrá este aumento de las energías renovables con el incremento de los precios de las materias primas a escala mundial? Los precios del polisilicio empleado en los paneles fotovoltaicos se han cuadruplicado desde 2020 y hemos visto fuertes aumentos de precios del acero (un 50%), el aluminio (un 80%) y el cobre (un 60%). ¿Seguirán al alza los precios del gas, o el actual aumento de la inflación será solo transitorio?
Para garantizar el éxito de la transición ecológica en Europa, deben cumplirse dos condiciones complementarias. En primer lugar, necesitamos una base industrial sólida en Europa, con empresas competitivas.
La gran mayoría de las soluciones prácticas, la innovación y las tecnologías para garantizar la transición ecológica proceden directamente de la industria, por lo que cualquier medida que deteriore la competitividad de las empresas europeas tendría un impacto negativo en la transición ecológica.
En segundo lugar, la simplificación, coherencia, flexibilidad y consistencia de las nuevas normas del paquete 'Objetivo 55' deben constituir una prioridad. La complejidad normativa es enemiga de la innovación, y la innovación es lo que necesitamos para ofrecer soluciones futuras al desafío climático.
*** Pierre Gattaz es presidente de BusinessEurope y Antonio Garamendi es presidente de CEOE.